» 31-03-2021

Lecciones de política alternativa. La ocupación de las plazas. Rancière.

Leo “En qué tiempo vivimos” J. Rancière. Pensamiento a tiempo. 2018 (2011). El fenómeno de la ocupación de las plazas (en Madrid el 15-M/2011) significó un giro en la política protagonizada por el pueblo que no ha recibido la explicación que obviamente merece. Rancìère -con su habitual perspicacia-  trata el tema en el libro referido (consistente en una entrevista que le hace Eric Hazan) en diversas respuestas, pero especialmente entre las páginas 31 y 38. La pregunta que le hace Hazan: ¿Deberíamos rechazar el efecto de la globalización en el pensamiento (descripción del mundo como recubierto de una nube negra: contaminación, terrorismo, autoritarismo, masacres, elección de Trump), dejar de amalgamar situaciones diferentes en un gran revoltijo derrotista? Esta es su respuesta.

 

1. Derrotismo. El derrotismo es el resultado de medio siglo de derrotas. Remontémonos a 1960 cuando existió el amplio sentimiento de un movimiento hacia un mundo más libre y más igualitario (emergencia del tercer mundo, revolución cubana, descolonización de África, modernización árabe).  A finales de los 60 se produce el movimiento revolucionario en Occidente y América Latina. A finales de los 80 la caída de la URSS. Recientemente la primavera árabe. Todos estos combates se han perdido. Toda esperanza ha terminado en decepción. En su lugar hemos encontrado: la revolución conservadora T-R, la erosión de las conquistas sociales, el derrumbamiento del movimiento obrero, derivas de los antiguos países comunistas, la corrupción y la dictadura en África,  las guerras étnicas, el islamismo radical, la ultraderecha y el racismo. Nuestro problema no es ir más lejos sino contrarrestar el movimiento dominante (ver: resistencia).

 

2. Revoltijo. El revoltijo es el movimiento de globalización que remite todas estas derrotas a una única y misma catástrofe (metafísica) llamada acosmismo, dominación de la técnica, crisis de lo simbólico, etc. Esta catástrofe remite al pensamiento de Heidegger matizado por Arendt, Levinas, o Lacan, y complementado con la crítica situacionista del espectáculo. La gran nube negra es el resultado de la transformación del tipo de globalización que había sostenido las luchas, esperanza y el triunfalismo del ayer. El marxismo había entendido la globalización como de dos tipos: la acción política analítica (que limita y reduce los factores), y la ciencia sintética (que religa todo fenómeno particular a la totalidad de un sistema de causas y efectos). El marxismo determina, pues, un equilibrio entre estas dos formas de globalidad. Es este equilibrio el que precisamente se ha perdido en esa sucesión de derrotas. Por ello el pensamiento de la catástrofe ha ocupado su lugar, con la ventaja de oponer una forma de salvación (su otro absoluto): defensa del planeta, de Gaia o de la tierra en lugar de la lucha por la libertad humana o la igualdad. El nihilismo dominante de las maravillas democráticas del narcisismo mercantil, “comparten esa visión heideggeriana de un mundo decadente que apela a un giro radical y que ha ocupado el lugar de la visión marxista de una revolución que libera las potencialidades ya formadas por el progreso del mundo” (Rancière, 2018, 35).

 

3. Situaciones diferentes. No se trata de contestar el efecto de esa nube negra diciendo que hemos de desintrincar los elementos de la situación y tratarlos separadamente. De lo que se trata es de cómo se entiende esa diferenciación, cuál es el sujeto que la lleva a cabo y en nombre de que criterio. No se trata solo de salir del gran revoltijo derrotista sino de salir del tipo de subjetividad que la produce.  La cuestión es que esa desintrincación existe ya, y produce el tipo de militantismo actualmente dominante, que identifica una circunstancia específica (forma de dominación o injusticia), en un marco en el que los elementos de la situación aparecen claramente distinguibles y en el que se sabe: por qué se está luchando, para quién y con quién (para defender el derecho de los pobres desahuciados, campesinos desalojados, el expolio ecológico, la acogida de desplazados, por ofrecer medios de integración, expresión o igualdad). Lo característico de estas luchas es que no son universales como antaño, sino que su universalidad se manifiesta en cada terreno particular… aunque correspondan a ofensivas de tipo global. “Sus autores se han reunido en las plazas de Madrid, Estambul, Nueva York o Atenas, donde los movimientos han unido a gentes que venían,  de una u otra forma específica, de movilización (derechos de las mujeres, vivienda, ecología…) sin que esta suma desemboque en un colectivo integrador en una lucha global. “Es más bien la ocupación misma… lo que constituía un estar-juntos común, sin universalizar las luchas parciales, sino reafirmando el rechazo global de un mundo global que las atraviesa todas… Son, de algún modo, maneras de construir lo común y de estar en común que se afirman en cada circunstancia más que una manera de actuar que coordinaría acciones y sintetizaría sus sentidos” (Rancière 2018, 37). Un giro ético radical.

