» 23-09-2019 |
Continuo leyendo “Epigenética” de Jöel de Rosnay, Ariel, 2019. La primera reseña sobre este libro la podéis encontrar en Visto y oído 36. “Epigenética. Cuando el ambiente influye en la evolución”. La epigenética es la activación o desactivación temporal de unos genes debido a la voluntad o el ambiente pudiendo tener una persistencia transmisible por herencia pero temporal al fin. Su influencia es biológica pero tiene un correlato en el espectro social que es la epimemética (derivada del concepto de meme desarrollado por Dawkins en “El gen egosista” como gen cultural) que consistiría en la activación y desactivación de memes modificando el ADN social. Esta operación de expresión (activación) de memes se ve enturbiada, por los memes disruptivos, negativamente a modo de malwere que invade Internet y su ADN, desde las noticias falsas a la intoxicación informativa, sustentadas en la prevalencia de las emociones sobre las razones.
En principio Internet parece el campo ideal para la democracia participativa (y no representativa), pues todo el mundo puede expresarse en igualdad y llegar a todo el mundo. Eso no pasó desapercibido a los políticos cuyo oficio es la democracia representativa, que inmediatamente corrompieron el ADN social de Internet mediante rumores, chismes, cotilleos, fake news, ruido (exceso de información no fácilmente jerarquizable), intoxicación (Trolls en general) y otras formas de corrupción como las cuentas eco y las granjas de reproducción masiva de noticias falsas (bots: programas robots.). 48 millones de cuentas de Twiter (17%) sería robots cuyo único objetivo es manipular la opinión pública (Rosnay 2019:134) alcanzando la categoría de Arma de disrupción masiva (ADM). Y no solo los políticos. Las empresas de tecnología digital (Googel, Appel, Facebook, Amazon, Microsoft, Alibaba) GAFAMA por sus siglas, no solo colaboraron con las administraciones políticas en el espionaje de los datos de los ciudadanos sino que entraron a saco a expoliarlos para la construcción de perfiles comerciales ayudados por los usuarios de redes sociales que vertían sus datos alegre y confiadamente. ¿Otro Internet es posible?
Sabemos que las modificaciones epimeméticas pueden difundirse por la sociedad gracias a las redes de comunicación tradicionales y digitales. Esas modificaciones no tienen que ser específicamente negativas. Internet puede ser un bien común. Las redes sociales e internet de las cosas (la interconexión RFID automática de las máquinas y las cosas) posibilitan a cualquier persona el acceso al Big data (datos tan grandes, de origen variado, tan veloces que no pueden ser gestionados por bases de datos convencionales) mediante la transformación completa de los modelos, las prácticas y las formas de gobierno. Es un retorno al commoning (la puesta en común), a los bienes comunes en colaboración, al derecho ancestral de los ciudadanos de utilizar los bienes comunes. La utilización de los dispositivos móviles como sensores de contaminación, de tráfico, de clima, etc; la movilización de la sociedad civil en asuntos penales, políticos o ciudadanos; las peticiones (firmas) a través de Internet. Las denuncias (“mee too”), representan ejemplos del impacto epimemético de las emociones compartidas y su impacto en el ADN social.
Las redes sociales pueden ser utilizadas como un contrapoder lo que supone una “corregulación ciudadana participativa” (CCP), que nos defiende de la instrumentalización de políticos y empresas digitales. Un arma en la lucha contra los poderes totalitarios y los monopolios digitales: la “cibversión”. Para ello debemos modificar el ADN social. ¿Cómo? Las GAFAMA utilizan la inteligencia artificial (IA), los robots y el deep learning. Lo primero es levantar una muralla para protegernos. Y la cosa empieza por desconfiar de nosotros mismos. Hay que evitar reunirse alrededor de valores negativos: evitar el voto de protesta y abrazar el voto de convicción. El voto no debe contestar a más cosas de las que se preguntan (en el referéndum: qué, y en las elecciones: quién). No debe reflejar el descontento o ejercer el castigo. El voto no va de emociones, sino de reflexión y elección de opciones. Las opiniones negativas parecen más inteligentes. Los medios se llenan de catástrofes en los primeros veinte minutos… pero lo hacen porque nosotros los espectadores, las demandamos. “God news is no news” (McLuhan). Biológicamente es más rentable recordar lo negativo (y guardarlo en la memoria a largo plazo) que lo positivo (de gratificación inmediata y efímera). Es nuestro cerebro el que nos guía hacia lo negativo (“negative brain bias”). El miedo es útil, pero debemos enfrentarnos al hecho de que es un sesgo de nuestro cerebro.
Hasta aquí lo que dice Rosnay de Internet y política. No es mucho y expuesto de forma confusa (no está hablando de política sino de epimemética) pero alguna conclusión podemos sacar. Internet es una oportunidad, pero una oportunidad que requiere un esfuerzo por nuestra parte. El capitalismo (que ve nuevas formas de negocio, a poder ser despótico), los políticos (que ven nuevas formas de perpetuar la representación), las administraciones (que ven nuevas formas de dominación), no nos lo van a poner fácil. Y por último: nosotros mismos, que no resultamos ser el menor enemigo. El negativismo como posición biológica, la falta de unidad (individualismo), el emotivismo encadenado a la cólera, los celos, el miedo y la indignación, que nos nubla la razón. Juntos y razonables somos invencibles, pero sacarnos de nuestras casillas y desunirnos es demasiado fácil para el poder político y para el poder fáctico. Internet nos ofrece la oportunidad de acceder a una política participativa (una democracia directa) en vez de a esa política representativa en la que nuestra única participación es el voto. Pero nada nos será regalado. El esfuerzo debe ser nuestro y el poder ya ha calibrado los peligros y puesto en marcha sus estrategias.
Vienen nuevas elecciones porque a los políticos les conviene. El PSOE ha aprobado una ley, este año, que le permite usar los datos de los ciudadanos con propósitos electorales. Esa ley nos permite negarnos a recibir propaganda electoral. Será -por primera vez- propaganda personalizada, de acuerdo con los datos “robados” por los poderes fácticos y puestos a disposición de los partidos. Neguémonos. Dirijámonos a la Administración para que no nos coaccionen con el Big Data personalizado. Levantemos un muro que nos defienda. Doscientos mil ciudadanos ya lo han hecho. No seamos los últimos. Big Data no debería ser Gran Hermano (el de Orwell). En la próxima entrega de “Lecciones de economía alternativa” seguiremos analizando este libro y profundizando en la sociedad que nos abre. La política participativa está ahí y solo de nosotros depende que sea nuestra. ¿Entramos?
El desgarrado. Septiembre 2019.