» 09-11-2019

La verdad hoy 3. La verdad nacionalista (independentista).

En Catalunya con el tema nacionalista siempre hay que andar con pies de plomo porque la cosa es tremendamente emocional y escasamente racional. En Catalunya la verdad nacionalista/independentista va por barrios. Así las cosas me pongo en manos de Geraldine Schwarz que en su condición de franco-alemana parece tener las cosas (y las influencias) claras. Ha publicado el libro “Los amnésicos: historia de una familia europea”. Tusquets, y aparece en “la contra” de La Vanguardia de 04/11/2019 (L. Amiguet). Vaya por delante que es poco complaciente con su familia y con el nacionalismo en general. Estas son sus ideas.

 

Empieza por decir que no hace falta figurar en la historia para ser responsable de la misma. Los que no figuran también son responsables, como lo afirma de sus abuelos. Sus abuelos se aprovecharon de la situación para enriquecerse simplemente siendo “seguidores” (tanto los franceses como los alemanes) aunque su memoria histórica sea dispar. Es fácil dejarse tentar por una ideología que te repite que tu identidad, tu lengua, tu cultura o tu etnia es la propietaria única y natural de un territorio y que el resto de habitantes son ciudadanos de segunda… sobre todo si además te proporcionan privilegios. Hoy millones de europeos se dejan tentar por esos cantos de sirena, por supuesto, también en España…

 

Todo nacionalismo es excluyente porque es perverso e injusto por definición. Parte de que un territorio solamente hay una comunidad propia, natural, auténtica que es la que decide quien pertenece y quien no. Los otros en el mejor de los casos son ignorados y en el peor, acaban convertidos en traidores. Esta estrategia acaba hundiendo los países en los que se manifiesta: por marginación del talento no nacionalista. El nacionalismo establece una división en la que una sola parte se aprovecha. Los nacionalismos tienden al autoritarismo y la única manera de escapar a la dictadura es el rechazo. Es necesario otorgar la palabra a los testigos y mantener vivo el recuerdo de los hechos. La memoria es el sustento de la democracia. No podemos olvidar que la UE es una unión de estados que se fundaron sobre el anti-nacionalismo para construir la paz y la prosperidad compartida, tras un periodo de guerras que bien se pueden tildar de nacionalistas.

 

Y solo podemos evitarlo con cultura política, repitiéndonos que toda afirmación de una identidad sobre un territorio significa la exclusión de los otros. Hay que desconfiar de cualquier político que diga que somos un solo pueblo, una sola nación, y que añada mirándome a los ojos que tú eres parte de ese pueblo. Aunque lo haga invocando la democracia. No es sino una trampa tan atractiva como perversa. Hasta aquí la reseña de L. Amiguet. La pregunta es ¿por qué renacen los nacionalismos en un clima de generalizado de superestructuras nacionales como la UE, los acuerdos internacionales de comercio, etc.? Creo que la respuesta es el oportunismo.

 

La posverdad es la mecha que enciende todos los sectarismos, desde las sectas religiosas hasta el renacer de la ultraderecha o los neonacionalismos. Una vez taponado el discurso democrático/humanista con la verborrea delirante de “las cosas simples y sencillas”, del catastrofismo, del recurso a las tripas, a la visceralidad más ominosa, de la animalidad pregonada como naturalidad, de las minorías oprimidas, cualquier opción es posible. Antaño este discurso lo fue de populistas iluminados, anti-ilustrados de medio pelo. No es ya así. Políticos formados en las técnicas de persuasión de la posverdad y el control de las redes sociales (por las buenas o por las malas) son los que manejan estos resortes. Hoy son Trump, Bosanaro, Salvini, etc. los que defienden un “nacionalismo” de naciones como si la aldea global hubiera diluido su entidad de nación para convertirlos en pueblos entre otros pueblos. La ultraderecha se alía con el nacionalismo. En España las tácticas de los autoproclamados constitucionalistas son técnicas nacionalistas, de la nación española contra la nación catalana. No les hace falta hablar de cultura o historia pero sí de territorio infragmentable, muros de la vergüenza y xenofobia al “otro”.

 

Estamos en un mezcla explosiva de nacionalismo y posverdad. Los recursos que tiene la ultraderecha o el nacionalismo separatista para enmascarar sus verdaderas intenciones son abrumadores. Un discurso perfectamente hilvanado al que no se puede responder con las ideas de hace pocos años y mucho menos ideas emocionales poco estructuradas. En el debate de las elecciones de 10-N-2019 ningún partido rebatió a la ultradercha. Saben que es contraproducente hacerlo sin los argumentos precisos, pero también saben que es mejor no darles voz, amplificar su mensaje. No quiere eso decir que se les deba dar por imposibles. Hace falta preparación acerada, reduciendo el efecto altavoz. Pero los partidos nacionalistas y no ultraderechistas no tienen argumentos para esa respuesta puesto que son ellos mismos los que han impulsado la posverdad, la mentira como arma y la corrupción del lenguaje. ¿Cómo rebatirlos sin desvelar que su mensaje participa de las mismas carencias formales que el propio? En política las estrategias dejan huella, no son gratis. Ahora es la ultraderecha y los nacionalistas los que se aprovechan de ello.

 

Hoy es jornada de reflexión (para algunos de movilización). Reflexionemos.

 

El desgarrado. Noviembre 2019.




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