» 18-03-2022 |
La pandemia, el clima, la guerra, las multinacionales, los nacionalismos, las huelgas patronales, el aumento desaforado de los precios del gas, de la electricidad y de los carburantes, la política (conservadora de sus privilegios) y el giro fascista de la sociedad, el individualismo, la plutocracia, los medios alineados, la intoxicación de la información. Nuestro mundo está cambiando y nuestros políticos no se han enterado. Pero ¿Cuales son las claves de ese cambio? Es lo que trataré de explicar en éste texto.
1) El orden anterior. La sociedad del SXX era una sociedad polarizada políticamente en trabajadores y empresarios, en derechas e izquierdas. El Estado -en los dos modelos dominantes de gobiernos- era el de una economía dirigida para el bloque comunista y de una economía liberalizada de la férula del Estado, con múltiples fórmulas intermedias. Militarmente esos dos bloques formaron dos alianzas de “defensa”: la OTAN y el Pacto de Varsovia, instalados en la guerra fría con armas de destrucción total que actuaban como disuasivas. La legitimación del poder residía en el pueblo (tanto en la democracia como en los totalitarismos fascistas y comunistas de Estado), con prácticamente nula intervención (democracia directa) en la cosa común por parte del pueblo. La democracia es nominal sin reflejo real serio en manos de la oligocracia de los partidos políticos que “representan” a los ciudadanos. El bloque fascista-comunista, en defensa del pueblo, instaura la oligocracia burocrática. Las urnas no recogen el sentir popular (mediatizado y manipulado) sino los intereses de esas oligarquías. El terror y la manipulación informativa (de los medios y del propio Estado) se convierten en los medios para obtener la adhesión de las masas.
2) Las transversalidades. Esta situación -que las oligarquías desean eterna- se viene abajo en 1989 con la caída de la URSS. El bloque liberal lo celebra como una victoria y decreta el fin de la historia (Fukuyama). En el bloque ex-soviético una nueva oligarquía se reparte los haberes del estado comunista en un expolio vergonzoso. China y Rusia se convierten al capitalismo más extremo pero sin los “gestos” democráticos de occidente. Capitalismo sí, pero en una economía dirigida por el Estado. Es la primera gran transversalidad: capitalismo sin democracia (aunque fuera mínima). El antiguo bloque comunista olvida la lucha de clases para imitar de occidente la desigualdad de la dominación de los poderosos. Es el principio del fin de la transversdalidad más profunda de todos los tiempo: derecha-izquierda. Pero las democracias occidentales no se dan cuenta de que nuevas transversalidades asaltan la política: de género, de sexo, de dominación colonial, de la ecología, del antropocentrismo, en muchos casos asimilados como corrientes por los partidos políticos. Pero la simiente está sembrada y poco a poco va germinando.
El nuevo orden que sustituye a la lucha de clases marxista fracciona el sencillo espectro trabajadores-empresarios en: empresas multinacionales, empresas nacionales, empresas individuales (autónomos) y trabajadores en extinción a manos de la robótica. Las empresas multinacionales pueden esquivar las reglamentaciones nacionales localizándose en paraísos fiscales (como Irlanda) lo que les permite no pagar impuestos. Su poder fáctico (su brutal importancia económica que las hacen, o bien superiores a los Estados, o bien demasiado grandes para caer) se impone al poder del Estado. La revolución de los autónomos (empresarios individuales indistinguibles de los trabajadores… si no es por su orgullo de empresarios) y de los falsos autónomos (la economía colaborativa) rompe aquella clara división de trabajadores y empresarios para introducir un término mixto trabajador-empresario: trabajador en cuanto está excluido del capitalismo, pero empresario en cuanto es autónomo y cuida de sí mismo. Toda la ira de la opresión de los trabajadores se traslada a los autónomos, que, de hecho, son los nuevos proletarios. ¡Eso sí! con su camión, su tienda, su propiedad vinculada al trabajo.
Las izquierdas se fraccionan (históricamente) en socialistas y comunistas. La potente atracción electoral del “centro” (donde están la mayoría de los votos) hace que los socialistas pasen de Marx y los comunistas de Lenin. En la derecha la “centralización” consiste en la adhesión al ultraliberalismo y el olvido de franquistas, falangistas y otros fascistas en general. Pero no era un olvido sino una estrategia. En España, una escisión de la derecha (PP) se caracteriza como ultraderecha (VOX). Pero el retorno de los radicales (de izquierdas y de derechas) se realiza desde el camuflaje: los comunistas se convierten en IU y los fascistas en VOX. Los nombres empiezan a ser más importantes que los contenidos. Porque para los partidos políticos (que defienden la democracia sin democracia interna, por no decir desde una jerarquía soviética) los votos son lo único importante, como para los medios informativos son más importante el “shere” (las ventas, la audiencia) que las noticias. La intoxicación se convierte en el medio de relación privilegiado entre políticos y ciudadanos.
