» 14-02-2021

Lecciones de política alternativa 73. El triunfo de la partidocracia y el correlativo declive de la democracia.

La democracia otorga la legitimidad de su ejercicio al pueblo, como la monarquía al monarca o la dictadura a la fuerza y la aristocracia al nacimiento y la riqueza. Simétricamente podríamos llamar partidocracia a la que otorga la legitimidad o el fundamento del poder al partido político. La democracia nunca ha sido “real” y su virtualidad reside en que ha sido siempre un subterfugio, un ariete para derrocar otras legitimidades, como la de las fratias caciquiles en la Grecia antigua (Decreto de Clístenes 508 AC) o la monarquía en la revolución francesa, e incluso la metrópolis en el caso de las colonias en las postrimerrías del SXVIII. Si la oligarquía (el título de los propietarios, libres, masculinos, no extranjeros ni ocupados) se hubiera opuesto al poder del nacimiento y la riqueza de las fratias, la revuelta se habría entendido como un golpe de estado contra el estado legítimo. Lo mismo hubiera ocurrido si los burgueses se hubieran levantado como oligarquía contra la monarquía o las colonias contra los colonizadores. Por ello hubo que teñir la cosa de filosofía y de teología que “vistieran” la cosa, de legitimidad racional y moral.

 

La Constitución española (como todas) establece en el artículo uno que la soberanía reside en el pueblo y los otros trescientos y pico establecen como se recorta ese título jurídico hasta dejarlo reducido a una caricatura. Para ello los partidos políticos se reservaron el privilegio abusivo de la aplicación de la ley. En primer lugar se prohibió cualquier tipo de democracia directa que permitiera al pueblo intervenir en la realización de las leyes, en segundo lugar impidieron cualquier contacto entre los políticos y los ciudadanos de modo que se escenificara el aislamiento del pueblo en los periodos interelectorales, en tercer lugar la Constitución necesita un desarrollo de todos sus extremos a través de leyes que solo pueden aprobar los partidos. El recurso constitucional que permitiría que ciertos principios constitucionales se aplique directamente se realiza a través de un poder judicial que está mediatizado por los partidos. Si a esto añadimos una multitud de prebendas y exenciones que protegen a los políticos de cualquier posibilidad de ser responsables, se cierra el círculo del blindado de los partidos frente a cualquier control o intervención.

 

El SXX se encargó de hacer desaparecer la soberanía popular eficaz, al establecer que frente a una democracia teórica, de los valores, o de las legitimaciones se debía establecer una democracia pragmática del gobierno del pueblo pero sin el pueblo: la democracia virtual. Esta distinción ya la había denunciado el marxismo entre democracia real y democracia formal pero aplicada a la burguesía capitalista en vez de a los partidos políticos (los independentistas cometerían el mismo error oponiendo a los corruptos políticos centralistas los virtuosos políticos independentistas). La cuestión era (y es) que el problema se redujera a una cuestión de políticos buenos y políticos malos cuando el mal residía en la partidocracia.  Pensaban los revolucionarios que existía un facción de políticos honrados que podían derrocar a los políticos corruptos monárquicos. Hoy sabemos que son los partidos los primeros interesados en que la democracia sea un título vacío que esconde en sus pliegues el poder totalitario de los partidos.

 

La corrupción ya nos mostró que si bien solo algunos eran corruptos, eran la totalidad la que cerraba filas alrededor de los corruptos en un, a modo de gremialismo partidista. Unos por pillar y los otros por mirar hacia otro lado (por consentir), todos se convirtieron en corruptos y pronto la corrupción se vio como algo “natural” También los derechos humanos se vieron afectados por esta corrupción de la política. De los derechos del hombre (su figura desnuda) se pasó a los derechos del ciudadano (en cuanto nacional de un Estado) y por último a los derechos humanitarios (de la víctima que ni tan siquiera puede ejercer sus derechos y por tanto debe permitir que su derecho se subrogue en favor de las superpotencias dedicadas a imponer la democracia global: la democracia geopolítica). Las leyes mordaza arrasan con los derechos individuales en la democracia nacional, con una policía que ya es un ejército interior en defensa del orden y la seguridad. Las reformas de las leyes penales (delitos de odio, injurias a la corona, enaltecimiento del terrorismo, etc), de procesamiento para evitar el imputamiento de los políticos, de aumento de las tasas judiciales (para excluir a los ciudadanos, de la justicia). La exclusión de ciertos delitos (de “seguridad ciudadana”) de la vía judicial (vista ente el juez) en beneficio de la vía administrativa (multas desproporcionadas) es el remate de esta desfachatez democrática. Pero las cosas ya llegan al summum cuando el PSOE -aprovechando una directiva de la ley de protección de datos instada por la UE- aprovecha para todo lo contrario: permitir que los partidos políticos puedan apropiarse de los datos con relevancia política de los ciudadanos. Desolador.

 

Pero hoy USA ha alcanzado el plus del totalitarismo partidista, la partidocracia que acaba con cualquier atisbo de democracia: ha absuelto a un presidente del  partido republicano que había encabezado un golpe de estado. Es el triunfo de la topología: si el delito lo comete alguien de tu partido, no es delito. El estado de derecho a tomar por saco, el triunfo definitivo de la partidocracia. Es el fin del racionalismo, de la Ilustración, de los derechos humanos. No solo se trata de expoliar a los ciudadanos (¿debería decir a los seres humanos?) de la soberanía sino de establecer un estado de excepción (Scmitt, Agambem) perpetuo con respecto a los políticos partidistas. Eso es lo que ha ocurrido hoy en el Parlamento USAno. No el fin de la democracia sino el triunfo definitivo y sin paliativos de una forma de gobierno alternativa y definitiva de gobierno totalitario. La democracia ha pasado a ser una forma histórica de gobierno, pues ya no tiene ninguna realidad. Antes era el ejército (la fuerza) quien protagonizaba los golpes de estado. Los tiempos han cambiado. Ahora los golpes de estado los dan los partidos y nos cabe en España haber sido los primeros: La declaración de la independencia de la República catalana. La diferencia es que la declaración catalana fue fallida y la de los republicanos USAnos ha triunfado (por lo menos en los tribunales).

 

Y la absolución de un golpista coincide en el tiempo con la elecciones catalanas en las que ya nadie habla de golpes de estado excepto en la intimidad pero que el anhelo sigue ahí tan o más fuerte que nunca. Pero coincide también con otro acontecimiento que es el debate que se ha levantado acerca de las declaraciones de Iglesias (UP) sobre la plenitud de la democracia española. PSOE y PP (¡y VOX!) cierran filas en torno a la gran mentira: ¡el monarca está desnudo!. Decir que nuestra democracia es homologable a la de los países de nuestro entorno no es más que una verdad que esconde una mentira. Es como responder a una acusación de mentir con una comparación: ¡y tú más! Somos homologables pero no somos democráticos. Los republicanos USAnos lo han declarado abiertamente. Por cierto también es hoy el día de San Valentín, aquel obispo que oficiaba matrimonios en contra de la prohibición decretada por el emperador. Un caso de resistencia civil frente a una ley injusta (o, no) que todavía hace más sangrante nuestra situación: sin soberanía popular e inmersos en una emergente democracia de partidos, totalitarista, fascista y corrupta: la partidocracia. ¡Viva!

 

El desgarrado. febrero 2021.

 




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