» 06-06-2021

Lecciones de política alternativa 86-2. Las nuevas estrategias políticas. La incoherencia, la marrullería, la confrontación, la mentira, la calumnia, la intoxicación y el postureo.

2) La marrulleria. La palabra congelar ha desaparecido del lenguaje político. Lo inventó -como no- el PP cuando decidió subir las pensiones el 0,25% (un euro por cada cuatrocientos) -que es como no subir nada- simplemente para evitar la palabra congelación que evidentemente echan en cara a sus oponentes como si hubiera alguna diferencia entre subir un 0,25% o un 0,00%. Como en el caso de la incoherencia, es una estrategia que solo persigue anular la repercusión mediática y la polémica partidista, puesto que no son medidas que repercutan en la vida de los ciudadanos. Por el contrario son medidas que lo que tratan de hacer es engañar a los ciudadanos mediante maquillaje de medidas impopulares. Las marrullerias tratan de confundir, de intoxicar y de despistar. Guindos dijo que el rescate de la banca no nos costaría nada y el de la Sareb (el banco malo) tampoco. Entre los dos han costado 100.000 M€.

 

La gestión de los impuestos son otra de las marrullerías que practican los políticos y sobre todo el PP. Lo primero que se diseña con cuidado son las fechas. En general las derechas aseguran que no se subirán los impuestos -en las campañas- cosa que incumplen sistemáticamente. Los impuestos se suben justo al llegar al poder, para que se de tiempo a que los ciudadanos olviden -en los cuatro años de legislatura- el palo que se les ha dado. Por el contrario las izquierdas (Gabilondo se desmarcó en las elecciones madrileñas) suelen anunciar impuestos para los ricos durante las campañas. Sin embargo la progresividad del impuesto (que paguen más los que más tienen) no se sigue ni se ajusta en absoluto. Las multinacionales pagan el 1%, los bancos el 7%, las grandes empresas el 8% y los trabajadores el 20%. Pero además las posibilidades legales que tienen los ricos de evadir impuestos son innumerables desde las Sicab (sociedades patrimoniales de cotización super-reducida) hasta la exportación de capitales a paraísos fiscales (con la connivencia de hacienda que no ha pillado nunca a nadie cuando los papeles del Mosad demostraron que estaban casi todos implicados), pasando por todo tipo de subvenciones y ayudas. Por ese agujero se van casi 100.000M€. Es más fácil esquilmar a millones de trabajadores sin medios jurídicos de defensa (por algo se subieron las tasa por la derecha y por algo no las ha bajado la izquierda) que una minoría de prebostes con todos los medios de corrupción y de defensa.

 

Pero la principal marrullería es la desinformación de los ciudadanos. ¿Qué sentido tiene desinformar? Muy sencillo. Ante la imposibilidad de entender las actuaciones concretas, ni dilucidar quien tiene razón y quien miente, los ciudadanos votan emocionalmente. Si eres de derechas votas a la derecha y si eres de izquierda votas a la izquierda (y si estás cabreado votas al otro), prescindiendo de su palmarés reciente. La proliferación de partidos ha complicado las cosas, puesto que el antiguo esquema de votar a los unos o a los otros se ha hecho imposible. Los partidos del bipartidismo lo han solucionado llamando (denostando) a los nuevos partidos: ultraderecha o ultra-izquierda. El partido que se declaró de centro (C’s) pronto se decantó hacia la derecha, de manera tan llamativa que sus votantes lo abandonaron.  Pero además han aparecido las transversalidades (feminismo, ecologismo, independentismo, altersexualidad, animalismo, católicos ortodoxos, europeistas, bacteria, voto en blanco, I+D, etc.). Aquí la desinformación funciona de maravilla porque averiguar que posición tiene cada partido, sobre todas estas cuestiones, es imposible. Sin ir más lejos VOX se declara feminista… negando la violencia de género, o progresista… negándose al aborto, la eutanasia o el matrimonio amplio.

 

Porque el apoderarse de los eslóganes del contrario es una de las maniobras de desinformación más importantes. Las facciones de la derecha no inventan conceptos político-sociales porque son profundamente conservadores. Pero en el campo económico sí inventan nuevas formas de “libertad” de operación: desregularización, apalancamiento libres, seguros negativos, mercados off-counters, demasiado-grande-para-caer, rescates bancarios, etc. Conceptos como igualdad, libertad, solidaridad, progresismo, estado del bienestar, son continuamente okupados mientras se les da nuevos sentidos a Fascismo, nazismo, liberal, comunismo, socialismo, etc. Dentro de este deslizamientos de los significados (o abuso de los significantes flotantes) se acuñan eslóganes como: “comunismo o libertad”. Lo mismo se hace con las posiciones políticas. El PP se declara de centro derecha cuando es de ultraderecha, pero VOX le llama “la derechita cobarde”, para que no ocupe su espacio de la ultraderecha del que sin embargo reniega. C’s es un partido fascista (analista, nacional, pragmático y corajudo, según la apreciación de Habermas) y sin embrago se presentaba como de centro. La confusión está servida.

