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» 25-01-2021 |
Veo una tertulia en la que interviene Roig, ese periodista alineado (no es lo mismo que alienado pero es singularmente parecido) actuando en defensa de sus amos. Ante un experto en el virus de los de a pié, lo primero que le pregunta es “¿está usted vacunado?”. Mala suerte, no lo está. Inmediatamente insiste “¿cree que los políticos que están en primera linea deberían vacunarse?” Singular pregunta. ¿Existe algún político que esté en primera línea? Todos sabemos que los políticos mandan a los jóvenes a la guerra pero no se sabe de ningún político que haya ido. Por la misma regla de tres los políticos no están en primera linea. Plantear la pregunta de esa manera es forzar la respuesta. Por supuesto que si estuvieran en primera línea (y lo dictara el protocolo) deberían vacunarse, pero es lo mismo que plantear la pregunta ¿si mi abuela tuviera ruedas sería una carretilla?. Los supuestos irracionales no pueden tener respuestas racionales. Finalmente añade que el militar que ha dimitido no debería haberlo hecho y que el rey debería ser vacunado. Los periodistas (ciertos periodistas) no ayudan mucho contra el virus.
Una farmacéutica es una empresa multinacional capitalista en el campo de la sanidad. El orden es importante. Mucho antes que sanitaria es empresa, multinacional y capitalista. Pfizer no entrega las vacunas que le ha comprado la UE porque ha encontrado mejores compradores como UK e Israel. ¡El mercado es el mercado! como diría Rato! No solo no le importa el problema sanitario sino que no duda en incumplir un contrato si puede sacar tajada. Como siempre les pasa a los gobiernos, el contrato está tan mal hecho por lo que será imposible reclamarles nada. Las farmacéuticas (como los bancos) tienen tantos abogados como investigadores. El dinero, al final, se gana en los tribunales… sobre todo cuando tienes cierta tendencia a defraudar. Las farmacéuticas (ciertas farmacéuticas) no ayudan mucho contra el virus.
Un político es un servidor público. Por lo visto ellos entienden que eso significa un servidor conocido, Popular, Social(ista), Común. Y que como la vida pública es corta (véanse los deportistas y las prostitutas) hay que exprimir al máximo las oportunidades, que el invierno de la jubilación es largo. Hay que sacar partido de la situación y eso, pasa por obtener una buena poltrona y conservarla. Esa es la teoría del culo que ya os he explicado: arribar, disputar, mantener y explotar. El objeto del servicio público se desdibuja. Lo único importante es mantenerse y obtener la remuneración que un cargo de postín merece… y los complementos que le son afines. Su sueldo se lo marcan ellos y eso conduce invariablemente a que siempre les parezca poco. Cuando la cosa roza lo vergonzoso entonces hay que inventarse dietas (libres de justificación), comisiones de trabajo, compatibilidades (incompatibles), puertas giratorias (en el tiempo o en el espacio), pensiones (compensaciones, jubilaciones), préstamos, economatos, y finalmente mordidas. Porque los ciudadanos somos envidiosos y no entenderíamos que ellos sean ricos en un país de pobres. La lucha por la poltrona les lleva a anteponer la lucha partidista a la vida de los ciudadanos. Ese vivir en un mundo de prebendas les lleva a pensar que nadie se merece una vacuna más que ellos. Los políticos no ayudan mucho contra el virus.
Pensaréis que debería hablar de los ciudadanos como colectivo que tampoco ayuda contra el virus. ¡Esos irresponsables! La picaresca no es un sistema de dominación sino un sistema de supervivencia. Siempre se nos olvida. Un pícaro es un superviviente en un mundo en el que la dominación es la ley y la picaresca la única opción de vida. En ese sentido las mujeres han sido pícaras sempiternamente. Vivir en los pliegues del poder no es fácil, pero elevarlo a la categoría de delito es bochornoso. Foucault enunció -no hace mucho- su teoría del micropoder: el poder que permite sobrevivir a los que están marginados del poder (porque la aceptación es la muerte). Ranciére enunció la democracia como el poder de los que no tienen ningún poder, de los que no cuentan, porque al hacer la cuenta (el consenso) fueron excluidos. Hay algo peor que la dominación: la exclusión, el borrado, la ignoración. Los locos, los presos, los obreros, los colonizados, los altersexuales, las mujeres ha sido excluidos, ignorados, borrados durante milenios. Marx redimió a los obreros, Foucault a los locos (y quizás a los altersexuales), Fanon a los colonizados, una infinidad de feministas a las mujeres. ¿Quién redimirá a los pícaros?
Ahora quieren excluir a los ciudadanos. Debería decir al pueblo, puesto que los ciudadanos son sujetos de derechos (“concedidos” por la Nación, pero derechos al fin). O quizás las masa como caracterizaron Adorno y Eco. O las multitudes de Negri y Herst. ¡Tantos nombres para tan poca realidad. La democracia teórica (la soberanía del pueblo) ha dado paso a la democracia práctica (la oligarquía, la aristocracia) como defiende Derrida. ¡Todo para el pueblo, pero sin el pueblo! Esa es la cuestión: borrar al pueblo. Como Dios, el pueblo es la legitimación cuya existencia es innecesaria. Los judíos, al erigirse en el pueblo elegido, consiguieron que Dios nunca pudiera borrarlos, pero eso les obligó a llevar la marca de Dios para siempre. El judaísmo no es una religión (que se puede dejar) es una condena divina que puede ser una deliciosa servidumbre voluntaria. Pero han soslayado la exclusión, el borrado. Por eso les jodió tanto el holocausto: fue más que un crimen, fue una blasfemia. Por eso son incombustibles, trascendentes. Cuando Arendt defendió la banalidad del mal, por poco se la comen. Probablemente me he venido arriba, pero incluso entre los oprimidos, hay categorías. Tampoco los blogueros ayudamos mucho contra el coranavirus.
Por eso nos está ganando.
El desgarrado. Enero 2021.