» 20-07-2021

Lecciones de política alternativa 87. El fetichismo de la mercancía. Marx.

Leo “El fetichismo de la mercancía” K. Marx con prólogo de A. Jappe, Pepitas de calabaza, 2014. En “El capital” existen dos menciones al fetichismo de la mercancía distintas pero complementarias. Las referencias a este aspecto de “el capital” son nulas antes de los ’70, entendidas como una cuestión marginal de poco interés. A partir de entonces se le presta mayor atención hasta que se entiende como un asunto central en el pensamiento de Marx. Verdad es que el autor no fue claro ni explícito sobre el tema. Sigo, básicamente, el prólogo de Jappe con acotaciones del resto del texto debidos a Marx: “El carácter de fetiche de la mercancía y su secreto” y “El proceso del intercambio” ambos extraídos de “El capital”. Como dice el propio Jappe. “… una teoría social centrada en las categorías básicas de la sociedad mercantil no es un lujo teórico que esté alejado de las preocupaciones reales y prácticas de los seres humanos en lucha, sino que constituye una condición necesaria para cualquier proyecto de emancipación. De ahí que la obra de Marx -y muy en particular el primer capítulo de El capital- siga siendo imprescindible para comprender lo que nos ocurre ordinariamente” (Marx, 2014, 26).

 

El concepto de fetichismo de la mercancía adolece -tanto para legos como para expertos- de cierto reduccionismo. Para los primeros resume “un capitalismo posmoderno que se supone ha virado hacia el consumo, la publicidad y la manipulación de los deseos” (Marx, 2014, 9). Para los expertos designaría una ideología espontánea que procuraría ocultar el hecho de que la plusvalía tiene su origen exclusivo en el trabajo no pagado al obrero. Y es cierto que Marx utiliza el fetichismo en este sentido (Libro III, El capital), pero no es el mismo sentido en que lo utiliza en el Libro I, capítulo primero, en una aparente disgresión. Se trata de dos diferentes niveles de análisis que no se contradicen y que avanzan de la esencia a la apariencia, de las categorías puras a a las formas concretas, del valor a los precios de mercado.

 

El fetichismo forma parte de la realidad fundamental del capitalismo. Es la consecuencia directa e inevitable de la existencia de la mercancía, del valor, del trabajo abstracto y del dinero. En concreto el fetichismo de la mercancía existe “dondequiera que exista una doble naturaleza de la mercancía y dondequiera que el valor mercantil, que es creado por la faceta abstracta del trabajo y representada por el dinero, forma el vínculo social y decida, por consiguiente, el destino de los productos y los hombres…” (Marx 2014, 12). Dicho fetichismo se construye al margen de la producción de los valores de uso, de los participantes (de manera inconsciente y colectiva), y adquiere toda la apariencia de un hecho natural y transhistórico.

 

En esta fase (esencial) de la exposición: el análisis de la forma del valor, no se trata de las formas concretas (aparentes o fenoménicas): el capital, el salario, la fuerza de trabajo o la propiedad de los medios de producción, que todavía no se nombran y que serán deducidos lógicamente de las categorías anónimas esenciales anteriores (mercancía, valor, trabajo abstracto y dinero). Porque la mera existencia de grupos sociales que gestionan el proceso y obtienen beneficios no las convierte en clases dominantes. Sería tomar las apariencias por esencias. Lo esencial es la toma de valor -en cuanto trabajo muerto (capital), a través de la absorción del trabajo vivo (asalariado)- y su acumulación en forma de capital lo que gobierna la sociedad capitalista. Para Marx el valor es el sujeto automático del capitalismo y los capitalistas los suboficiales del capital. La propiedad privada de los medios de producción, la explotación de los asalariados, el dominio de un grupo social sobre otro y la lucha de clases no son sino las formas concretas, los fenómenos visibles superficiales de ese proceso más profundo (esencial) que es la reducción de la vida social a la creación de valor mercantil.

