» 14-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-11. Rancière. Libertad de expresión. “Los treinta ingloriosos”.

Tras la publicación de las caricaturas de Mahoma en Charlie Hebdo, el atentado terrorista a esta publicación(2015) y el asesinato de Samuel Paty (2020) -profesor de secundaria que mostró las caricaturas en su clase- se publicó este texto que reflexionaba sobre la libertad de expresión. Existe una terrible confusión ante lo que significa libertad de expresión. “… desde hace décadas se ha desarrollado un discurso considerado republicano que ha transformado sistemáticamente las nociones jurídicas que definen las relaciones entre el Estado y la ciudadanía en virtudes morales que esta ciudadanía debería poseer y, por tanto, en criterios que permiten estigmatizar a quienes no las poseen (Rancière 2023, 93). 

 

La operación comienza con la noción de laicidad. Inscrita en la Constitución significa que “el Estado no enseña ninguna religión y no permite que ninguna religión intervenga en la organización de la enseñanza pública”. Esta norma la impuso la Tercera República (que también recomendó que no se hirieran las convicciones del alumnado) contra una norma de la Segunda que dejaban en manos de la iglesia la enseñanza pública. No es, pues, una disposición intrínseca o esencial a la República. Es evidente que la neutralidad no es suficiente para regular la relaciones entre creyentes y no creyentes, pertenecientes a distintas religiones. Ofrece, sin embargo, la posibilidad de la tolerancia, la cual no será efectiva de no ser recíproca. En la actualidad la laicidad se ha convertido en una norma de conducta que el Estado debe imponer al alumnado (a sus madres y a las mujeres en su conjunto). Se ha identificado con prohibiciones en el atuendo (la prohibición del velo) y además, resulta discriminatoria puesto que solo concierne a las mujeres y a las niñas de una comunidad concreta de creyentes.  

 

Sucede algo similar con el concepto de libertad de expresión que se fijó en 1881 como la libertad de los periodistas de difundir sus escritos sin el control previo del Estado, o su posterior censura. La libertad tiene como límite la comisión de crímenes o delitos en el ejercicio de dicha libertad. No les otorga pues la virtud de encarnar la libertad de expresión, es decir no la manifiestan. Manifiestan simplemente las ideas y el humor de sus autores, correspondiendo a sus lectores el juicio de las mismas. En el caso de las caricaturas de Mahoma, no se puede afirmar que expresen ninguna virtud inmanente de libertad, ni la defienden. Expresan, entre otras cosas, el sentimiento de desdén de sus autores -que creen pertenecer a una élite ilustrada- respecto a la religión de determinadas poblaciones a las que consideran atrasadas. Lo que no quita la improcedencia de unos criminales fanatizados que han pretendido vengar este desprecio con la monstruosa ejecución de los periodistas de Charlie Hebdo. “Como el horror sufrido por los periodistas los convertían en mártires de la libertad de expresión, las propias caricaturas se han convertido en la encarnación de esta libertad. La caricatura en general, -que históricamente ha servido para las causas más diversas, entre ellas, también las más abyectas-, se ha convertido en la expresión suprema de esta libertad que se ha asimilado a la virtud de la palabra y de la mofa, atribuida al pueblo francés por derecho de nacimiento. Y la expresión suprema de la libertad de expresión ha terminado por identificarse con la expresión del desprecio hacia una religión y hacia una comunidad de creyentes considerados extranjeros para esta revista francesa” (Rancière 2023, 95). 

 

"La glorificación de las caricaturas se ha convertido en un deber nacional. Políticos inconscientes o deliberadamente provocadores no han dudado en pedir que estas caricaturas se muestren en todos los colegios. Lo que equivale a pedir que en todas partes se amplía la brecha que separa las comunidades, que ayudemos a difundir la intolerancia y que proporcionemos así ocasiones a los asesinos, mientras garantizamos un apoyo más amplio a sus crímenes en una comunidad que se ha vuelto más sensible a la ofensa” (Rancière 2023, 96). Es preciso puntualizar qué: 1) una caricatura no es más qué una caricatura, y estas en concreto, mediocres en su ejecución y en su intención. 2) Que nada -y una caricatura menos- debería poner en peligro las vidas de periodistas, profesores o cualquier otra persona qué hago uso de la palabra públicamente. 3) Sería conveniente, además aprovechando la ocasión, dotar a la libertad de unos símbolos que sean algo más dignos de ella.

 

El desgarrado. Abril 2023 

 




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