» 20-01-2021 |
La justicia da la razón a Thermomix en su demanda contra Lidl por que le había copiado el robot de cocina. La cuestión es que el robot de Lidl vale tres veces menos que el de Thermomix. Es justo que se proteja la investigación, lo que ya es más difícil de explicar es que esa investigación se cifre en dos tercios del precio del producto. De hecho Thermomix aplica la misma lógica que las farmaceúticas, multiplicando el valor de producción por cantidades astronómicas basándose en dos principios: que su patente esté protegida (sea inexpugnable) y que el precio de venta se base en los beneficios que proporciona el producto y no en le valor de producción, más el valor de investigación, más un beneficio razonable. Así la Viagra (que es de donde Pfaizer ha sacado el dinero para producir su vacuna contra el virus) se comercializa por el precio del deseo (protegido por el cpyright) y no por el precio de competencia capitalista. Total, que mucho llenarse la boca con que el mercado regula los precios y resulta que quien los regula son las leyes de protección de las patentes.
Evidentemente los que salimos perdiendo somos los consumidores que tendremos que pagar tres veces más por lo que sabemos que se puede vender a un precio razonable. Hace algunos años Stiglitz denunció como los países más poderosos introducían modificaciones sobre patentes en los tratados comerciales internacionales con el fin de que los copyrights no caducaran nunca (mediante argucias varias) y, además, con el fin de hacerse con las patentes de procedimientos ancestrales que nunca las habían tenido. Con ello se apropiaban de la propiedad intelectual de todo lo que se comercializa, lo que les permite evadir las leyes del mercado en su puesta en mercado. Así las cosas, los damnificados son los países pobres y los ciudadanos. Por una parte el Estado debe desaparecer porque es el peor empresario al no seguir las leyes del mercado (aunque debe acometer la investigación básica en beneficio de las multinacionales) y por otra, las leyes del mercado se conculcan mediante las patentes mientras los ultraliberales se llenan la boca del precio justo, producido por la competencia del mercado.
Está claro que no tengo la solución, pero me parece claro que hay que proteger la investigación a la par que, no protegerla tanto como para que se convierta en un monopolio o en abuso. Las leyes antitrust ayudan pero solo cuando el monopolio queda establecido inequívocamente. O por lo menos, que los liberales se callen de una vez sobre la mano invisible y el mercado autorregulado que de momento ha conducido a que los medicamentos sean desproporcionadamente caros (e inaccesibles para ciertos países), paguemos el robot al triple de su precio, los tratados comerciales internacionales sean una trampa para hacer que Disney pueda cobrar eternamente por el Mickey mouse, que el copyright de Ravel se lo paguemos a la orquesta den vez de al autor, o que el deseo de los viejos pague (parte de) las vacunas de todos y por supuesto que la investigación básica sea cosa de los Estados-pésimo-empresarios. La falacia del Estado liberal es más que evidente hasta el punto que se debería llamar el estado liberal-desigual, dado que se ha convertido en una trampa para los consumidores (y los pequeños empresarios) mientras cada vez es mejor negocio para las multinacionales, auténticas defraudadoras de impuestos internacionales. Pero ese es otro tema.
El desgarrado. Enero 2021.