 

Todo se renombra con sesgo partidista. Los partidos constitucionales -herederos de antiguas formaciones pro-terroristas- son para la dercha amplia: partidos etarras y rompe-españas con los que no se puede-debe pactar (?). Los socialistas son comunistas y los comunistas… radicales. El patriotismo es patrimonio de la derecha. Tratar de mantenerse en el poder (evidentemente para poder aplicar tu programa de gobierno) se convierte en poltronismo, ambición de poder y, como repite continuamente la derecha “aferrarse a la poltrona en la Moncloa”. La técnica del “¡Y tú más!” (aunque se aplique alternativamente como “¡y tú qué!” como hace Martinez) sirve para no contestar a cualquier acusación de corrupción (política o económica) demostrando que la mejor defensa es un buen ataque. Se trata de romper la simetría que caracteriza la vida política (todos tienen las mismas ambiciones y las mismas carencias: el poder -y por tanto el reconocimiento y el dinero-: y la inutilidad congénita: por falta de formación, de democracia interna o de escrúpulos). Pero no hay ninguna diferencia, la simetría es perfecta, todo es un teatro. El interés del estado esconde un pensamiento único: el Estado contra los ciudadanos. El mantra de que la derecha sabe gobernar y la izquierda no es  tan generalizado que ha pasado a ser virtualmente cierto.

 

Las estadísticas son otro de los campos en el que las marrullerías resplandecen con luz propia. Los números (inicialmente inocentes de cualquier manipulación) son retorcidos hasta hacerlos confesar lo que el político quiere. Y no solo se trata de lo que hace el instituto de estadística oficial (Tezanos)… -cosa, que también hicieron los conservadores cuando gobernaban-, arrimando el ascua a la sardina socialista, se trata de cómo los gobiernos y la oposición torturan los datos hasta que confiesan la verdad que les conviene. La desigualdad se esconde bajo la media aritmética (si uno gana el 99% y 99 ganan el 1% La media es que todos ganan el 1% cuando la desigualdad es tremebunda: de 9.800 puntos). Pero es -cómo han demostrado los analistas- las estadísticas modifican la intención de voto (existe una tendencia a votar al partido ganador). Esto en Madrid, en las últimas elecciones, tuvo una influencia decisiva… a pesar de que “el soso” sea un candidato imposible. El rey de los tránsfugas declaró en su día en el Congreso que había más agresiones a hombres que a mujeres. Solo necesitó retorcer los datos. Los datos del paro son sistemáticamente manipulados por todos los gobiernos (¿habéis intentado cuadrarlos: ¡es imposible!?)

 

Porque hay algo en que los dos bloques coinciden: la negación de la responsabilidad. La impunidad, la inviolabilidad, la irresponsabilidad. Esa ha sido una constante en el ejercicio político: se inició en la Constitución que declaró la del rey, el aforamiento de los políticos y jueces; se continuó con las leyes que siempre se olvidan de cómo se debe aplicar a los políticos (no tienen responsabilidad patrimonial por los desmanes que cometen, en el caso de Guindos de 100.000 millones €) ¿Por qué no tienen un seguro de responsabilidad civil como todos los mortales? Pero continúa con el indulto y la amnistía, grosera intervención del poder ejecutivo y legislativo en el poder judicial, impropio de una democracia. En los casos de corrupción económica nunca se recupera el dinero robado, pero la responsabilidad por daños (el despilfarro, por ejemplo) ya es imposible de recuperar. Por ese agujero se van (80.000 M€ la corrupción y 200.000 M€ el despilfarro. ¡El 30% del PIB! ¡Los políticos nos salen bien caros!

 

La lista es interminable. Se podría decir que todo son marrullerías. Los políticos son incapaces de transparencia y de honradez. Esa es la verdad. Y es así porque así les conviene. Solo cambiando el sistema político cambiaremos las cosas y no me refiero sino a soluciones democráticas. Seguro que la ultraderecha también tiene soluciones (¿la dictadura, la democracia orgánica?) pero dudo que convinieran a los ciudadanos lo que las hace extrañas a la democracia. Quizás convenga a la oligarquía. De la mentira hablaremos en su día.

 

El desgarrado. Junio de 2021.

 




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