» 21-05-2021

Lecciones de política alternativa 83. La hipocresía. ¿Miente igual la derecha que la izquierda?

La política española e internacional a tomado derroteros denigrantes. Pero no es lo mismo cómo enfoca la derecha esta interpretación de la política a cómo la toma la izquierda. La política -ya lo decía Platón- era una cuestión de sangre, de fuerza, de saber o de ataque desmesurado al contrario (la democracia). La derecha es la heredera de los conservadores, que a su vez son herederos del poder de la sangre (monarquía, oligarquía), del poder de la fuerza (dictadura), del poder del saber (tecnocracia) o del poder de la reacción (democracia). El tema de la democracia lo explicaré mas adelante porque comprendo que lo dicho no basta, pero antes quiero constatar una cosa: la sangre y la fuerza nunca han aceptado que el poder se les escapara. La sangre inicia una evolución que le lleva a la oligarquía, el conservadurismo, el liberalismo y -ya con el capitalismo- al ultraliberalismo. Pero lo que no varía es suponer que emana de la gracia de Dios. La derecha y Dios son uña y carne. Las guerras de religión son suficientemente expresivas. Quizás deberíamos añadir a las formas de poder platónicas, el poder “por la gracia de dios”, que aparece en todas las monedas, y que siempre ha estado presente en las luchas por el poder. Los representantes de Dios en la tierra han hecho mucha y muy poderosa política.

 

Como Weber explica, el capitalismo nace de la mano de Lutero y Calvino. El catolicismo era partidario de la mediación del clero entre el fiel y Dios, de la caridad y de la anti-usura (es decir la aspiración a la riqueza es pecado). Todo eso lo dinamitan los reformadores. La relación con dios debe ser directa; Nada complace más a Dios que el emprendimiento y el afán de riqueza. La caridad es un impedimento y la usura una traba. Y así empieza la carrera (en los países del norte) hacia la riqueza, liberada de aquella maldición bíblica de los ricos y los ojos de la aguja. Los mediterráneos se quedan bajo la férula del papado que orquesta la contrarreforma y de paso la inquisición. Aquí se origina una diferencia norte/sur que todavía dura. Sin contar que librarse del clero ostentoso, corrupto y despilfarrador fue una ayuda inconstatable. El mediterráneo se quedo con Roma (el vaticano) y los nórdicos con la banca, el comercio y el pragmatismo.

 

Asociamos la revolución francesa con los “sens coulettes” (los desheredados, los que no vestían como los burgueses y los nobles) pero la realidad es que en 1789 la revolución industrial ya había empezado… 50 años antes. Quien explicó lo que había pasado en esa revolución fue Marx: la creación de una nueva clase obrera industrial cuyo única propiedad era tener hijos (el proletariado). Porque la “revolución americana” nada tuvo que ver con esto. Fue una revolución de propietarios (que no querían pagar impuestos) contra la metrópolis. Nada que tuviera que ver con lo social, con la emancipación o con la libertad (en todo caso con la libertad de Diaz la Madrid). No apostó por los derechos de los ciudadanos sino por los derechos de los propietarios (burgueses): esclavista, clasista y descaradamente capitalista (lo que tampoco quiere decir que el capitalismo no fuera una forma de revolución contra la monarquía y contra la colonización). Lo que tampoco quiere decir que la revolución francesa no fuera una revolución capitaneada por una burguesía que quería acabar con la monarquía absoluta, y una oligarquía del saber (ilustrado) utopista. La realidad es que la burguesía triunfó y la ilustración perdió.

 

Hoy sabemos (gracias a Marx) que el capitalismo ( la economía política) es una pieza clave de la metafísica (nuestro sistema de pensamiento hegemónico) en el que se establecen dos universales nuevos: el dinero como equivalente universal del valor y la mercancía como equivalente universal de… cualquier cosa material o espiritual objeto de comercio. El comercio es una forma de pensamiento (puesto que participa del mecanismo: abstracción-universalización-ley), una forma de intercambio universal en la que todo se convierte en mercancía. Ese es su fetichismo (como se sabe cualquier objeto fetiche puede representar a la pasión o al objeto deseado, es decir: es universal). Y de ahí, llegar al consumismo (el consumo por el deseo y no por la necesidad), solo hay un paso. El capitalismo no son personajes o leyes económicas. El capitalismo es parte de la metafísica. Parte de nuestro pensamiento más acendrado. Por eso se dice que es visceral, que lo tenemos en las tripas. Porque es parte de nuestro pensamiento metafísico.

 

El socialismo y el comunismo no lo entendieron así y trataron de combatirlo desde dentro de la metafísica. Es el mismo afán de algunas mujeres combatiendo el machismo (metafísico) de los hombres con sus propias armas (lucha, agresión, dominación, etc.). Al capitalismo y al machismo solo se les puede combatir desde el exterior de su sistema sustentador: desde fuera de la metafísica. Capitalismo y metafísica son lo mismo: sistemas de abstracción-universalización-ley dirigidos a dominar el mundo. Porque el mundo es un enemigo al que hay que doblegar. No es así. Por feroz que parezca se puede convivir con él. El comunismo y el socialismo no han fracasado porque sus fines fueran espurios. Han fracasado porque no han sabido escoger el campo de confrontación. Han aceptado hacerlo en campo contrario. Por eso Fukuyama pudo decretar el fin de la historia. Solo quedó un contendiente… porque jugaba en casa (en su casa ideológica). Para acabar con el capitalismo y con el machismo lo que hay que hacer es salir de la metafísica, escapar de un campo que es el suyo y que está contaminado. Y ese campo alternativo no puede ser otro que el pensamiento femenino.

