» 27-09-2019

Lecciones de economía alternativa 47. La economía epimemética.

Continuo leyendo “Epigenética” de Jöel de Rosnay, Ariel, 2019. La primera reseña sobre este libro la podéis encontrar en “Visto y oído 36. Epigenética. Cuando el ambiente influye en la evolución” y la segunda en “Lecciones de política alternativa 62. Política epimemética”. Dado que allí podréis encontrar los conceptos básicos, en esta entrega hablaremos de economía y sociedad. Recordemos que “la participación y la cogestión que conllevan la responsabilización y la cooperación ciudadanas representan, de hecho, la manera de modificar el funcionamiento o las estructuras de una organización social” (Rosnay, 2019: 141).

 

Estamos en el epimemética que es como decir interdependencia y cooperación, sus mecanismos básicos. Los movimientos cooperativos y las asociaciones son los que dan el poder a los actores del interior de un sistema en vías a modificar la expresión del ADN social. Los ciudadanos acceden a la posibilidad de ser protagonistas en el contexto de una democracia participativa (no representativa). Esta situación (la epimemética) trastoca la organización tradicional de la sociedad, de forma piramidal, con los decisores en la cúspide. Los congresos ciudadanos, la gestión colaborativa de las comunas, o la participación de los ciudadanos en la administración de la ciudad son las nuevas estructuras colaborativas que se plasman en la economía social y solidaria (ESS). Esta ESS se conforma con las sociedades cooperativas de producción (SCOP): sociedades con ánimo de lucro limitado, basado en un modelo de gestión democrático de participación de los empleados en las decisiones estratégicas. No estamos hablando del futuro sino de una realidad que en Francia representa cerca del 12 por ciento de los empleos con más de 14.000 establecimientos cooperativos y 5.000 mutualidades que suponen el 10% del PIB, destancando en un campo como el de la banca, tan poco proclive a los comunismos.

 

El sistema cooperativo trata de armonizar los intereses de todos (empleados y propietarios). Los beneficios corresponden a la comunidad por lo que no son empresas capitalistas. La situación de empleado-propietario inclina a la implicación. La participación en las decisiones se dirime por la proporción de un hombre, un voto (y no en la proporcionalidad de participaciones). Cooperar y confiar en vez de dominar. La preponderancia de la ética facilita la armonización de intereses. Conceptos como precio justo, igualdad, cooperación, transparencia, reparto equitativo, recobran su importancia y su centralidad. Los medios de producción se comparten en vez de pertenecer al empresario. El contacto directo entre productores y consumidores esquiva la industrialización de la agricultura (la pesca y la ganadería). El altruismo, la confianza, la empatía se erigen en rectores de la economía. Una alternativa a la uberización (esquivar la legislación laboral en nombre del derecho a la competencia con resultado de precarización, pérdida de derechos laborales y sociales y dominación encubierta bajo el sombrajo de la economía cooperativa).

 

El sistema cooperativo se sustenta sobre la propiedad común y el gobierno democrático. El ser humano recobra su central importancia frente al capital. Cooperativismo es humanismo. La igualdad se convierte en una realidad y no en una aspiración. La integración del cooperativismo en la economía es la raíz de la implantación de la democracia en la política. En palabras de J. Rifkin “las sociedades de coste marginal cero son una ventaja adaptativa” (Rosnay 2019:149). El coste marginal cero: compartir muchas cosas a cambio de prácticamente nada puede ser la aspiración de los millennials pero no coincide con las nuevas empresas capitalistas del cambalache como Wallapop o Vendit.

El urbanismo es un campo abonado. Las asociacianes de vecinos, las guarderías cooperativas, las plataformas de intercambio (de cualquier cosa), el ecointercambio. La participación ciudadana es local.  La smart city, la ciudad inteligente, la ciudad conectada, es el futuro (sostenible y humano). La ciudad es un organismo vivo que come (recursos), evoluciona (es dinámica) y se adapta (es biológica). El Big Data es su base de datos, pero sin la participación de los vecinos no tiene futuro. Ellos deben cambiar el ADN social. Debemos pensar en la manera de que los servicios públicos sean cooperativos, por ejemplo la sanidad. Pacientes “aumentados” que colaboran con una medicina 3.0 (blogs, redes sociales, interconexión). Medicina preventiva y no paliativa. Intercambio de experiencias y de opiniones. Defenderse de las falsificaciones, de los falsos gurús y de las soluciones milagrosas. Pacientes “expertos” cuya experiencia fluye al colectivo. La ayuda de las máquinas, el Big Data. La medicina tradicional nunca se ha preocupado por la “adhesión” del paciente al tratamiento. Los efectos secundarios, o la evolución del paciente. La solución son las suscripciones y las empresas farmeceúticas, los agentes privilegiados.

 

En los últimos años hemos presenciado la aparición de la medicina 4P: personalizada, preventiva, participativa y predictiva. La e-salud puede ayudar mucho. Nuestro cuerpo necesita mantenimiento. Pero no existe. Necesitamos la alianza de las farmacéuticas con los seguros para obtenerla: farmaseguro. Seguimiento, prevención, ayuda al diagnóstico y vigilancia domiciliaria. Esos cambios en la manera de curar son cambios en el ADN social. Pero los riesgos son reales: la uberización, y la salud a dos velocidades. La prevención está directamente conectada con la alimentación. La dieta meditarránea, los productos ecológicos (sin pesticidas ni plaguicidas), la mesura en el consumo, la obesidad como enemigo, la erradicación de las dietas milagro. Dietas equilibradas y alimentos sanos.

 

El blockchain -nacido de la mano del bitcoin (la criptomoneda)-  nos proporciona la oportunidad de la transparencia y la seguridad de las transacciones. No hace falta una autoridad (bancos, notarios, administración), para garantizar la verdad. Estamos ante la posibilidad de que todos los usuarios verifiquen la validez. Los medios de comunicación no deberían ser propiedad de grandes manipuladores. Podrían ser cooperativos. La publicidad sería otra cosa, pero las noticias también. Lo mismo para los partidos políticos. Podrían servir a los ciudadanos y no a los poderes fácticos. Imaginemos un partido político cooperativo. Fines comunes y esfuerzos mancomunados. El proyecto europeo, lleno de lobbies y de intereses particulares, podría ser otra cosa. Podría ser un proyecto común, no en común, sino para lo común.

 

El desgarrado. Septiembre 2019.

 

 

 




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