» 19-04-2024

Lecciones de política alternativa 102-16. Rancière. Trump y el populismo. La toma del Capitolio. Desigualdad, superioridad, odio. “Los treinta ingloriosos”.

En Enero de 2021 Biden sustituyó a un Trump empeñado en acusarle de fraude electoral, posición tan enrocada que sus partidarios tomaron el Capitolio, demostrando que ni la primera democracia del mundo está a salvo de un golpe de Estado. Lo inesperado de la idea hizo que nadie estuviera preparado para llevarla a puerto.Trump aúna populismo (todo para el pueblo), ultraderechismo (conservadurismo extremo, antiinmigración, antifemenismo), a-profesionalidad (no soy político, USA se gobierna como una empresa), corrupción abiertamente practicada, y la mentira como forma de comunicación. En vez de millonario de familia (como todos los presidentes) éste es millonario fraudulento. El problema no es Trump sino los 75 millones que le votaron y que pueden repetir. Publicado en 2021, Rancière se adentra en todos estos puntos.

 

¿De donde ha surgido tanta irracionalidad? La de mantener las mentiras sobre el proceso electoral (entre otras cosas). La de los votantes que lo apoyaron. A) Algunos se aferran a la antigua tabla de salvación: ignorantes mal informados o almas crédulas engañadas. Pero ¿cómo creer en la ingenuidad y en el engaño en un mundo atravesado por la información ampliamente verificada? La respuesta es sencilla: Toda esa información sirve para engañar. La característica más extraordinaria de la nueva ultraderecha son las posiciones conspiranoicas y  negacionistas hasta el delirio. Nos encontramos ante una forma extrema de racionalidad: que obliga a ver en cualquier hecho particular la consecuencia de un orden global que cambia totalmente su sentido. Estas teorías surgen de una lógica que no es exclusiva de las mentes simples y de los cerebros enfermos. Dan pruebas de la sinrazón y de la superstición presente en el seno de la racionalidad dominante y en las formas de pensamiento que interpretan su funcionamiento. La posibilidad de negarlo todo es una perversión inscrita en la estructura misma de nuestra razón. 

 

Pero no basta con saber. Hay que querer. Es poco probable que los 75 millones de electores que han otorgado su voto a Trump sean todas mentes mediocres convencidos por sus discursos y por las informaciones falsas que difunde. No creen en su discurso creen en el sentido, que les gusta lo que oyen y la posibilidad de expresarlo con un Like o con una papeleta. “Y quienes difunden las informaciones falsas no son ni ingenuos que se creen que son verdaderas, ni cínicos que saben que son falsas. Simplemente son personas que tienen ganas de que eso sea así, con ganas de ver, de pensar, de sentir y de vivir en la comunidad sensata que te deje esas palabras” (Rancière 2023, 148). La respuesta es: populismo, que no invoca un pueblo bueno e inocente, sino, al contrario, a un  pueblo frustrado y envidioso, dispuesto a seguir a quien sepa encarnar sus rencores y señalar sus causas. Nos dicen que Trump representa a las víctimas de la crisis, del paro y de la pérdida de categoría. En dicho caso habrá que renunciar a la segunda tabla de salvación del confort intelectual, la segunda figura del pueblo al que tradicionalmente se le asigna el papel de actor irracional: ese pueblo frustrado y brutal simétrico al pueblo bueno e ingenuo. 

 

“Hay que cuestionar con mayor profundidad esta forma de racionalidad pseudoerudita que se aferra convertir las formas de expresión política del sujeto-pueblo en rasgos pertenecientes a tal o cual estrato social en ascenso o endeble declive. El pueblo político no es la expresión de un pueblo sociológico preexistente es una creación concreta: el producto de un cierto número de instituciones, procedimientos, formas de acción, pero también de palabras, de frases, de imágenes y de representaciones que no expresan los sentimientos del pueblo, sino que crean un determinado pueblo y crean para él un régimen específico de afectos” (Rancière 2023, 148). 1) En primer lugar es el pueblo producido por una institución concreta electoral: electores/electo. 2) A continuación es el pueblo construido a partir de una forma de trato concreta: las nuevas tecnologías de la comunicación, que permiten que todos digan cada día lo que se les pasa por la cabeza o por el corazón. 3) Por último es el pueblo construido por el sistema concreto de afectos que Trump ha levantado mediante este sistema de comunicación: no destinado a ninguna clase concreta; que no juega con la frustración, sino, al contrario, con la reivindicación de su propia condición; que no recurre al sentimiento de desigualdad que hay que reparar, sino al del privilegio que hay que mantener contra todos los que quieren atentar contra él. 

 

“La pasión a la que Trump apela no tiene nada de misterioso, es la pasión de la desigualdad, la que permite tanto a ricos como a pobres identificar a una multitud de inferiores sobre los que deben mantener su superioridad a toda costa. Puesto que siempre hay una superioridad de la que podemos participar: superioridad de los hombres o las mujeres, de las mujeres blancas sobre las mujeres racializadas, de los trabajadores sobre los desempleados, de quienes trabajan en las profesiones del futuro sobre los demás, de quienes tienen un buen seguro sobre quienes dependen de la solidaridad pública, de los autóctonos sobre los migrantes, de los nacionales o los extranjeros y de los ciudadanos de la nación madre de la democracia sobre el resto de la humanidad… Singular montaje que convierte la igualdad en una prueba suprema de desigualdad y la búsqueda de la felicidad en un afecto de odio. Sin embargo, esta identificación del poder de todos con la innumerable colección de superioridades y de odios no es equiparable a la ética de una nación concreta, ni siquiera a la de un estrato social determinado” (Rancière 2023, 150). 

 

“En Internet todos los días podemos ver el odio a cualquier forma de igualdad, repetido hasta la saciedad en los comentarios de los lectores del periódico. Igual que la obstinación en negar no es marca de mentes atrasadas, sino una variación de la racionalidad dominante; la cultura del odio no es el hecho de los estratos sociales desheredados, sino fruto del funcionamiento de nuestras instituciones. Es una forma de hacer pueblo una forma de crear un pueblo que pertenece a la lógica de la desigualdad. Hace casi 200 años que el pensador de la emancipación intelectual Joseph Jacotot, demostró como la razón desigual promueve una sociedad en la que cualquier inferior es capaz de encontrar a alguien inferior a él y de disfrutar de su superioridad sobre él. Hace solo un cuarto de siglo yo sugerí por mi cuenta que identificar la democracia con el consenso generaba, en lugar de un pueblo considerado arcaico de la división social, un pueblo mucho más arcaico basado únicamente en los afectos de odio y de la exclusión. Más que el confort de la indignación o de la razón, los acontecimientos que marcaron el final de la presidencia de Donald Trump deberían incitarnos a un examen algo más profundo de las formas de pensamiento a las que llamamos racionales y a las formas de comunidad comunidad a las que llamamos democráticas” (Rancière 2023, 151).

 

El desgarrado. Abril 2024.

 




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