3) La irrupción de la ultraderecha. Esta estrategia de camuflaje (de intoxicación) es la que aprovecha la ultraderecha (y digo “aprovecha” porque los partidos ya la utilizaban profusamente) para camuflar su absoluta ausencia de democracia. El poder para los fascistas es algo que no responde a ninguna ideología, que se centra en el asalto al poder por la fuerza (la “dialéctica de los puños y las pistolas” joseantoniana), el nacionalismo exclusivo (nosotros… pero no los otros), el análisis sesgado de la realidad (el suprematismo de la raza, el linaje, la religión y el género) y el pragmatismo a ultranza (para sustituir la ideología). Todo ello se resumió en el epíteto que utilizaron para hablar de sus más cercanos opositores: “la derechita cobarde”. Todo ello se esconde tras eufemismos como “la mayoría silenciosa”, la “inmigración ordenada”, “la violencia intrafamiliar”, etc. Pero lo dramático de esta realidad no es la existencia de la ultraderecha sino la fascistización de la sociedad. Porque la sociedad ha dado un giro hacia el fascismo de la mano de la individualidad y de la desafección política.
Porque la impostura de democracia que los partidos políticos han impuesto, ha alejado a los ciudadanos de una participación que es una pantomima. Esa desafección por la política conduce a que la “fiesta de la democracia”, el voto, se haya convertido en algo que sirve para castigar, para insultar, para reírse, para deshojar (descartar) las opciones, y sobre todo, para constatar que no sirve para nada. Eso es campo abonado para facciones -como VOX- que a través del populismo, se aprovechan de tanto voto desinformado y espurio. La ultraderecha se ha alojado en los pliegues de la democracia: los cornudos, los taurinos, los cazadores, los violentos de género, los franquistas, los fascistas, los autónomos, los xenófobos, los racistas, etc. Muchas minorías hacen una mayoría. La “democracia” de VOX se basa en grupos (oligarquías) marginados u olvidados por los grandes partidos en una perfecta “democracia orgánica” al modo franquista. Hoy, VOX tiene el 20% de los votos, votos que no son demócratas, sino desafectos, cabreados, abandonados u olvidados. Una mayoría hecha de patchwork (retales). El pragmatismo, el utilitarismo, consiste en prometer soluciones… sin ideología (que es la cláusula de cierre de los partidos de clase). Eso garantiza que su voto sea volátil (como lo fue el de C’s) por lo que pueden perderlo en cualquier momento, pero para eso haría falta que los partidos de clase no mandaran al paro político-democrático a millones de ciudadanos.
4) La globalización. Vivimos en la aldea global. Las empresas se deslocalizan para encontrar el mejor precio de producción y el mejor beneficio. Los tratados comerciales son los vertebradores de las relaciones internacionales. Las multinacionales son la prueba de que la ultra-nacionalidad es el campo del negocio comercial. La deslocalización total será la robotización del trabajo, aunque no será una deslocalización geográfica sino sustancial: la desaparición de los trabajadores. La UE se llamaba Unión económica europea. De hecho es exclusivamente económica (libre circulación de capitales y mano de obra) aunque sin centralización de la decisión económica… ya que la unión política y fiscal ya se ha abandonado. Rusia necesita una unión amplia para evitar que las antiguas repúblicas soviéticas se pasen al bando occidental (como Polonia, Hungría, Rumanía…) e incluso se adhieran a la OTAN y le pongan misiles en la frontera. Porque la unión económica hace la fuerza… y es la única posible entre naciones soberanas.
5) El nuevo orden. ¿Como se reflejan todas estas circunstancias en el orden mundial? o dicho de otra manera ¿qué consecuencias tiene el desprecio de las transversalidades, las minorías, el medio ambiente, la democracia y la globalización? La guerra de Ucrania es la consecuencia de un régimen en el que bajo la apariencia de democracia se oculta una economía dirigida por el Estado (la oligarquía del Estado) que ha sido consentida por las democracias occidentales por intereses económicos o políticos. La pandemia es el resultado de una política sanitaria mundial inexistente, unas farmacéuticas insaciables, la deslocalización de equipos sanitarios, la utilización de la biología como arma, la ausencia de medidas de higiene por abaratar los precios (por la competencia), la estupidez y la estulticia de los políticos. La huelga (patronal) del transporte es la consecuencia de la nueva clase social de los autónomos que sin formar un sindicato mayoritario, escuchan el canto de las sirenas ultraderechistas y asaltan el poder con fórmulas que, en su momento desarrollaron los
trabajadores oprimidos, y la inopia del gobierno que no se ha dado cuenta que los autónomos son una bomba de relojería en manos de la ultraderecha.
