» 20-10-2022 |
Las grandes revoluciones nunca las he hecho el pueblo (aunque, a veces, las ha protagonizado). La revolución francesa fue una revolución de la burguesía contra la monarquía absoluta. La revolución americana no solo fue burguesa (por una cuestión de impuestos) sino también esclavista, clasista y de propietarios. Marx pensó que Alemania -bajo un régimen feudal- debía hacer primero la revolución hacia la burguesía -ya realizada por otras naciones europeas- antes que la revolución contra-burguesa. Y en las actuales circunstancias no ha sido diferente. Estamos ante la revolución de los propietarios-capitalistas frente a los políticos (capitalistas de gestión) populistas.
La deriva de los británicos (aunque no más que la de todas las economías occidentales) hace tiempo que entró en el populismo desbocado. El Brexit fue una manipulación de la voluntad popular. Johnson ha sido un populista de libro y Truss ha llegado al poder pensando que todo vale en el populismo y en el sesgo descarado hacia las clases dominantes. Pero no. El capitalismo ha decidido que la vía populista está agotada y lo ha hecho como los capitalistas hablan: en los mercados económicos. El anuncio de Truss de bajar los impuestos (populismo), y a los más ricos (pleitesía a los poderes fácticos dominantes) ha causado una reacción inmediata. En cuarenta días han acabado con Truss. El capitalismo siempre ha sabido reaccionar ante los grandes retos. Hizo de los trabajadores, consumidores cuando descubrió que era más importante vender que fabricar (por barato que fuera). Se alió con los gestores (políticos, dirigentes de sociedades anónimas y financieros) cuando vio que la política podía ser determinante en sus negocios y ahora ha arremetido contra el populismo cuando ha visto que amenazaba la viabilidad del marcado… y de su negocio.
El aviso es contundente: el populismo (anteponer los intereses electoralistas a cualquier otra consideración… y en especial a la viabilidad económica), se ha acabado. Los políticos están a las órdenes de los capitalistas (del mercado, ¡amigo! ). El mensaje es: ¡habéis llegado demasiado lejos! No se pueden anteponer los intereses de los políticos a los de los líderes económicos. Tras su dimisión la libra y la bolsa suben. Es como decir: el populismo desbocado no es el camino. Pero no es una prohibición general. Johnson suena como candidato en un mensaje que solo puede entenderse como: populismos sí… pero dentro de un orden. El orden económico.
Marx (siempre malentendido) dijo que la esencia del ser humano no era el ser (esa esencia trascendente) sino la relación del ser humano con la naturaleza mediada por las herramientas: el trabajo. Y eso puso a la economía en el centro de su metafísica… aunque su materialismo no contemplara trascendencias de ningún tipo. Paradójicamente originó el capitalismo moderno por más que lo hiciera desde el afán de su desaparición (la dialéctica es así), de la emancipación de los seres humanos respecto a la dominación de los poderosos. Nunca consideró que el capitalismo fuera el mal, sino una etapa que otro orden económico superior (el comunismo) desplazaría. Tampoco consideró que fuera un contubernio de los poderosos sino un designio ciego que se les escapaba. La vida es perversa (o simplemente dialéctica). Nunca pensó que las fuerzas productivas no fueran sino el desarrollo natural del capitalismo burgués casi a un nivel antropológico: la lucha por la supervivencia; una etapa a ser superada (“subsumida”) por el orden económico comunista.
Nadie como Marx entendió que la esencia del ser humano es económica. No quiso la revolución para trastocar el orden mundial sino para que la clase oprimida pudiera tratar de tú a la clase dominante, arrancarle sus privilegios. Era una revolución instrumental. Pero tras la revolución lo que esperaba era un orden económico distinto, igualitario, de seres humanos emancipados. Pensó para cambiar el mundo pero sabiendo que pensar (filosofar) es inútil sin una praxis potente, y por eso fue revolucionario. Era imposible prever que sería el propio capitalismo el que “derrocaría” al populismo, pero así ha sido. El poder de los gestores -que se inició con el contubernio en los ochenta entre capitalistas y políticos- ha llegado a su fin. Y eso no da la razón a Smith sino a Marx. Pero solo es una etapa más hacia un futuro desconocido pero en el que jamás nos libraremos del capitalismo que ha demostrado su enorme flexibilidad ante toda clase de avatares. El futuro será capitalista o no será. De nosotros depende qué tipo de capitalismo queramos vivir.
La presunción de Marx de que el nuevo orden económico comunista empezaría en las sociedades más avanzadas todavía no ha sido desmentido (el comunismo de estado de las sociedades menos desarrolladas se ha mostrado inhábil). Aunque a los ultraliberales la idea de que el comunismo es una revolución social y sanguinaria, no era esa la idea de Marx. Quizás simplemente las sociedades todavía no son los suficientemente evolucionadas para llegar a aquel punto previsto por Marx. Se puede seguir siendo marxista, aunque parece seguro que deberemos hacerlo dentro del capitalismo. Al fin y al cabo la palabra que empleó para las sustitución fue “subsumir” que no es lo mismo que reemplazar. ¿Quién sabe? Nunca nos libraremos de la dominación la cuestión es si podremos convivir con ella.
El desgarrado. Octubre 2022.