 

Para los individuos productores que intercambian sus productos (tras reducirlos a una medida común… lo que les priva de toda cualidad intrínseca) 1) el valor (de cambio), 2) el trabajo humano abstracto (la reducción de toda actividad a simple gasto de energía) y 3) el trabajo universal (social), se imponen (desplazan) al 1) valor de uso, 2) trabajo concreto y 3) trabajo privado (individual). La faceta  abstracta (aunque sigan ejecutando trabajos concretos y privados) se impone a la concreta… si se quiere intercambiar productos. El fetichismo de la mercancía analiza las relaciones sociales que se crean en la sociedad capitalista y no las verdaderas relaciones de producción. El fetichismo no es una representación de la realidad del trabajo abstracto: es la cruda realidad. Los individuos productores solo se vuelven sociales en  cuanto se reducen a dicha abstracción. El trabajo abstracto sigue siendo el corazón de las tinieblas de la producción capitalista. Nunca se abolirá el fetichismo sin antes acabar con el trabajo como síntesis social.

 

El proceso de producción conforma la sociedad mercantilizada. Las categorías básicas (valor, mercancía, trabajo abstracto y dinero) están ya definidas como fetiches. No son presupuestos neutros como para la economía clásica (Ricardo) sino que poseen un carácter negativo y destructivo, y no precisamente de carácter moral: es una inversión de lo abstracto (primario) y lo concreto (secundario): 1) el valor de uso se convierte en valor de cambio; 2) el trabajo humano se convierte en trabajo abstracto y 3) el trabajo privado se convierte en trabajo social.

 

De esta manera las dos acepciones marxistas del fetichismo: la alienación producida por la ficción de la plusvalía nula, y la conversión del trabajo en mercancía en cuanto relación social, se aproximan. La primera es una aproximación a la segunda que ya avanza lo esencial: la desposesión del hombre por el trabajo, que se ha convertido en el principio de la síntesis social. El concepto de fetichismo y la crítica de la religión se acercan: el fetichismo de la mercancía es la continuación de otras formas de fetichismo social como el fetichismo religioso. Y ello debido a que la metafísica no desapareció con la Ilustración sino que bajó del cielo de la religión para mezclarse con la realidad terrena. Por ello dice Marx que la mercancía es un objeto “sensiblemente suprasensible”, cosa y relación, físicamente metafísica.

 

La evolución del capitalismo (y por tanto del marxismo) presenta ciertas características a veces soslayadas: 1) los agentes antagonistas del capitalismo no afectan a la existencia misma de las categorías fetichistas básicas (valor, mercancía, trabajo abstracto y dinero). 2) Ya en el SXIX el contracapitalismo se ha conformado con la redistribución, según la justicia social, de la riqueza y no mantenía las categorías básicas citadas como negativas y destructoras. Los países socialistas pretenden planificar de modo consciente dichas categorías (que son esencialmente fetichistas e inconscientes). 3) La lucha de clases es un combate por la integración de los obreros en la sociedad mercantil y será el modelo para la integración de otros subalternos: mujeres, colonizados, precarios. 4) Este tipo de luchas contribuyo a alcanzar la siguiente fase del capitalismo: el consumo de masas y el Estado Social (la integración de los trabajadores como consumidores y el estado del bienestar). Es decir contribuyó a la expansión del capitalismo. 5) El conflicto entre antagonistas es un conflicto inmanente, estructural del capitalismo. No enfrenta al capital con el trabajo asalariado sino entre los portadores vivos del capital fijo y los portadores vivos del capital variable. Su contradicción reside en que la acumulación del capital socava sus bases: solo el trabajo vivo (asalariado) crea valor y por tanto beneficios. Las máquinas no añaden valor. La competencia abarata los precios y disminuye los beneficios. 6) Cuando la producción se estabiliza por falta de consumidores se impone el capitalismo de gestión: utilizar los recursos de forma más beneficiosa: la simulación, el crédito, la deuda, la especulación financiera. Aumentar la riqueza circulante sin aumentar la producción. 7) Los anticapitalistas rehuyen la nueva situación negando que sea un problema estructural y defendiendo el statu quo. Defender el salario y el empleo (aunque legítimo) no acaba con las categorías básicas del fetichismo. La sociedad mercantil trabaja en su propio derrumbe.

 

Porque la solución es emanciparse de esas categorías básicas. Resulta imposible encomendar a los grupos sociales, que se constituyeron en el sistema de la mercancía, la labor de superar el sistema fetichista. La lucha actual se conforma con que el capitalismo respete sus propias promesas. El capitalismo es un sistema que nos incluye a todos y no solo a los ganadores. La crisis ya no es sinónimo de emancipación. Todo el mundo desea la continuidad del sistema. La crítica de las categorías básicas de la sociedad mercantil requiere saber lo que está en juego y disponer de una visión global.

 

El desgarrado. Julio 2021.




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