» 03-10-2020

Lecciones de política alternativa 63: el liberalismo como ideología.

Dice Harari (aunque no es el primero) que la ideología es el parentesco más allá de de la genética. El parentesco político (el cuñadismo, sin ir más lejos), el ultraparentesco. El liberalismo no nació como ideología sino como dominación. Por la sangre (el parentesco), por la posición (la topología), por el poder (la fuerza) o por las alianzas (el convenio). El liberalismo nunca tuvo que explicarse, porque todas las explicaciones dimanaban de él. Dictadura, oligarquía, tiranía, seudo-democracia, imperio. Todo era un problema de la dominación por la fuerza (sojuzgación), por la palabra (demagogia) o por el engaño (política). Pero la dominación tiene un límite que es la revolución. Y ese momento llegó: el socialismo. Por supuesto para vencer a la tradición se necesitaron grandes pensamientos y pensadores y se gestó una ideología contraliberal. En ese momento los liberales (los dominadores) debieron “inventar” una ideología ad hoc.

 

No era fácil. Lo suyo era la tradición, pero la historia y la razón no se avienen bien. Hubo que articular una ideología negativa: 1) no al estado: el estado es el peor gestor del mundo porque genera la burocracia, el funcionariado y la ineficacia. 2) No a la regulación: el cuerpo social se autorregula. 3) No a la equitatividad: no todos somos iguales y hay que apoyar a los que más valen, a los emprendedores. 4) No a los derechos sociales que entorpecen la economía. La desaparición de los inútiles es darvinismo social. 5) No a la defensa del medio ambiente. Solo el progreso a ultranza puede mejorar las cosas. 6) No a la mesura: solo el desarrollismo puede salvarnos. 7) Y evidentemente: no a la equiparación de la mujer, que no era ni necesaria ni conveniente. Era el conservadurismo: todo lo que hasta ahora ha estado bien no tiene por que cambiar o, más arteramente el conservadurismo evolutivo, el lampedusismo: todo tiene que cambiar para que todo siga igual.  Esa era la “ideología” liberal, pero lo peor estaba por llegar.

 

Porque los avances de la ideología socialista consiguió logros que eran impensables: el estado del bienestar. Con un aumento descomunal de los impuestos (Piquetti) -mayormente asumido por los propios trabajadores-  se creó un estado benefactor que asumía el cuidado de los ciudadanos: sanidad pública, protección laboral, educación general, democracia política. Coincidió con una crisis de la ideología liberal que había conseguido producir miles de bienes que no sabía a quien vender. El capitalismo aceptó convertir a los trabajadores en consumidores (mejorando sus condiciones de vida) e “inventó” el consumismo. Por un momento pareció que las cosas habían mejorado pero la avaricia nunca duerme. En los ochenta Thatcher y Reagan implantan el ultraliberalismo: contubernio de los capitalistas y los gestores (financieros, societarios, políticos) con el fin de apoderarse de los ahorros de los trabajadores, de sus pensiones y de sus salarios. La base ideológica era que los sindicatos eran nocivos para la economía. Fueron destruidos.

 

Ahora, con los salarios en manos de los políticos-capitalistas, con los recortes en el estado del bienestar continuamente aplicados en bien de una economía que solo sirve a los capitalistas, con los ahorros de los trabajadores en manos de los gestores financieros, se procede a la privatización general de los servicios y al desmantelamiento del estado del bienestar, pero no rebajando los impuestos que lo hicieron posible, sino por la cara. El estado de la corrupción está totalmente implantado y no solo por el estado liberal y su ideología negativa sino que se ha propagado a los políticos de izquierdas que resultan pringados en esa red de corrupción que es, el contubernio políticos-capital. Todo el sistema está enfermo. El gran éxito de la no-ideología liberal es que es contagiosa. La defensa definitiva de la acusación de corrupción no es la demostración de la inocencia sino: “todos somos iguales”. Mal de muchos consuelo de tontos. Deberíamos poner en la cárcel a todos esos corruptos pero, enzarzados en luchas partidistas, queremos el mal del otro y no la bondad del propio.

 

La ideología liberal se ha convertido en un fascismo, tal como lo denunció Habermas: 1) el análisis: todo va mal, 2) la nación es lo primero, 3) la fuerza es la única solución, 4) el pragmatismo (en vez de la ideología), 5) el coraje: hay que atreverse a luchar. VOX, C’s el PP son partidos fascistas (lo que no quiere decir que esos rasgos no afloren también en el PSOE o en Podemos). Decía Ortega que el fascismo no es una ideología, es una estrategia. Quizás estamos en un tiempo en el que las ideologías no tienen sentido. Pero no olvidemos las palabras de Harari: son el parentesco más allá del parentesco (no en vano se autodenominan familias). ¿Si las ideologías se desmoronan nos quedamos sin aglutinante social? Me da la impresión de que estamos en un lío y todos sabemos como acaban estas situaciones. Siempre nos quedará… ¿qué?

 

El desgarrado. Octubre 2020.

 




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