» 22-11-2020 |
Entendemos (nos lo han hecho creer) que la libertad es un derecho irrenunciable y que la política nos la puede proporcionar. La revolución francesa lo ligó a la igualdad y a la fraternidad, pero la libertad no puede ser un derecho absoluto porque se opone a los derechos de los demás. Si nuestra libertad acaba en la libertad de los demás ya no puede ser un derecho irrenunciable sino un derecho relativo o mediado. La libertad tiene un límite bien definido, la libertad de los demás. No es difícil de entender. ¿Qué mejor se puede prometer que la liberación, la emancipación, la libertad? En un mundo en el que la dominación es la ley, la promesa de la libertad es lo más. No hay mejor eslogan electoral. Quizás hay una diferencia sustancial entre la libertad política y la libertad filosófica, es decir, la primera es un panfleto, pero ¿qué es la segunda? Evidentemente al integrar este blog en la sección de política alternativa ya es evidente que me sesgo por la rama política pero las cosas no son tan sencillas. Hasta el punto que empezaré por la filosofía (o quizás… biología)
Resumiré algunas de las posiciones que he defendido en otros blogs: 1) la libertad es una tendencia hacia una situación ideal. No es una realidad, ni es estática. Es un proceso, una aspiración hacia un fin inalcanzable. Matemáticamente sería una asíntota, una tangente a la curva en el infinito. No es el único caso de tendencia. El concepto también participa de esa cualidad que hace que lo definido se aproxime a la realidad tanto como se quiera pero sin alcanzarlo jamás. El concepto de tendencia se aviene mal con la tradicional idea de verdad (certeza al 100%) y se acerca al concepto de probabilidad (la verdad se gradúa entre el 0 y 100%). La teoría de errores se afana en disminuir el error a mínimos asumibles, en vez de alcanzar la inalcanzable certeza. Pero la ciencia (de innegable ascendencia metafísica) se resiste a entregarse en manos de la probabilidad (¡Dios no juega a los dados! dijo Einstein). En la metafísica la libertad es un absoluto (100%) frente a la dominación (también absoluta), como corresponde a los pares de oposiciones con los que trabaja. La cuántica (inmersa en la probabilidad) nos habla de una probabilidad estructural desdeñando la probabilidad tradicional debida a la falta de información.
2) La libertad es la consecuencia (el castigo) del libre albedrío biológico. Cuando el ser humano asume como su arma de supervivencia su capacidad mental (su cerebro más evolucionado), su capacidad de prever, la adivinación por diversos medios, asume a la vez el riesgo de decidir. Razonar es escoger entre diversas opciones. Pero decidir es a la vez que libertad (creación, invención) una situación de inseguridad y de estrés. La solución es que la razón articule mecanismos para que la toma de decisión sea lo más segura (acertada) posible. Tras abandonar el instinto (inflexible) el hombre se enfrenta a la libertad no como bendición sino como castigo (o como ambos). La libertad es el derecho, o la opción de equivocarse. Las primeras formas de razón son los refranes o adagios: fórmulas estereotipadas de decisión. Evidentemente no son universales (aplicables a todos los casos) lo que se desvela porque cada refrán tiene una réplica que dice lo contrario. Los romanos (Séneca especialmente) perfeccionaron este método y el Derecho -los brocardos- lo utiliza como base de su ejercicio). Evidentemente la razón no es la única manera de “adivinar” el futuro, de preverlo. La religión -revestida su verdad de la revelación, de la información directa desde el demiurgo- recurre a la autoridad máxima como respaldo de sus decisiones. La magia también se arroga la facultad de conocer el futuro. Entre la magia y la religión (desde el animismo hasta el monoteísmo pasando por la mitología). Pero las soluciones más elaboradas -tras ensayar: la intuición, la deducción, la inducción, la dialéctica socrática (y más modernamente: el método hipotético-deductivo, la falsación y la probabilidad) vendrán de la mano de la metafísica en la que se basará la ciencia.
La metafísica es un método de pensamiento de justificación circular. Es un bucle. Gödel determinó que ningún sistema puede demostrar su idoneidad utilizando exclusivamente las premisas del propio sistema. Ningún sistema de pensamiento es absoluto por sí mismo. Anteriormente Hilbert había renunciado a explicar el mundo con las matemáticas (¡ojo! este había sido el afán de la ciencia abstracta desde su aparición). Es imposible evadirse de los axiomas: las verdades evidentes e in-demostrables. Un modo de pensamiento circular (que se justifica en sí mismo) y un mundo axiomático (que necesita perentoriamente de ayudas exteriores). El sueño del mono loco se desmorona. No es posible encontrar un sistema de pensamiento que sea infalible. Tenemos que reconstruir el sistema de pensamiento que hemos usado durante 25 siglos: la metafísica. No hemos caído en el vacío. La fenomenología, la hermenéutica, la posmodernidad, la teoría de la contradicción, la cibernética, asoman para marcarnos el camino. Nada de lo anterior es pérdida de tiempo, todo ha sido necesario. Esa extraña ciencia -puro devenir- que es el evolucionismo, nos ha marcado el camino.
No acabo de comprender como esa libertad del homínido que escogió (biológicamente) el camino de la adaptabilidad frente al de la fijeza se haya convertido en un himno social. Convertir el dilema individual en fin político (aceptando político como teoría de la acción) me parece que necesita explicaciones intensas. ¿Quien convirtió la libertad en un caramelo? No me contestéis. Era una pregunta retórica. Probablemente por eso sale la derechona a gritar libertad en contra de la última (por ahora) ley de educación (con todo lo que eso significa de desprecio por la formación educativa). Ahí está pidiendo lo que históricamente han negado a esa mierda de pueblo que no se merece sino dominación. Claro que también puede ser ignorancia.
El desgarrado. Noviembre 2020.