Todo ello se ve agravado por un individualismo (que no es inseparable de la desafección por la política: ¡si el estado no cuida de mi, ya me ocuparé yo mismo!). Individualismo que convierte los problemas propios en los únicos a considerar, en un egoísmo que desmonta la idea de que somos una sociedad. Las multinacionales de la energía son consentidas por los Estados para que se forren, a cambio de unas regalías a los políticos (puestos en consejos de administración, puertas giratorias y mordidas) que solo se pueden llamar sobornos. El clima cambia porque los Estados no quieren saber nada de usar energías menos corrosivas (carbón, petróleo, gas, nuclear) porque son más caras a corto plazo. Los residuos industriales, nucleares, son problema del Estado como también lo son los desastres industriales como los derivados del fallo de las centrales nucleares, los escapes tóxicos, la comercialización de venenos (Colza, Talidomida) o de los futuros problemas que causarán los transgénicos.
El género femenino no solo es reprimido por tradición (siempre ha sido así) sino también porque la filosofía femenina de cuidar y conservar en vez de destruir para reconstruir o usar y tirar, el pacifismo, la síntesis, etc. se oponen a los intereses de los explotadores, porque son mano de obra más barata, un 30% más barata. Y más dóciles. Aunque eso está a punto de cambiar. La ultraderecha nos propone restaurar el orgullo y la dominación del macho herido. La descolonización en España no tiene mucha presencia, más que nada porque solo podemos ocupar el islote Perejil. Sin embargo la derecha y la ultraderecha defienden el “legado” español en América como una epopeya de la que presumir. La esclavización, la destrucción de sus culturas, la imposición de una religión y una lengua, la transmisión de múltiples enfermedades y el esquilmado de sus riquezas, no tienen importancia frente a la labor cultural y evangelizadora llevada a cabo. La homofobia sigue presente de la mano de la derecha y la ultraderecha que siguen sin admitir la altersexualidad y no se privan de agredirla.
No es difícil saber porque la luz, el gas, los carburantes son mucho más caros: la guerra. Pero la guerra no explica por qué las multinacionales de la energía cobran las energías baratas al precio de la más cara. Evidentemente porque en algún momento los políticos les otorgaron tan pingüe beneficio. Hemos visto como las eléctricas vaciaban los embalses para poder cobrar la energía hidroeléctrica al precio del gas. Las energías se han convertido en un banco para las empresas cuyos depósitos se revalorizan mientras haya una sola energía que se encarezca. Y si la diferencia entre la más cara y las otras es abismal debido a la guerra pues ¡viva la guerra! La guerra hace que el gas, la electricidad y el petróleo suban, pero no hace que suban las otras energías que sin embargo pagamos a precio de guerra. Cuando el bocazas Nuñez acusó al gobierno central de estar forrándose con los impuestos (obviando que más de la mitad van a su bolsillo) no se le ocurrió que quien se esta forrando son las empresas del ramo. Por algo será. Por cierto, debió ser un lapsus, pues no era él el que se forraba sino las arcas del Estado, pero claro, cuando piensas que parte de ese ingreso va a tu bolsillo es razonable personalizar
Porque en este estado de las autonomías en que vivimos casi todas las competencias están transferidas y si las autonomías no toman medidas para atajar la galopada de los precios de la energía por lo menos deberían dejar de pedir al gobierno central que lo haga… como si no fuera con ellas. Es parte de la continua campaña de intoxicación en la que están envueltos los políticos. Política de palabras y no de hechos a la que pronto se ha apuntado el próximo paladín del PP, evidentemente escogido a dedazo, como corresponde a un líder democrático. Campaña que ha conducido directamente -por la desafección y por la decepción- a que el 20% de los ciudadanos voten a la ultraderecha. Pero eso ya no tiene importancia para el PP que ya ha pactado el gobierno de CyL con los ultras y se apresta a hacerlo de nuevo en Andalucía. Con los radicales de la izquierda no se tiene que pactar. Ni con los independentistas, esos antidemócratas, rompeespañas. Pero con los hermanos radicales de la ultraderecha, fascistas, homófobos, xenófobos, racistas, eso, eso es otra cosa. Al fin y al cabo, qué es la democracia sino un trámite, una mentira, un frenesí.
De los medios alineados, intoxicadores y esclavos del capital, hablaremos otro día. Lo que está claro es que la política de los partidos políticos está totalmente desorientada: ignorar la transversalidad, la ecología, arrimarse al sol que más calienta, intoxicar como norma, poner los votos por delante de cualquier cosa, manipular la democracia, afiliarse a la metafísica (aunque no se hayan enterado de lo que eso es), reducirlo todo a la economía (al comercio… para que me entiendan), todo eso es vivir en otro siglo. ¡O os ponéis las pilas o estáis muertos!
El desgarrado. Marzo 2022.