» 30-05-2021

Lecciones de política alternativa 84-3. Las lecciones del fascismo: una teoría de la transversalidad.

He hablado muchas veces de la transversalidad pero nunca de forma pedagógica. Es el momento. Tras hablar en el anterior blog de “lo que el fascismo nos enseñó”, cabe ahora, exponer una teoría sobre la transversalidad y espero que sobre la política. Como sabéis las tranversalidades son movimientos políticos que se desenvuelven en otra dimensión que los tradicionales. Me explico. Si consideramos que los pilares de la política son la derecha y la izquierda las transversalidades son las líneas horizontales que atraviesan esos pilares verticales y originan combinaciones insospechadas. Pongamos un ejemplo: si el feminismo es una transversalidad (que lo es) sus cruces con la derecha y la izquierda dan lugar a un feminismo de derechas y a un feminismo de izquierdas. Pensar que solo el cruce con la izquierda es históricamente válido es realmente incorrecto. No hay ninguna razón (teórica) para que no se pueda ser feminista de derechas. No digo que sea fácil. Digo que es posible.

 

A esos pilare históricos  de la política (derecha, izquierda) quiero añadir dos más: el anarquismo y el fascismo. Así las cosas los cuatro pilares serían: el socialismo-comunismo, el liberalismo, el fascismo y el anarquismo. Podéis pensar que doy demasiada importancia a dos movimientos históricamente poco relevantes. No lo veo así. Tanto uno como otro han sido relevantes, el uno organizando la segunda guerra mundial (y la dictadura española) y el anarquismo apostando por el progreso de la especie política humana (bombas, aparte… que más hubo en la guerra mundial). Analicemos: 1) el liberalismo, es un pastiche de la política de la sangre, de la política del poder, de la política del saber y del conservadurismo tradicional… revitalizado por la aparición del socialismo marxiano. Su principal axioma es que la política es economía. El Estado es accesorio. El mercado -librado a sus leyes naturales- es suficiente para regular la economía y por tanto la política. Se sustenta en la ideología capitalista (el poder de la sangre, de la fuerza, del saber, de la tradición y de la economía política). En resumen: el poder de los que nacieron para ejercerlo.

El socialismo-comunismo es la idea de Marx para combatir una situación dantesca de la sociedad industrial en la que los proletarios trabajaban 14 horas/día (situación que duraba un siglo) y el trabajo de las mujeres y de los niños era habitual, viviendo en yacijas insalubres. Toma la idea de la economía política para reformularla: el dinero es el equivalente universal del valor y la mercancía es el equivalente universal del comercio. Eso conduce a que el trabajo tiene una plusvalía (un aumento de valor) del que se apropia el capitalista. Ambas ideas de la economía política son plenamente acordes con el sistema metafísico (leyes a partir de universales obtenidos por abstracción). Marx quiere cambiar el sistema de trabajo (el reparto de la plusvalía) pero no el sustrato metafísico de la economía política. De ahí nace la denuncia del concepto del fetichismo de la mercancía: todo es mercancía desde el deseo… al arte. El capitalismo ha subvertido el concepto de economía política. La mercancía trasciende lo material. Por fin el capitalismo tiene un enemigo a la altura de sus posibilidades. Ni que decir tiene que el socialismo nació para mejorar las vidas de los trabajadores, para mejorar la igualdad y para ejercer una función social. Lo del reparto de las vacas vino después. El socialismo acepta (y desvela) el sistema metafísico (la economía política, el valor, la mercancía, el fetichismo, la plusvalía) pero niega su gestión

 

El fascismo también es una fórmula para arreglar las cosas pero de manera peculiar: reactiva. Tal como lo ve Habermas (en su feroz crítica a Heidegger) el fascismo se explica por cinco puntos: análisis del desastre, nación como democracia, fuerza como medio privilegiado de acción, pragmatismo como ideología y  el coraje (los cojones). Todo ello conduce al patriotismo, al racismo, a la intolerancia (la nación), al machismo (fuerza), al chaqueterismo (pragmatismo) y a la violencia (el coraje). De alguna manera el fascismo acepta el sistema pero no acepta los medios.

 

El anarquismo llega más lejos y niega la mayor: la economía política. En ambos extremos: la economía y la política. La anarquía piensa que hay que reformularlo todo. Estamos en un sistema de dominación -dicen- que debe ser cambiado. La vía para lograrlo es doble: violenta o pacífica. La anarquía pone en tela de juicio a los políticos, lo que les ha conducido a que hayan sido siempre perseguidos olvidando todos los logros que han conseguido para la sociedad (Montseny). Ya tenemos los cuatro pilares. veamos ahora las tendencias transversales.

