» 22-04-2021 |
Es habitual entre los políticos apelar a la inteligencia del electorado como unidad. Como la decisión de un organismo único. “Si los ciudadanos quisieran mayorías absolutas, las votarían”. “Si quisieran que ganara la izquierda, la votarían” ¿Es el electorado un organismo pluricelular pero único? No tal como entendemos los organismos pluricelulares que siempre especializan a una parte para que dirija al resto. Sobre todo a medida que la libertad de decisión aumenta. Quizás el problema es metafísico. Me explico. La metafísica es un sistema de pares de oposiciones excluyentes: verdad/falsedad, si/no, este o aquel. No contempla la posibilidad de la verdad fraccionaria (30% de verdad, 70% de falsedad), no contempla la probabilidad (teórica) o la estadística (empírica). Sin embargo, primero ciencias como la termodinámica, la evolución de las especies, o la sicología evolutiva (y tradicionalmente todas las ciencias humanísticas) y posteriormente la cuántica admitieron la probabilidad como cognitivamente estructural. Desde la estadística y la probabilidad podemos considerar perfectamente que el cuerpo electoral es un organismo que coincide en resultados globales a partir de decisiones individuales. Son las decisiones de verdad fraccionaria: el apoyo del 35% a una facción política, como decisión global del cuerpo electoral.
Pero podríamos plantear la cosa al revés: ¿entiende el pueblo o el cuerpo electoral los mensajes políticos de forma unitaria? Para averiguarlo se hacen las encuestas. Las encuestas pulsan el grado de comprensión y de coincidencia que existe entre los individuos cuando se comportan como colectivo. Pero igual que el voto es individual, la opinión encuestada, también. Pero aquí se produce un efecto de retroalimentación: la encuesta puntúa las opiniones como ganadoras y perdedoras y nadie quiere perder. Por lo tanto, del resultado de las encuestas el individuo extrae conclusiones que pueden variar su voto. Volvemos a encontrar aquí la estadística, la verdad fraccionaria, pero en este caso con un efecto de retroacción capaz de modificar las opiniones y los votos. Pero el voto no puede ser individualmente fraccionario, es metafísico, escoge una respuesta hacia un solo candidato o un solo bloque. Pero todos estos matices son recogidos por los políticos para sus propios intereses partidistas.
La democracia actual (Rancière) se debate entre la elección popular (las personas) y el saber experto (las acciones, las políticas). Los políticos ceden (de mala gana) ante la soberanía popular (la elección de las personas) pero no consienten que esa supuesta soberanía se inmiscuya en el saber experto (las políticas). Teóricamente las elecciones de las personas se hacen en función de sus acciones plasmadas en los programas electorales. La facilidad para prometer y la dificultad de cumplir, ha llevado a los políticos a no prometer cosas concretas o a incumplir con excusas de mal pagador: “La coyuntura mundial lo ha hecho imposible” “Una catástrofe así era impensable” etc. Pero no solo se ha quedado ahí. Los políticos tratan de que el pueblo no entienda los problemas y no pueda formarse una opinión, es la intoxicación, la mentira, la posverdad, el silencio, el voto útil. ¿Qué logran con ello? Pues que el voto se produzca por sentimientos y emociones y no por razones. Se da por supuesto que los ideales de los partidos son inamovibles y por tanto en ausencia de información actualizada se vota una ideología que desgraciadamente ha evolucionado en la deriva imparable de la política hacia la oligarquía.
Pero incluso esta estrategia es discutible. La ultraderecha (y podemos incluir a la derecha actual) no tiene ideología (porque el fascismo no tiene ideología, lo que ya dijo Ortega pero que Habermas ha expuesto sin fisuras). Fuerza, coraje, espíritu, pragmatismo, historia. Y aunque no lo digan, el derecho inalienable del nacimiento, la riqueza, el saber y la fuerza para gobernar. Cuando Aznar expulsó a unos emigrantes metiéndolos en un avión dijo: “Teníamos un problema y lo hemos resuelto”. Eso es fascismo: el pragmatismo como ideología. ¿En ausencia de información y de ideologías que permite un voto seudo-razonable? La empatía, la oratoria, la galanura, la paisanidad, la coincidencia en el victimismo, quizás un empeño disparatado (de momento) como la independencia, la ecología, el animalismo, el machismo, la tauromaquia, el racismo y la xenofobia… Y siempre nos quedará la abstención que de acuerdo con el sistema electoral es un voto para la lista más votada. O el voto por prueba y error (si este no funciona, pues, ¡me voy a la Mutua!). La tradicional opacidad de los políticos, que siempre tienen más que ocultar que de enseñar, prefiere esta solución que el voto de la razón, la ideología, o la lógica, protegiendo el saber experto en contra de la soberanía popular, aumentando su oligarquía, utilizando las encuestas para sesgar el voto, con una ley electoral desigualitaria para los electores y para los partidos no bipartidistas. Y a esto el gobierno le llama democracia plena. ¡País!
El desgarrado. Abril 2021.