 

4. Sujeto. Es difícil sintetizar un sujeto en estas distintas maneras de construir lo común. Ha habido muchas palabras pero ninguna que captara el sentido global del movimiento. No hay un “nosotros” que cargue con la memoria de todo lo que nos ha pasado desde la época de las grandes esperanzas de los 60. No hay un nosotros que pueda hacer balance y extraer de ahí unas reglas para la acción. Lo que hay son balances singulares (carta a “nuestros amigos”, llamadas “a la juventud”). Hay la palabra de los que hablan a los jóvenes en busca de esperanza, de la experiencia de este último medio siglo. Hoy no tenemos la voz de un movimiento, sino: palabras singulares que intentan pensar la potencia común incluida en los momentos singulares, que intentan mantenerlos en lo actual y mantener abierto el espacio de su composibilidad” (Rancière 2018, 38). Hasta aquí la respuesta a la pregunta de Hazar. lo que sigue son fragmentos de las respuestas a otras preguntas.

 

5. El sistema representativo. Los movimientos extra o antiparlamentarios recientes (los indignados en España) no han creado realmente un espacio político alternativo. Los movimientos de las plazas (a pesar de su vigor democrático) no han logrado la creación de movimientos políticos autónomos respecto a las agendas estatales. Su herencia se ha disipado pero ha sido recogida por los partidos de “la izquierda de la izquierda” (Podemos, Syriza) que siguen el juego de los programas electorales y de las alianzas y negociaciones entre partidos del gobierno. (Ranciere 2018, 11).

 

6. Disturbios. Los disturbios de la periferia parisina de 2005 obedecen al tipo de protesta que a) se ensaña con objetivos simbólicos y b) defiende su territorio contra las fuerzas del orden sin ninguna intención anti-sistema. Se diferencia de la insurrección en que esta rechaza globalmente el orden establecido y por otro lado afirma la necesidad de la violencia. La destrucción de escaparates o cajeros bancarios -que intentan radicalizar las manifestaciones consideradas demasiado decentes- no son insurreccionales. (Rancière 2018, 51). Las “comitivas en cabeza” de las manifestaciones, que se sitúan antes de la pancarta (Francia), son un grupo de manifestantes anónimos cuyo principio es la aceptación de la violencia (defenderse de la policía, romper escaparates y cajeros…) como medio de acción más efectiva que las buenas manifestaciones oficiales y autorizadas. (Rancière 2018, 24). Lo más insurrecional que se ha hecho en los movimientos de las plazas ha sido lo que se hecho, por necesidad, para organizar la vida cotidiana, mostrando así que la insurrección es la auto-organización de la vida por personas corrientes por oposición al caos que se organiza desde arriba. (Rancière 2018, 52). ¡Atentos a la idea de que la insurrección/revolución puede ser pacífica y de que la revolución es simplemente otra forma de organizar la vida!

 

Los disturbios de la primavera de 2016 en Francia han vuelto sobre la oposición/vínculo de una comunidad de lucha y una comunidad de vida; entre un proceso de constitución de un pueblo autónomo y de una fuerza de lucha contra el enemigo; una lucha de clases concebida como formación de un ejército para vencer al enemigo y una lucha de clases pensada como secesión de un pueblo que inventa sus instituciones y sus formas de vida autónomos; el ejército de los trabajadores combatiente y el de los productores emancipados. Esa tensión entre la oposición y el vínculo estalla cuando lo que se ocupa son las calles (y no las fábricas o las aulas), el espacio vacante de las plazas en el que la comunidad se simboliza en la asamblea (turnos de palabra igualitarios) mientras resuenan consignas como “odiamos a la policía” o se destruyen cajeros automáticos como compensación impotente a  la destrucción de empleos. La contradicción se manifiesta en ese espacio de la calle que es el lugar clásico de la afirmación de un pueblo, pero también el último espacio disponible para crear comunidad: estar juntos frente a un mundo que separa y segrega. Afirmación de sí y conflicto, nunca acaban de dirimir su relación. (Rancière 2018, 27).

 

7. Resistencia. Ya no se trata de hacer recular al enemigo sino de resistir. No se trata de ganar sino del aumento de potencia subjetiva del movimiento. Convertir la resistencia en auto-afirmación de una comunidad que toma posesión de un espacio y de un tiempo propios. La centralidad de la forma asamblea ha mostrado al mismo tiempo la potencia de un deseo de comunidad (y de igualdad) y la manera en que ese deseo se inhibe a sí mismo y se encierra en su propia imagen, en la puesta en escena de la felicidad de estar juntos. (Rancière 2018, 26).

 

8. Estrategia. La estrategia obedece comúnmente al modelo de la adaptación-subordinación o al de la alianza-agregación. Los recientes movimientos de las plazas parecen invitar a una nueva interpretación: la potencia de expansión de un movimiento o de una forma, su capacidad de unir una forma de acción, un tipo de reunión, un terreno de acción con otro. Ello significa salir del dilema : o ser inútilmente fiel a la pureza horizontal de un movimiento de ocupación o enrolarse en un partido de la izquierda de la izquierda por razones de eficacia (En España se deció apoyar a Podemos, antes que embarrancarse en la democracia movimientista. Pero ¿para quién es eficaz, para la dinámica del movimiento o para la solidez del sistema? No existe respuesta. Muchos puros se han perdido y otros, pragmáticos han logrado mantener el rumbo. (Rancière 2018, 57).

 

El desgarrado. Marzo 2021.




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