 

Porque el capitalismo se ha convertido en un sistema de dominación. La lucha con el marxismo (socialismo y comunismo) le ha curtido de tal manera que se ha convertido en un ogro devorador. Nada se le opone porque todo lo domina. No es un sistema de pensamiento sino un sistema de opresión. El SXX alumbró la cibernética, un sistema de pensamiento alternativo a la metafísica. La abstracción se convirtió en Big data; la universalización se convirtió en computación; la ley lineal, ontológica y secuancial se convirtió en retroalimentación procesual en red. Era un cambio radical, pero ya era tarde. El capitalismo se apoderó de el. Las bases de datos se convirtieron en sus fondos de armario de la dominación (redes sociales, encuestas, saberes expertos); la computación, en un coto cerrado de la manipulación de los datos; y la retroalimentación un algoritmo privado que de puertas afuera seguía siendo la secuencialidad, lineal y ontológica.

 

Y en esta situación ya no hay derechas e izquierdas reales. Solo hay dominación conservadora de la sangre, de la fuerza, del saber. ¿Y qué pinta la democracia en todo esto?. La democracia es un subterfugio que utilizan los detentadores de la sangre, de la fuerza y del saber para pelearse entre ellos. Clístenes acabo con el poder de las tribus (fratias) reordenando el territorio en demos (barrios: de ahí el nombre). La oligarquía de los nobles acabó con la monarquía absoluta… apoyándose en el poder divino del pueblo. La burguesía acabó con el poder de los nobles inventando la soberanía popular. Los revolucionarios franceses orquestaron todo un saber sobre la soberanía popular y los derechos humanos que los burgueses aprovecharon en su favor (la revolución la hizo el pueblo pero los frutos los recogieron los burgueses). El social-comunismo esgrimió la dictadura del proletariado como poder incuestionable. Ninguno pretendió nunca darle el poder al pueblo, simplemente era una retórica contra el poder por la gracia divina, viniera de la sangre, de la fuerza o del saber. Tal como dice Rancière la democracia es el poder de los que no tienen ningún título para ejercerlo. Y no lo tienen porque es retórico, un subterfugio para que los verdaderos detentadores del poder histórica diriman sus diferencias.

 

Desengañémonos: la soberanía no reside en el pueblo. Si así fuera existirían instituciones de democracia directa que en España no existen ¡ni de coña! ¿Pero cómo podéis haber pensado que algo tan serio como el poder se le regalaría al pueblo? Pero el pueblo se lo creyó y ahora lo reclama. El único camino por el que la democracia llega al pueblo son las elecciones, mediatizadas, controladas, acotadas, pero que el pueblo se las toma como una fiesta comparable al festival de Eurovisión. Una fiesta de la diversión y para nada de la democracia. Y ahí empieza el sistema de las mentiras: soberanía sí, pero mediada por una serie de instituciones que no están en manos del pueblo. Soberanía retórica pero no pragmática. El pueblo no está preparado, dicen (en la actualidad el indice de universitarios es mayor en la población general que entre los políticos), etc. Lo malo es que esa costumbre de mentir fue enraizando en la clase política hasta llegar a lo que ahora es: una plaga.

 

Pero volvamos al principio. Los herederos del poder de la sangre, de la fuerza y del saber no mienten igual que los herederos del contrapoder popular, de los insensatos de la emancipación. Los primeros tienen mucho más que esconder. Y así se instaura el sistema de la hipocresía. Nada, excepto la historia, avala a los herederos de la sangre y de la fuerza. Por eso deben intoxicar más, al no tener razones. Los herederos del poder del saber tienen a su disposición la Ilustración (filosofía, ciencia) pero en el fondo no pueden ocultar que lo que persiguen -con otros argumentos- es el poder (si es absoluto, mejor). Solo el pueblo defiende la democracia y no lo hace con argumentos, sino por la revolución. Pero la revolución solo la hacen los que no tienen nada que perder. Solo hizo falta darles las migajas para que se hicieran conservadores. En resumen: nadie defiende la democracia. El desencanto conduce a la indignación pero mayormente a la desafección por una clase política en la que no se cree y de la que nada se espera. El pueblo ha tirado la toalla. La democracia se ha perdido. ¿Era este el fin de la historia de Fukuyama?

 

Y ya estamos en el panorama actual. La democracia es una ficción. Los conservadores persiguen la dominación de la sangre y de la fuerza y los progresistas el poder del saber y de la razón. Nadie quiere la democracia en tanto que gobierno del pueblo. Todos mienten pero de distinta manera. La sangre y la fuerza no se deben a nada: se puede mentir a tumba abierta. El saber y la razón exigen que las mentiras sean adecuadas a esos principios. No estamos en la verdad emocional (la posverdad), estamos en la hipocresía. Se trata de decir una cosa y la contraria continuamente, sin solución de continuidad. Se trata de intoxicar, de impedir que los ciudadanos se puedan hacer una idea -ni tan siquiera somera- de lo que ocurre. Se trata de desbaratar el voto racional, informado, porque lo que se busca es el voto emocional (por fidelidad a un ideario, pero también por ilusión de un cambio imposible, por desdén, por descarte, por joder, etc.). Un pueblo desesperado, desinformado y desafecto con sus líderes puede entender en la palabra libertad lo que no ha significado nunca: hacer lo que te de la gana. Y si todo esto no basta se intoxica desde las redes sociales con fake newws, amenazas, descalificaciones y trols. La crispación es el fomento de la emocionalización del campo político.

 

Hemos perdido la democracia y estamos a punto de perder la razón. La nave de los locos cabalga de nuevo. Quería insistir en las distintas estrategias de la derecha y la izquierda para mentir, pero se me acaba el tiempo. Volveré sobre ello, pero por hoy ya vale.


El desgarrado. Mayo 2021.




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