» 11-06-2021

Lecciones de política alternativa 86-6. Las nuevas estrategias políticas. La incoherencia, la marrullería, la confrontación, la mentira, la calumnia, la intoxicación y el postureo. Y el Filibusterismo.

Hay dos cuestiones que impulsan a los políticos hacia la mentira. La profesionalización de la política que convierte el ejercicio en un empleo que se puede perder si las urnas no son favorables y la absoluta necesidad de detentar el poder para poner en práctica las políticas en las que creen, lo que conlleva que: por la poltrona, los políticos matan. Pero la profesionalización y el poltronismo o electoralismo se complican con otra cuestión accesoria (pero fundamental): la partidocracia. El partido es el aparato ideológico-organizativo (a veces solo organizativo) que permite al individuo triunfar en las elecciones. Pero los partidos detentan una férrea jerarquía interna (cuasi militar) lo que los hace poco democráticos (las primarias son un fenómeno reciente; los partidos asamblearios son los menos), autoritarios, opacos, que practican la omertá, y sobre todo que imponen la decisión del partido al individuo. Ni que decir tiene que las cuantiosas necesidades de financiación necesarias para ganar elecciones, les llevan (a pesar de una financiación generosa por parte del Estado) a la financiación ilegal (de los fondos reservados, a cambio de concesiones ilegales, utilización de dinero negro, pitufeos, puertas giratorias, etc.).

 

Pero hay más (aunque dimana de lo dicho). Ganar elecciones supone dirigirse al electorado más amplio: el centro (entendido como un ámbito, indeterminado en su amplitud, que parte de un punto imaginario entre la derecha y la izquierda y que se extiende por todo el espectro. La derecha -menos purista que la izquierda (que es más ideológica) ha amparado -en España- desde el centro hasta la extrema derecha (franquistas, falangistas, fascistas, ultracátolicos, radicales, machistas de género, negacionistas de la evolución y del holocausto, etc.) lo que le permite en esa confusión ideológica que lo define, hablar de radicales de izquierdas cuando presume de que no existen en la derecha. Pero las políticas de centro no existen en un país en el que la polarización izquierda/derecha es genética. Y aquí empieza la primera mentira (mil veces repetida): la neutralidad, la ausencia de radicalización, la mesura: el PP es un partido de centro-derecha (ocultando el franquismo, el falangismo y los ortodoxos cristianos que ampara); el socialismo renuncia a Marx, y el comunismo renuncia a Lenin para ocupar el centro-izquierda. Y así llegamos al bipartidismo (la disyuntiva entre dos opciones, es la que propone la metafísica y la única que permite que se pueda escoger por exclusión: si a este no lo quiero, es que quiero al otro). El bipartidismo no una disyuntiva política: es una disyuntiva moral, religiosa, social, pero a la vez, es un sistema de turno de partidos en la que de facto, entre ellos, viven y dejan vivir.

 

Pero estamos en una democracia y el único derecho político que tiene el pueblo: votar, resulta determinante para las ambiciones de los poltronistas profesionales. Las políticas im-populares deben ser exquisitamente enmascaradas y eso solo se consigue mintiendo. ¿Por que se aplican políticas impopulares? Hay varias razones: porque lo dice tu jefe (USA, UE, el Vaticano, la moral occidental, los estados de nuestro entorno. etc.); porque lo dice la economía política tal como la entiende la metafísica (el dinero como equivalente universal del valor, la mercancía como equivalente universal del intercambio comercial, la deuda como equivalente universal de la riqueza). La economía política (¡diferenciad de la economía natural: el cuento de la vieja!,) es el principio del contubernio entre la política y la economía (con Reagan y Thatcher llegaría a su clímax); porque el pueblo es inculto e ignorante y los ecónomo-políticos son los dirigentes naturales de su impotencia para regirse. Pues bien, para conseguir los votos hay que engañar al pueblo que tiene una idea clara de que si su factura de la luz sube (la cuenta de la vieja) es que los políticos- económicos les han engañado; que si los ricos pagan menos impuestos que los pobres, los políticos les han engañado; si los políticos, el rey y los poderes fácticos tienen un trato de favor por parte de la justicia es que no hay igualdad; si la apología del franquismo es libertad de expresión y los chistes políticos de un titiritero, cómico, rapero o bloguero son delito es que no hay democracia.

