» 07-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-1. Rancière. “Los treinta ingloriosos” Introducción.

La política es hoy un lapidario. Se trata de coger piedras y lapidar al condenado hasta morir. Por supuesto la condena proviene del propio adversario, realizada sin investigación, sin pruebas y sin juicio. Hemos alcanzado un grado tal de personalización que se culpa a los dirigentes de lo que compete al partido, a sus familiares, y a su círculo. Siguiendo la tónica del ”Difama que algo queda” se vierten en los medios toda clase de fakes (mentiras, infamias, patrañas, bulos) y se defienden en las cámaras, aderezados con insultos, diatribas y puyas. Solamente se habla de lo que puede dañar u ofender al oponente por lo que la política está ausente. El cinismo y la hipocresía ha alcanzado tal grado que todo está permitido sin pruebas y -muchas veces- lindando con el delirio. Ya, con un portavoz no basta y se multiplican para garantizar el espectáculo. Paradójicamente, si la desafección por la política en general aumenta, los resultados de los dos principales partidos del lapidario mejoran. 

 

Es evidente que aumentar la desafección es empobrecer la política (y la sociedad)  y ésta es esencial para que un país funcione. Los ciudadanos tienden a defender sus intereses personalmente (protestas, manifestaciones, huelgas…) cuando constatan que los políticos están a otra cosa. Esta defensa gremial de los derechos aumenta la crispación y se entra en una espiral cada vez más difícil de detener. Cada vez es más corriente pasar parte de las vacaciones en la carretera, la estación o el aeropuerto. La economía se resiente de estos paros que solo pueden ir a más, pues se retroalimentan. Sabemos que la política (fuera del morbo) interesa poco a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes. La razón es fácil de encontrar: porque los políticos se han olvidado de explicarla, ejercerla y observarla. Están demasiado ocupados con su culo: encontrarle alojamiento en una buena poltrona, salvarlo de cualquier responsabilidad y empeñarlo en la lid política (“al amigo, el culo; al enemigo, por el culo; y al indiferente, la legislación vigente).

 

Sin embargo la política es necesaria, instructiva e, incluso apasionante. Inicio aquí una subsección en la que trataré de exponerlo. Para ello comentaré los temas que en los últimos treinta años han sacudido la opinión pública (guerras, pandemia, primavera árabe, ocupaciones de plazas, genocidios, huelgas, movimientos nacionalistas, terrorismo, fundamentalismo, corrupción, etc.) pero también los temas de siempre (democracia, separación de poderes, republicanismo, consenso, teoría política, medios de comunicación, etc.). Nuestra patria es nuestra empresa y a nadie en su sano juicio se le ocurriría no vigilar a los que la mangonean. A los políticos hay que atarlos corto y pedirles cuentas continuamente. Y si no lo haces tú, te arriesgas a que no haga nadie. La corrupción es una de las consecuencias de este abandono, pero las cosas se pueden poner peor (guerras, secesiones, pobreza, exclusión social, migración, etc.). 

 

Seguiré en mi cometido el libro de Jacques Rancière “Los treinta ingloriosos” que aunque se refiere a Francia expone gran parte de los problemas que nos afectan. La solvencia del autor, en cuestiones políticas, le viene de la filosofía (y no del ejercicio, del periodismo o la condición de experto académico). Su reflexión política ha sido constante y fructífera, como ya he comentado en este blog -en su vertiente estética y filosófica- en otras ocasiones. Se estructura su libro con artículos publicados en prensa, entrevistas y escritos largos que tratan sobre los temas de actualidad de los treinta ingloriosos (1991-2020), partiendo de la guerra de Irak (la de las armas de destrucción masiva) y acabando en la pandemia. Las reacciones a los movimientos sociales desde mayo del 68 a los “chalecos amarillos” pasando por las leyes de extranjería y cuestiones sobre el velo y el burka islámicos. Pero también el terrorismo yihadista (incluida la matanza de Charly Hebdo), la  primavera árabe, los movimientos de ocupación de las plazas, la reducción de las pensiones, todo ello enmarcado en su teoría política: el consenso, la partición de lo sensible y la distinción policía/política.

 

Sé que hacer proselitismo de la política es misión imposible y que, además, no me compete (deberían ser los políticos los que defendieran su propio culo) pero, como dirían ellos, remedando a Belén Esteban: “¡Yo, por el bien de España… mato!”

 

El desgarrado. Abril 2024.

 




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