» 31-08-2020

Lecciones de ciencia alternativa 2-1. Las exclusiones platónicas: amor, arte y filosofía.

Existen tres campos que ya el mismo Platón consideró que no pertenecían a la metafísica: amor, arte y filosofía. En el planteamiento que estamos haciendo eso parecería favorecerles, al dejarlos al margen de la metafísica, pero no ha sido así. Su exclusión del sistema general los ha dejado expuestos a todos los ataques. La pertenencia al sistema es una garantía de defensa (la que proporciona la propia pertenencia). Los campos exteriores a la “legalidad” son pasto de los ataques externos y de las manipulaciones del propio sistema.

 

El amor siempre ha ejercido de irracional. Su situación ha sido siempre trascendente, pero ultratrascendente es decir más allá de la metafísica. Durante siglos ha sido inaccesible para la razón (metafísica) sin que nadie se atreviera a explicarlo. Quedó del lado de las emociones, de las pasiones, de lo irracional. Su evidente relación con el sexo (un tabú ancestral) lo convirtió en mixto de lo mejor y lo peor. Su relación con el matrimonio (como práctica de socialidad privilegiada) lo tornó en práctica jurídico-social. Su potencial transgresor lo puso en el punto de mira del poder. Con la modernidad el amor se explicó -en su vertiente biológica- como un coctel de hormonas, una enajenación exclusivamente dirigida a la institución de la familia biológica y a la procreación, y en su vertiente sociológica como un contrato económico-político. En su vertiente sicológica -en su ligazón con el sexo- algo inconsciente y perverso. Con la llegada de la individualidad, un anhelo de realización personal y un conflicto de convivencia. Como todo, el amor es el producto de nuestros cerebros aditivos: biológico-antropológico, jurídico-social, subjetivo-individual.

 

En principio, biológicamente, el amor es una enejanación pasajera dirigida a forzar a los novios a embarcarse en una operación más que difícil. Es un orgasmo hormonal continuado que nubla el juicio y engaña al organismo para que tome un camino que nunca tomaría en su sano juicio. Para colmo no es simétrica y los intereses de los novios son divergentes: él pretende la máxima difusión de sus genes lo que lo empuja a la promiscuidad. Ella necesita un esposo fiel que la cuide a ella y a su progenie. Los cerebros más antiguos como  el cerebelo, el hipocampo y la amígdala (el cerebro de los reptiles) rigen este comportamiento tan elemental como el hambre y la supervivencia. El cerebro social es el sistema límbico (cerebro de los mamíferos) añade los intereses económicos y políticos, pero también el honor, el patriotismo (por el que se mandan los hijos a la guerra). La exogamia y la prohibición del incesto inician un camino que acabará en la institución del matrimonio. El lóbulo frontal (el cerebro propiamente humano) añadirá la reflexión (la metafísica) y con ella la individualidad y los intereses personales. El amor-sexo es el complejo formado por estos tres cerebros trabajando ora juntos ora cada uno a su bola, contradiciéndose a modo.

 

Pero el amor es la fuente de placer más importante (y universal) en el ámbito del ser humano y, en principio menos controlable por el poder, lo que significó que ese poder (religioso, social, político) se esforzara en manipular su ejercicio. Primero el mundo mítico, después el religioso y finalmente el metafísico, se turnaron para ejercer el control hasta grados impensables. La religión trató (y consiguió) separar amor y sexo como lo bueno y lo malo del conjunto. Incluso condenó la práctica del placer dentro del matrimonio, si no estaba dirigida a la procreación y por supuesto se lo prohibió a los mayores al no ser causa de progenie. Para que decir que todo lo que no fuera procreación era perversión y en especial la homosexualidad y las “desviaciones”. Pero el poder civil no le fue a la zaga. Si la prostitución era una forma de atar el sexo al capital, a la información y a la vigilancia, por otra parte era una forma de explotación de la mujer y expresión de la doble moral burguesa (la disociación del amor familiar y el placer carnal). Socialmente el matrimonio (lo que convertía al adulterio en delito) era un contrato de bienes y patrimonios, fuente de alianzas comerciales y políticas. Desde la exogamia a los matrimonios concertados, pasando por instituciones como la dote, el rapto o el derecho de pernada, el matrimonio es un contrato por el que la mujer no solo aporta bienes sino que se ata a la obligación de producir mano de obra, herederos, novias para futuras alianzas, aparte de ejercer el cuidado de todo y de todos. Hoy el amor-sexo es pretendidamente fuente de liberación individual y de realización personal. La literatura y el cine se han encargado de convertirlo en droga. El amor incondicional lejos de ser una histeria se ha convertido en un horizonte de felicidad.

 

El machismo no es una desviación biológica (como se pretende) sino un complejo biológico-social-individual dirigido a sojuzgar y a controlar a las mujeres con manifestaciones tan jocosas como el amor cortés y resultados tan chocantes como la desigualdad de género. Por eso el feminismo no es una reivindicación sino un sistema de pensamiento alternativo a la metafísica en el que hombre y mujer puedan ser iguales y libres (igual de libres). Los hombres matan, violan, golpean, sojuzgan, controlan y encierran a las mujeres en nombre de la civilización. Visto desde fuera es tan pasmoso, tan injusto y tan inhumano que llamar civilización a esto es un abuso de lenguaje. El machismo metafísico ha desarrollado toda clase de argucias para sostener su dominio, como que la igualdad consista en que que la mujer sea igual al hombre, el concepto de provocación sexual o la descalificación de la lucha feminista como tarea de machorras, histéricas, locas y desquiciadas, son realidades cotidianas. Por supuesto los derechos de facto (de la segunda ola) distan muchísimo de ser reales y el doble trabajo, los salarios más bajos, el cuidado generalizado obligatorio, el regateo de los derechos “de iure”, el acoso y la agresión son las realidades del día a día.

 

El que decretó el fin de la historia y se envolvió en la bandera del ultraliberalismo estaba bien loco. Esto lleva el camino de ser la historia interminable.

 

El desgarrado. Agosto 2020.




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