 

Pero no solo se logran votos por méritos propios. En una situación de mentira generalizada es más práctico acabar con el enemigo (difama, que algo queda) que mejorar la actuación propia. Es la confrontación. Para ello se basan en dos o tres cosas que son verdades de fe (o sociológicas, si eres laico). Lo primero la presunción de veracidad de los grandes hombres (un gran hombre no puede mentir). Lo segundo la presunción de veracidad de los medios de comunicación (la TV no puede mentir). Naturalmente eso lleva aparejado la presunción de culpabilidad de los demás. Los políticos aplican la presunción de falsedad a todos sus oponentes (a veces a niveles adivinatorios). Los político nunca saben lo que van a hacer, pero siempre saben lo que harán los demás (de ahí lo de adivinos). Pero lo importante (el resultado) es que la polémica política es un juego de adivinos que no tiene ningún sentido… para los que esperemos que actúen.

 

Porque la política es acción y para nada reflexión, palabrería o retorcimiento de la verdad. Pero ellos no quieren que los juzguemos por sus acciones (siempre deficientes) sino por sus palabras: ¡lean mis labios: bajaré los impuestos! dijo Reagan antes de porcular a todos los USAnos. De hecho esta es la primera y gran mentira de los políticos: escamotear las acciones por las palabras. Pero no todas las mentiras son iguales. Las hay persistentes: ¡creedme: hay armas de destrucción masiva! o el 11-M fue obra de ETA, que dijo Aznar y que sigue manteniendo, tras haberse demostrado que era falso. Las hay fraudulentas como hizo Inda falsificando documentos para incriminar a Podemos. Las hay enmascaratorias: cambiar de tema para evitar que se hable de lo que no interesa. Pero hay una categoría de mentira que es especialmente llamativa: la posverdad. La posverdad es un intento de que la mentira tenga categoría conceptual positiva. No hay acuerdo en que consiste la posverdad: para unos es la verdad emocional (y por tanto: no objetiva: y por tanto mentira para la razón), un cambio de campo de lo racional a lo emocional aprovechando las teorías de la inteligencia emocional; para otros es la ubicación de la mentira entre las categorías de la verdad; ara unos terceros la verdad y la mentira formas un continuo en el que -excepto en los extremos- todo es una mezcla de verdad y mentira. Ningún político la nombra: no se puede nombrar la horca en casa del ahorcado.

 

En la esfera anglosajona la mentira es el peor vicio de un político, causa directa de su dimisión. ¿Donde estaría Casado si hubiera seguido el ejemplo de aquella ministra de Merkel que tuvo que dimitir porque había copiado su tesis? Ellos (que inventaron el parlamentarismo) entienden que la relación entre el político y el ciudadano es una relación de confianza (trust) que se rompe cuando el político miente. El Mediterráneo es más un área de pícaros. Acostumbrados a un poder opresor. Simpatizamos con quien los torea, quien los engaña. Nuestro campo de juego es el engaño mutuo ( “El lazarillo de Tormes” es ejemplar en ese sentido). Creemos más en Robin Hood, en Assange, en el colaborador de la eutanasia, que en Hammurabi, Gandhi o Teresa de Calcuta. No renunciará a ese anarquismo que convierte el carnaval en un ajuste de cuentas con el poder. Pero no podemos consentir que la mentira sea el campo de gules de la nobleza política. La desafección de los ciudadanos por los políticos es tan profunda que supone una ruptura social que los políticos han entendido como que pueden hacer lo que quieran. No podemos consentirlo. Nos va la vida en ello.

 

El desgarrado. Junio 2021.




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