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» 21-03-2021 |
Para los políticos el coranavirus es una catástrofe que ha venido de fuera, de sopetón y sin posibilidad de reacción. Son inocentes. Su culo está a salvo. Es evidente que con otra política de investigación, con otra política de privatizaciones, con otra política de prevención, con otra política de recortes (y de restauración de derechos tras los recortes) las cosas no hubieran sido así. De algunos de estos temas ya he hablado y ahora quiero fijarme en como afecta al coranavirus el feminismo (o, mejor, al pensamiento femenino). Ya he comentado hasta la saciedad que la metafísica es un sistema machista de pensamiento, pensando por hombres a mayor gloria de los hombres. Y eso quiere decir que todo lo que pasa, todo lo que se plantea es afectado por esa forma den entender el mundo, la vida, la política.
El sistema metafísico machista de pensamiento consiste en destruir y reconstruir. Progreso y desarrollo quieren decir no atender a lo que se destruye sino exclusivamente a lo que se logra. Tiempo habrá para reconstruir todo lo que se ha destruido. El hombre -guiado por su testosterona- lucha y la lucha es destrucción: del planeta, de las relaciones, de los extranjeros, de las mujeres, de los colonizados, de los altersexuales. Las niñas no despanzurran sus muñecas: los niños se mueren por saber lo que hay dentro de sus juguetes… y los destrozan. En un fenómeno de realimentación resulta que esa recosntrucción de lo destruido le viene a la economía ¡de lo lindo! El mecanismo esencial de este proceder es la guerra: primero se destruye, las relaciones, la vida, las infraestructuras, y una vez determinado quien es el amo, se reconstruye todo. Tras la guerra de Irak la subasta de los contratos de reconstrucción entre las potencias occidentales que habían participado en la destrucción, fue simplemente bochornosa.
El pensamiento femenino es absolutamente distinto. Donde el hombre fue cazador la mujer fue recolectora. Donde el hombre apuesta por la pangeneración múltiple de su esperma, la mujer opta por el cuidado de unas pocas crías que resulten viables. Donde la mujer apuesta por el cuidado, la prevención, y la conservación, el hombre prefiere la destrucción/reconstrucción. Evidentemente el capitalismo prefiere esta última opción. Una economía cíclica en la que estamos en un bucle perpetuo de destrucción/reconstrucción. Lo malo es cuando nos asomamos al abismo, pues solo hay un planeta: no será posible reconstruirlo. El sistema de destrucción/reconstrucción no es eterno. Pero es que ni siquiera es el mejor. El cuidado, la prevención, la conservación es la mejor manera de que las cosas funcionen. Las mujeres son conservadoras, sí, parece que se opongan al progresismo, pero hay que contar que el progresismo se articuló en contra de un desarrollismo que era destructor. Cuando el progresismo se hizo ecologista se descubrió que la conservación puede ser tan progresista como el desarrollo a ultranza. Los conceptos de conservador y progresista, como pasó con el concepto de liberal que empezó oponiéndose al conservadurismo rancio de la aristocracia y la monarquía para acabar estableciendo un nuevo conservadurismo de clase tan nocivo como el que combatió.
Y vamos al covid. Las medidas que se han esgrimido contra la pandemia son de dos tipos: masculinas y femeninas. El hombre apuesta por la vacuna o el tratamiento (o ese mixto que consiste -como en la gripe- en la vacuna-tratamiento. Lo hemos visto con Trump, ese macho alfa que desprecia la prevención y el cuidado. Esos son sus valores: la ciencia redentora, la incentivación de la economía (en este caso de las farmaceúticas), la competición en conseguir la solución definitiva. Las mujeres apuestan por la prevención (mascarillas, higiene, distancia), por el cuidado (sistemas sanitarios protegidos con equipos adecuados), por la conservación (el mantenimiento de las condiciones favorables). Pero apuestan también por la investigación básica (que no la aplicada) que permite conocer los problemas y atajarlos antes de que se vuelvan insolubles. Por soluciones comunales frente a las privatizaciones (de la sanidad, de los hospitales, de las agencias laborales). Por la solidaridad y el altruismo.
Si hubiéramos aplicado la visión femenina no estaríamos donde estamos. No estaríamos en manos de las farmaceúticas capitalistas que solo quieren vender la vacunas al mejor postor y que chulean a la UE tratando de sacar sus vecunas a los extracomunitarios. No tendríamos el brutal desconocimiento que tenemos del virus que nos impide tomar las estrategias adecuadas. Nuestro sistema sanitario podría haber respondido más rápida y eficazmente a la primera ola y no tendríamos cien mil muertos. Porque el resultado es ese: 100.000 muertos en España. Hay asesinos y genocidas y esto es un genocidio. Y todo porque los hombres no está dispuestos a escuchar a las mujeres. ¿Qué monos, no? Llenémonos la boca de vanagloria por lo efectivo de las vacunas (pero no de su distribución o fabricación) aunque quedemos atados a una vacuna-tratamiento de por vida, mientras nuestros políticos siguen poniendo en duda las medidas de prevención y de cuidado. ¡Seamos machos!
El desgarrado. Marzo 2021.