 

Feminismo. Las transversalidades -tal como hemos comentado- son tendencias que pueden transitar por los cuatro pilares comentados. Se puede ser feminista en cualquiera de los cuatro. El feminismo es la transversalidad más numerosa pero no la más influyente. Su reivindicación es evidente. Históricamente siempre ha sido así de dramático. En la actualidad sigue habiendo reticencias (expresas o tácitas). Algo tan simple como que las mujeres son iguales a los hombres es negado aún por muchos, aduciendo ridiculeces que siempre parten de que el modelo al que hay que comparase es el masculino. El feminismo no es unitario. Su lucha está dividida entre distintas tendencias. Si las mujeres formaran un partido, ganarían todas las elecciones. Promover sus diferencias es esencial para que eso no pase. Los partidos políticos han tratado de absorber esas transversalidades para evitar competencias.

 

El ecologismo es otra transversalidad importante (y en ascenso). La conciencia ecológica no tiene porque ser solidaria con alguno de los cuatro pilares. Ser de derechas no es incompatible con ser ecologista… aunque no es habitual, pero no por conciencia sino por disciplina. Ni que decir tiene que el cuidado (del planeta, de los próximos, de una misma) es mucho más femenino que masculino. El ecologismo es afín al feminismo. Con una adecuada pedagogía esta coalición sería abrumadoramente mayoritaria. ¿Por qué no ocurre? La disciplina de los pilares verticales (socialismo, liberalismo, fascismo y anarquismo) es brutal. “El que se mueva no sale en la foto” dijo Guerra. La disciplina de las transversalidades es tenue, ligera. Son partidos nacidos de la libertad y por tanto al margen de la coerción (disciplina).

 

El nacionalismo es otra transversalidad en alza y actualmente protagonista de los dolores de cabeza del Estado. Sus problemas son los mismos que los de los anteriores: legislación adecuada, reconocimiento popular, unidad. Para su desgracia la derecha y los ultras han decidido que esta es la clave de su arco (la pieza que lo arma). Existen distintas estrategias: los catalanes han optado por independencia o muerte, mientras los vascos prefieren esperar su momento (que sin duda llegará) pero es que los bocazas catalanes le prometieron al pueblo que la cosa estaba hecha, y esos incumplimientos al pueblo no le gustan. Es una transversalidad compleja. En el mundo hay multitud de nacionalidades que aspiran a la independencia. Para un caso como el de Chekia-Eslovakia tenemos el aterrador caso de Yugoslavia (por hablar de Europa).  Hay que decidir si será a las malas o las buenas. Pero los ciudadanos ya han sido engañados.

 

Los altersexuales son otra de las transversalidades que -sin ser mayoritaria- supone más del diez por ciento de la población (estimación). Esta transversalidad es la que legislativa y socialmente ha mejorado más (públicamente) y de la que menos datos se tiene sobre su adhesión a los distintos pilares (aunque se sospecha). La derecha ha sabido subirse al carro de la tolerancia cuando vio que no podía luchar contra una marea que era imparable. Los ultras siguen manteniendo su intolerancia. Son el último bastión de la resistencia contra la descomposición de la civilización occidental. Que así sea.

 

Hay otras, que sin ánimo de ofender, se pueden llamar menores (en apoyos): los animalistas, por ejemplo. La creciente individualización de la ciudadanía hace pensar que  estos grupos se multiplicarán (para desesperación de los grandes partidos). Llama la atención que no exista una transversalidad acerca de la descolonización (que formaba parte, como algunos de los anteriores, de los estudios culturales que en las universidades americana dieron lugar a este despliegue). Tendencia, que no solo incluiría los problemas de inmigración y emigración, sino también el cuidado de las fronteras (como la marroquí)  -que acaba de hacerse ver- o nuestras relaciones laborales con la UE que -una vez conseguida la libre circulación de capitales- parece que se interesa menos por la libre circulación de mano de obra.

 

El panorama político ha pasado de ser lineal a ser bidimensional, cartesiano. Nuestra posición política se define hoy por dos dígitos, dos posiciones en lo vertical y lo horizontal. ¡También es mala suerte que en el momento en que la desafección por la política se ha convertido en norma, encima, la comprensión de la política se complica espacialmente! Pero no es electivo: o nos ocupamos de los políticos o ellos se ocuparán de nosotros. Es casi tan acuciante como lo del clima, el feminismo, el nacionalismo o la altersexualidad. ¡That’s live!

 

El desgarrado. Mayo 2021.




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