» 17-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-13. Rancière.“Los treinta ingloriosos”. La sobrelegitimación.

1991 estuvo marcado por la guerra del golfo (coalición internacional liderada por USA contra el Irak de Hussein). Varios intelectuales, venidos de la izquierdas, se alinearon con las tesis que defendían la guerra en un manifiesto: “Una guerra necesaria”. Rompían así con la tradición antiiperialista de la izquierda. La idea de la guerra necesaria requirió un cambio importante en las posiciones de la izquierda. Ese cambio: la confusión del hecho y el derecho es lo que trata Rancière en esta entrega. Empezaré con una reflexión que no hace Rancière pero sin la cual, yo particularmente soy incapaz de entender su pensamiento, que se adentra en la distinción de hecho y derecho como si fuera evidente.

 

¿Es la guerra un hecho o un derecho?  Dicho de otra manera ¿pertenece al individuo o a la especie, es genética  o adquirida? Tenemos tendencia a clasificar las cosas del modo que mejor le sienten a  nuestra especie. En este caso: la guerra no está inscrita en los genes sino que es un constructo humano. Un poco más allá podemos preguntarnos ¿es un hecho o un derecho? Si entendemos por hecho aquello que nos viene por defecto, que está inscrito en nuestros genes y derecho una construcción humana (¿individual, social?). La guerra es un derecho. Negativo pero derecho. Por otra parte nuestra pasión por entender el mundo (ajustarlo a nuestro modo de entender) nos empuja a evitar que las cosas se contradigan (Hegel). Y de ahí nace la utopía: el ajuste (la coincidencia) de hecho y derecho. Es una utopía un mundo sin guerras, el lugar en que la paz es un hecho. Alrededor de esta reflexión revolotea la cuestión del bien y el mal: la cuestión moral. Identificamos la guerra con el mal y la paz con el bien. O quizás es al revés: llamamos bien a lo que nos viene dado, y mal a lo que no… que además depende de nuestra voluntad; el hecho y el derecho; lo intrínseco y lo que no. Aunque no exacta, la identificación del derecho con el bien es lo “normal”r aunque haya leyes intrínsecamente malas. Es evidente que estas categorías no son exactas (no cumplen el principio del tercio excluso). Consideradlas entonces como un medio para entender y no unos conceptos estrictos.

 

La década de los 80 es -a nivel de filosofía y de política- la del fin de las utopías. Es decir la era en que la posibilidad de hacer coincidir hecho y derecho desaparece… porque son lo mismo, porque se identifican. Lo que desaparece es la posibilidad de superponerlas, no su identidad. La política regresa al realismo y la filosofía regresa al derecho (y al estado de derecho). “La (nueva) alianza entre la sensatez realista y concreta de la política cotidiana y el rigor absoluto del derecho se estableció de diversas formas” (Rancière 2023, 112). En primer lugar de forma negativa: la utopía había asociado la ceguera de la percepción con el desprecio por el derecho. Esta asociación garantizaba “a contrario” la sensatez empírica de las políticas realistas y la universidad salida del derecho. 

 

Y en segundo lugar, de forma positiva se constituía una filosofía y una práctica en las que hecho y derecho armonizan. En el plano filosófico se retorna al idealismo. "Una idea de la justicia distribuidora con la que el buen reparto de lo que le corresponde a cada uno conduce a un estado de equilibrio en el que coincide el sujeto derecho y el sujeto derecho. El derecho, otro verdadero izado bajo la figura de los derechos humanos, contrarios a la tiranía, se ha ido desplazando progresivamente hacia esta identificación con el equilibrio entre grupos, socios y estados, donde la paz demuestra la coincidencia del reino del derecho con el realismo que permite que cada cual alcance su punto de equilibrio en el orden mundial” (Rancière 2023, 112). En el plano práctico se concreta en la proliferación de la actividad legislativa: creación o desarrollo de derechos y normas jurídicas cada vez más ajustados a los individuos y a los grupos, a los estilos de vida y códigos morales, a los descubrimientos de la ciencia y conquistas de la tecnología, etc. Se trata de avanzarnos a cualquier posible disputa. Pero se presta también a otra interpretación: “a medida que el derecho se adecúa a todas las situaciones, a todas las posibles disputas, se identifica cada vez más con un sistema de garantías que son ante todas las garantías del poder, a saber, la creciente certeza de que no puede equivocarse, de que no puede ser injusto, de que está completamente amparado por su actuación” (Rancière 2023, 113). Si hay práctica de la proliferación le añadimos la pericia generalizada, la consulta y el sondeo permanente se esboza una nueva figura del Estado experto O del Estado prudente, que consorcio la universalidad del derecho con el empirismo realista de modo que su actuación se ajuste espontáneamente a los equilibrios naturales. “así, la acción estatal queda cada vez más legitimada, de entrada en una espiral de sobre legitimación. Y el poder del derecho se identifica cada vez más con este poder de sobre legitimación” (Rancière 2023, 113).

