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» 24-05-2020 |
Denunciábamos ayer la cagada que ha supuesto no mostrar los muertos del Covid19 renunciando a la conciencia gráfica de la sociedad, con consecuencias incalculables que ya se pueden ver en las playas y en las plazas. Los fotoperiodistas de guerra denuncian que no se les ha permitido dirigir sus cámaras a la epidemia mediante toda clase de trabas administrativas e institucionales. Con criterios periodísticos, afirman que la pandemia no tiene imagen gráfica porque se ha prohibido y que resulta impensable que una crisis como esta no pueda pasar a la historia documental. En las restrospectivas que pueblan nuestros documentales el covid19 será recordado por la palabra pero no por la imagen, en una iconoclastia absolutamente vergonzosa.
Este borrado de los muertos desde su convalecencia hasta su sepelio, ha sido una estrategia política. Hemos podido ver a los que se salvaban (¡y si eran abuelos, mejor!) pero no a los que enfermaban y morían. Pero para esta estrategia ha hecho falta el contubernio con los periodistas que no han dudado, hasta ahora, en callarse y otorgar. Si los políticos piensan que no somos suficientemente adultos como para poder soportar el espectáculo de la enfermedad y la muerte lo que deberían haber hecho es evitar que la situación se produjera evitando los recortes materiales, humanos y en I+D, causantes de la catástrofe. Con esa simple precaución no hubiera hecho falta que se nos tratara como a niños o como a tontos. En el caso de los periodistas no hay excusa posible. Su obligación es informar y no lo han hecho, a sabiendas y en connivencia con oscuras motivaciones políticas. ¿Es eso la independencia periodística?
Sabíamos del contubernio entre políticos y empresarios fundador del ultra-liberalismo. ¿Cómo llamar al contubernio de los periodistas con los políticos: oscurantismo, liberalismo opaco, beso negro? ¿Donde estaban Gabilondo, Farreras, Alsina, et alter, mientras los políticos escondían las imágenes de la vergüenza? Ahora nos piden que estemos geolocalizables y proporcionemos los datos de nuestra localización para combatir el virus. ¿Cómo se come eso? Opacidad de los políticos a los ciudadanos y ultravisibilidad en sentido contrario. Desde cuando la democracia es una calle de sentido único: toda la información (incluso prohibida) para los políticos y ninguna información para los ciudadanos. Dejémonos de paños calientes: eso no es democracia, eso es dictadura de la circulación de la información. No bastaba con que las redes sociales proporcionaran nuestros datos sensibles a los gobiernos (¡gracias Facebock!). No bastó con que el PSOE legislara en la reforma de la ley de protección de datos para apoderarse -con nocturnidad y alevosía- de los datos de los votantes. Todavía faltaba una vuelta de tuerca más: el contubernio generalizado con los periodistas. Ya no hay medios que informan y medios que se venden. Solo hay periodistas-propagandistas.
Y hablo de los políticos porque es evidente que la oposición no es tan imbécil como para no darse cuenta de que no trascendían las imágenes de la enfermedad y de la muerte… aunque ahora lo negarán. Lo sabían y se callaron porque pensaron que las imágenes de los muertos eran tema sensible que era mejor que no trascendieran. Una guerra de acusaciones de quién era el culpable de esas muertes no era conveniente, porque todos han sido culpables. Los que podrían haberse librado por no haber tenido funciones de gobierno tampoco han creído conveniente denunciarlo. ¡Total! Todos conchabados contra los ciudadanos, contra el derecho a la información, contra la inconstitucionalidad de la asociación de malhechores, contra la generalidad de la omertá. Eso no impedirá que se les llene la bocaza de democracia cada vez que la abran. Porque ellos son así: los de la ley del embudo. Me gustaría saber como van a defender los periodistas esta catástrofe democrática. ¡Se os ha visto el plumero! Sabemos lo que hicisteis en la última epidemia… y no lo olvidaremos.
El desgarrado. Mayo 2020.