» 25-06-2021

Lecciones de política alternativa 87. Rorty.

En el análisis que hago de diversos aspectos del pensamiento de Rorty le toca el turno a la política. Se centra en la lectura de “Rorty y el giro pragmático” de Ramón del Castillo. 2015. Batiscafo sl. La tesis fundamental de Rorty (el giro pragmático) es que la filosofía es incapaz de entender el mundo (al contrario que la literatura). Frente a ella la historia (y dentro de ella el pragmatismo americano) es mejor intérprete de la aventura del saber. Se trata de un ataque directo a la metafísica, ontológica (centrada en el ser, en el momento, en la negación de la historia y el devenir). La ciencia considera el tiempo como algo reversible y por tanto no concede ninguna importancia al devenir histórico (que deja de ser determinante). Las ciencias del devenir (que las hay): evolución de las especies, termodinámica, sicología evolutiva, estadística, etc. son difícilmente aceptables por la ciencia oficial. La polémica está servida, y lo que muestra es que la ciencia no es una empresa acabada. Rorty establece su teoría política desde esos parámetros. “Argumentaba a favor de una concepción política sin filosofía, sin fundamentos, sin apelación a ninguna autoridad” (Del Castillo 2015, 95). ¿Cómo se entiende la política desde esta perspectiva? A eso vamos.

 

Rorty defiende la doctrina liberal aunque no la liberal-conservadora ni la ultraliberal, una doctrina que hoy ha desaparecido a manos de las otras dos. La teoría liberal es una teoría anarquista (está en contra de la intervención del estado) e individualista (está en contra del comunitarismo). Pero esta teoría no nace por sí misma sino que nace en contra del marxismo. Es una teoría reactiva (carácter que Rorty reivindicará). No es difícil adivinar que es una teoría conservadora (pretende que el poder se mantenga en las manos en las que ha estado siempre) pero que quiere participar de la ilustración: la razón es la única base de la política. No es difícil adivinar que semejante contubernio no es viable: modernos (ilustrados), pero conservadores a la vez. Este engendro -de la mano de la nueva teoría económica- toma la libertad como emblema, pero simplemente pretende la antigua dominación. Y aquí se pergeña la gran mentira del liberalismo: modernos pero antiguos. Nuevas palabras para viejas ideas y viejas prácticas. El liberalismo es una nueva formulación del poder de los de siempre. Se apuntó el tanto de acabar con la monarquía absoluta incluso fundó la pantomima de la soberanía del pueblo. Fue una reacción a los tiempos cambiantes y todavía lo es. Y como reacción, no tiene ideología.

 

Pero Rorty no nos habla del liberalismo que vemos hoy. Su liberalismo (por supuesto reactivo) trata de contrarrestar al marxismo que avanza. Trata de establecer una teoría que el conservadurismo no había necesitado nunca. Trata de evitar que el pueblo tome el poder. Simplemente porque el pueblo no está preparado, no sabe, no es capaz. El imperio de la razón, del saber, de la experiencia. El imperio de los de siempre. Pero eso no impide que con tal de obtener ventaja promulgue la soberanía del pueblo, sabiendo que nunca la alcanzará. El pueblo es el subterfugio para acabar con el absolutismo, pero no es una opción real. Rorty sabe que el socialismo y el comunismo son un fiasco. De todos los giros que dio en su pensamiento el más claro es el giro liberal, el abandono de las ideas comunistas y socialistas a medida que fracasaban o se enquistaban.

 

Pero la honradez de Rorty es enorme. Desconfía de las ideologías y pretende desconectar la política de la razón. Emprende un camino insólito. Anclado en el pragmatismo americano (Dewey, James, Pierce); firme creyente del historicismo (lo que no deja de ser una continuación del pragmatismo) abandona la filosofía para abrazar la literatura, el relato. Las literatura no demuestra las cosas sino que las muestra. Su valor de enunciación reiterativa, de ejemplaridad, de modelo, de historia y de memoria, son suficientes para competir con la sacrosanta razón. Y en este punto organiza una teoría que trata de competir con la razón, con la “teoría” de la razón. Elimina de su ecuación la crueldad y la humillación (tan “razonables”). No hace falta que los humanos seamos iguales (igualdad, tan metafísica), no hace falta universalizar nuestros parecidos. Podemos ser distintos y sin embargo ser humanos, democráticos, comunitarios. Solo nos hace falta la fe liberal que nos aglutine. Solidaridad, entendida, no como lo que nos iguala sino lo que nos diferencia. No hace falta la razón para entendernos, porque la solidaridad, el altruismo y la tolerancia no son racionales (l¡y probablemente la proporcionalidad). Son irracionales. Ninguna teoría de la dominación las contemplaría.

 

No es este el liberalismo que vemos hoy en día. El conservadurismo ha teñido el liberalismo de ancestrales derechos de dominación. El ultraliberalismo (Thatcher, Reagan) ha vinculado a los políticos con los empresarios. El liberalismo es hoy una teoría de la dominación no muy diferente de la que estableció Platon: sangre, fuerza, saber. Él pensó que la democracia era una anomalía. Y lo era. Lo ha sido siempre. El subterfugio de los litigantes para encontrar el camino al poder. Nunca estuvo en la mente de los aspirantes al poder el conceder al pueblo la soberanía. Y esa es la teoría (palabra que desecharía, siendo como era pragmático e historicista) de Rorty. Quizás el último liberal honrado.

 

El desgarrado. Junio 2021.

 




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