 

“Dicho de otro modo, el discurso sobre el fin de las utopías ha instaurado una nueva suerte de utopía, la de una correspondencia ideal o de una armonía preestablecida entre los intereses del equilibrio y las exigencias del derecho. Así, todo transcurre como si el derecho pudiera leerse con claridad en las estadísticas de una sociedad o en el mapa del mundo"(Rancière 2023, 114). Hemos llegado al meollo de la cuestión: el fin de las utopias es su reducción a una nueva utopía, una nueva forma de reducir (a cero) la distancia entre el hecho y el derecho (y sus equivalentes: ). Se trata de desvelar la nueva utopia, la nueva identificación (correspondencia ideal, armonía preestablecida, coincidencia, sustitución, concordancia, salvado de la distancia, identidad puntual, transparencia absoluta o completa, restablecimiento del equilibrio, reequilibramiento, finalización, traducción… son las palabras que Rancière utilizará).

 

A partir de aquí Rancière introduce nuevos elementos en las dos líneas (de hechos y de derechos) que desdibujan el esquema. La línea de derechos podría ser también la línea de lo justo, es decir, una alternativa a lo fáctico que proponga una linea no enfocada a lo real (fáctico) sino a lo deseable, lo equitativo, para una humanidad mejor (más justa). Del mismo modo podríamos plantear la existencia de una línea de probabilidad para la que la línea de los hechos sería la probabilidad fraccionaria ejecutada (el colapso de la función de onda en la probabilidad cuántica). Otra posibilidad sería que a lo real -considerado en su materialidad fáctica opusiéramos una línea de lo ideal. Las posibilidades son amplias. Hemos propuesto que la utopía fuera el intento (no siempre conseguido) de igualar las dos líneas de hacer coincidir el hecho y el derecho, lo real y lo justo, lo determinado y lo probable o lo material y lo ideal. Por lo tanto la existencia de múltiples utopías, más o menos exactas. Porque no siempre la igualdad estricta es plenamente alcanzable y entonces el proceso de refino, de aproximación puede detenerse en un grado determinado, por ejemplo logrando un equilibrio (entendido como una igualdad parcial o no ontológica) y no la igualdad total. No siempre la distancia entre ambas líneas es cero aunque el proceso de refino pueda tender a infinito. Es de destacar que se ha introducido en la reflexión los conceptos de tendencia y de límite ajenos a la verdad absoluta de la metafísica. De nuevo nada de esto aparece en la exposición de Rancière y por tanto, le es achacable y de nuevo no es un intento de rebatir sus ideas sino de hacerlas accesibles.

 

Seguir a Rancière en esta deriva, en este desgranar los elementos intermedios que utiliza esta nueva utopía -hasta llegar al sorprendente final-  no es fácil (y está escrito por él de la forma que quiso escribirlo) por lo que me limitaré a resumir los pasos. En cada escalón la reducción de la distancia a cero, la identificación de los dos conceptos a reducir por la utopía, se expresa morfológicamente a través de  alguno de los equivalentes citados.

1.- Realidad-plano del territorio o de la situación estratégica.

2.- Hecho-derecho positivo-justicia, en el texto de “la guerra necesaria” en el que se afirma la legalidad (ha sido votada por la ONU), legitimidad (es contra un dictador declarado) y necesidad (para el equilibrio de la región) de la misma, 

3.- Legal-justo-necesario al imponer la garantía absoluta del poder sobrelegitimado.

4.- Punto del plano-pueblo (real), delimitado por una frontera.

5.- Pueblo-lugar que ocupa (sin historia), sin problemas, sin leyendas.

6.- Lugar de derecho-pieza del equilibrio mundial, localizado en el mapa.

7.- Causa del derecho-sobrelegitimación del poder (aluvión de bombas) de un pueblo invisible, incontable: Kuwait.

8.- Concepto-existencia como origen de la justicia.

9.- Justicia-equilibrio que reproduce, sin embargo, la injusticia: el malvado dictador que hay que eliminar es el bondadoso aliado de ayer, que anteriormente fue dictador enemigo feroz. Cierre del círculo de la política realista y sensata. El realismo también era una utopía. 

10.- Delirio de la potencia, aluvión de bombas-restablecimiento del equilibrio (reequilibrio) alterado.

11.- Paz-reequilibrio, tanto del equilibrio vital (el distinto valor de las vidas según el bando) y el equilibrio regional (reestablecimiento de una hegemonía mundial).

12.- Reequilibrio-hegemonía mundial restaurada (solamente la de la potencia estadounidense puede permitir la paz en Oriente medio).

13.- Restablecimiento de la hegemonía mundial- democracia más poderosa (USA).

14.- Democracia-totalitarismo (despotismo ilustrado).

 

Y así acaba la utopía definitiva la que reduce todas las intentonas de utopías anteriores… o este me parece a mí el argumento de este texto.

 

El desgarrado. Abril 2024.

 




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