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» 31-01-2021 |
Que los políticos, militares y curas se vacunen no tiene nada de llamativo. Entraron ahí para tener prebendas y eso hacen. Y no digo que no haya que echarlos, digo que era lo esperable. Voy a fijarme en lo que entiendo como “resaca” de coranavirus. Y la primera es que la fe en la vacuna es cuasi-universal. Los negacionistas no están en puestos de poder. Es un alivio. El holocausto negacionista no vendrá desde arriba. Como dijo el antiguo Ramoncín (actualmente don Ramón): que se vacunen los papas y los curas dice muy poco de la fe en Dios. Podría ser que como Voltaire, en el momento de la muerte, piensen que en caso de duda mejor asegurar. En un caso o en otro la realidad es que hay hostias por vacunarse. Por una vez todos están de acuerdo (como cuando se suben el sueldo). La divergencia no es infinita, solo afecta a los casos electoralmente sensibles y ya sabemos que si todos trincan el resultado es electoralmente nulo. No en vano la mejor defensa de la corrupción es el “y tú más”. La conclusión de que el negacionismo sea nulo es que la ejemplaridad o la indispensbilidad es ociosa.
En su estúpida manera de pensar ajena a cualquier modelación académica reglada (excluyo los títulos apócrifos) los políticos aplican la idea de que aunque hayan asentido a una estrategia de vacunación, en cualquier momento se puede plantear que, a los indispensables (políticos, políticos, y políticos), como pasa en las naciones de nuestro entorno, se les tiene que dispensar de las normas del común de los mortales. ¡Ole tus cojones! Ya enuncié que el eslogan de nuestros políticos es: ¡Después de mi el holocausto! El compromiso de los políticos es nulo (y su responsabilidad, quimérica). Dicen las feministas que los hombres son tipos que piensan con los cojones y joden con la imaginación. Resumiendo: ni piensan ni gozan. Me pregunto que dirían las feministas de los políticos. Debería ser algo así como: hombres (ver la definición anterior) que sienten con el bolsillo. La atrofia de la empatía, el cesarismo, la estupidez congénita declarada, la mentira compulsiva, la pasión por la manipulación, etc. no entran en la definición, pero trabajaremos sobre ello.
Pero estábamos en las albricias que nos proporcionan los trincavacunas. Muchos ciudadanos -siguiendo el ejemplo de lo deportivo- consideran que hay políticos buenos (a los que votan) y políticos malos (a los que odian). No es así. Los tricavacunas nos demuestran que como dicen los catalanes “el mal va con la bestia”. Lo que no funciona es la clase política, no es el sesgo que toman. Los independentistas creen firmemente que los políticos independentistas son de otra pasta que los centralistas. Solo hay una pasta y eso los unifica a todos. La pasta a trincar. En el caso de los independentistas, no ver que Pujol solo se diferencia de los políticos centralistas en el acento, es convertir la política en religión. La única lucha que existe en la arena política es entre los trincadores y los ciudadanos. Todo lo que desvía la atención a las opciones derecha/izquierda, ecologismo/desarrollismo, racistas de género, de sexo o de colonización, animalistas/utiliatristas, etc. son añagazas. La única realidad, el único enemigo, en lo que tendríamos que centrar todas nuestras prevenciones, es el político.
No deberíamos despreciar una demostración tan evidente de que los importante no es el sesgo sino la bestia. Los partidos políticos ya han demostrado hasta la saciedad su ineficacia. Es como el automóvil: todo son defectos (caros, fiscalmente expuestos, contaminantes, inaparcables, inútiles en la ciudad e invasivos en el campo, infrautilizados, etc. Votamos partidos y no representantes, lo que organiza el lío de los tránsfugas, en listas cerradas y bloqueadas, confeccionadas sin democracia interna, en circunscripciones desiguales, con leyes de proporcionalidad y con limitaciones de mínimos. ¿Pero alguien se cree que con todo eso las elecciones resulten representativas de la voluntad de los ciudadanos?. Las elecciones son ingeniería política para que, vote lo que vote el ciudadano, salga siempre lo que quieren los partidos. Aunque a veces ¡aún así! son tan torpes que se les escapa el resultado.
Los tricavacunas no se irán porque saben que están haciendo lo que se merecen: prevaricar. En su increíble desfachatez (que no quiere decir, ni mucho menos, que no sean fachas) pretenden imponer su voluntad a los ciudadanos tras llenarse la boca de democracia. Son unos cerdos, en el sentido de utilitaristas que usan la mierda como cosmético. ¡No se me ocurriría hacer comparaciones odiosas! Pero si os fueráis no lo sentiría. Por el contrario sentiría una satisfacción simil-orgásmica. El día que desaparezcan los partidos políticos será un gran día. Si. Ya sé. Los partidos políticos son los guardianes de la democracia. De vuestra democracia. Queremos democracia directa, no representativa, y cibernética, y dejad ya de poner palos en las ruedas. El foro de internautas que se ha cargado a un fondo de inversión que pretendía forrarse a costa del hundimiento de una empresa, es el modelo a seguir. El pueblo no tiene títulos de poder (ver “Democracia2”) pero puede acceder a su unión, frente a la que, nadie ni nada puede oponerse. Es tan simple que quita el aliento. El comunismo no ha muerto pero ha cambiado radicalmente. Lo común no es el Estado burocrático. Lo común es el pueblo unido. Y no. No soy comunista. Soy comunitarista. Simple y llanamente, la unión hace la fuerza. ¡Jesús!
El desgarrado. Enero 2021.