» 27-05-2021 |
Una de las bazas fuertes del PP en su delirio por arrancar al PSOE el poder que le ha usurpado (llegaron a negar la constitucionalidad de la moción de censura) y que siente que legítimamente le pertenece (por la gracia de Dios, como los monarcas absolutos), es la defensa a ultranza de la unidad de España. Defender la unidad de España (cuya disgregación parcial empezó con el Estado de las Autonomías constitucional y podría/debería seguir con el Estado federal) es una posición nacionalista-global-integrista (imperialismo) frente a los nacionalistas parciales o independentismos. En unos y otros subyace el concepto de Nación que en el siglo pasado suscribió plenamente el fascismo y que hoy siguen defendiendo los partidos neofascistas como el PP, VOX y C’s (en el caso de la gran nación) y los partidos nacionalistas: PNV, Bildu, ERC, JXC, BNG (en el caso de los nacionalismos independentistas). Para colmo del caos, Diaz La Madrid se ha declarado nacionalista madrileña (España dentro de España, libertad a la madrileña, enfrentamiento con el gobierno central, victimismo, identidad diferencial, autonomía política y fiscal, etc.). En un maniqueísmo cuasi-religioso el PP defiende la unidad de España y la nación Madrileña (gallega, castellana…) en una esquizofrenia política que toma del fascismo el concepto de Nación expurgado de cualquier veleidad separatista.
La nación. En 2018 escribí (Política y filosofía 7. Heidegger y el fascismo. Habermas): ”La nación. “El destino del mundo se decide en el centro de Europa: Alemania. En la situación política de 1935 Heidegger ve un reflejo de un momento de la historia del ser (gestado durante dos mil años) y al pueblo alemán como el llamado a solucionarlo. Heidegger convoca a los alemanes, que le escuchan 1935 y a los que le leen en 1953, a una existencia heroica contra el carácter adormecido y decadente de lo común y lo ordinario”. En nuestro equivalente español, la nación se convierte en el centro neurálgico de la política (Una, grande y libre, en palabras de Franco). Y la nación lleva aparejadas las ideas de raza, sangre y destino (una unidad de destinos en lo universal, en palabras de Franco). El Chauvinismo y la xenofobia solo son un añadido. El cierre de las fronteras a los inmigrantes (pobres) solo es el anticipo del cierre de las fronteras a las ideas y a las tendencias. El discurso nacionalista es propio de las periferias (los partidos nacionalistas) y del centro (los partidos imperialistas, colonialistas). En la actualidad toda la derechona es nacionalista-integrista, mientras las periferias históricas (Euskadi, Catalunya) son nacionalistas-independentistas”.
En aquel momento no había aparecido el madrileñismo diferencial de Diaz La Madrid, que toma del fascismo el concepto de nación invirtiendo el separatismo en integrismo: la obligación de todas las nacionalidades de plegarse a los caprichos de Madrid, abusando de su posición radial, y sede de la mayoría de empresas de España, así como de los ministerios, para practicar un hecho diferencial fiscal y de movilidad. Lo que hasta ahora había sido regionalismo de las autonomías en pocos años se ha convertido en conciencia nacionalista exacerbada por su “hecho diferencial” y por su color político cuando éste difiere del del gobierno central. La cuestión es que la política de la derecha se mueve entre el integrismo fascista de la Nación como “unidad de destinos en lo universal”, “Una, grande y libre” (Franco) y un hecho diferencial que evoluciona hacia posiciones que superan en mucho el autonomismo constitucional. Se sitúa, entonces el acento en la independencia: todos quieren ser nacionalismos autónomos pero solo algunos quieren separarse de la madre patria. Es la esquizofrenia nacionalista. Los escasos campos en los que el gobierno central (la Nación) puede legislar hacen que tengamos tantas leyes como autonomías en el 90% de los asuntos: Urbanismo, sanidad, empleo, infraestructuras locales, etc. El difícil conocimiento de estos campos ha propiciado durante la pandemia que las autonomías echaran la culpa de todo lo que pasaba al gobierno central cuando jurídicamente tenían las competencias de sanidad y asistencia geriátrica transferidas, aunque no pudieran decretar sobre derechos fundamentales como la movilidad.
El mantra de la unidad sagrada de España provoca inmensas desigualdades (leyes distintas) lo que resulta inconstitucional. Un estado federal en el que cada “región” se uniera voluntariamente acabaría con esta esquizofrenia. Es difícil aceptar que, para una región, ser nacional de un país sea una obligación sin disyuntiva posible… por muy constitucional que sea. La Constitución es una lista de derechos y de instituciones que -como en todos los países civilizados- se enmiendan periódicamente. En España no es posible porque todos temen que si se abre el melón de la reforma constitucional, los políticos pierdan las abusivas prebendas que se dieron aprovechándose de la transición. Las mayorías acrecentadas que son necesarias lo hacen prácticamente imposible desde la derecha o la izquierda que solo se ponen de acuerdo porque lo manda la UE, para aumentarse sus privilegios o para subirse el sueldo. Incluso el PP ha encontrado la manera de suspender la elección democrática de los jueces y del CSPJ mediante un veto inconstitucional del que se lucran todos los corruptos de su partido. Este callejón sin salida solo se arregla con una federalización de la estructura de Estado en la que la pertenencia a la unidad fuera voluntaria. Tal como están las cosas en Catalunya (gracias a la judicialización del problema operada por el PP), hoy por hoy es imposible.
Y esa solución pasa por encontrar una solución política, la excarcelación de los presos y la amistad entre pueblos que han permanecido cientos de años juntos. Sabemos que la entente entre la derecha e izquierda en Catalunya es imposible pero el PP se empeña en que el entendimiento entre las izquierdas nacionalistas e integristas también lo sea. La fórmula de Diaz en Madrid ha funcionado: nacionalismo de facto e imperialismo de iure. Probablemente Casado opte por esta opción que le aúna con la ultraderecha pero que le dará el poder. Para que puedan seguir gobernando como si España fuera el patio trasero de Madrid, a golpe de corrupción, de decretazo y de desigualdad. La esquizofrenia continuará por los siglos de los siglos: haciendo una cosa y predicando la contraria. Quizás sí tenemos los políticos que nos merecemos. Al menos: Madrid.
El desgarrado. Mayo 2021.