» 07-07-2024

Los errores de la humanidad 4. El género único.

El género único es una ocurrencia masculina que pertenece al paquete de medidas que el hombre adopta con el fin de borrar a la mujer del mundo. Cuando el pensamiento racional emerge, el hombre se viene arriba. El logos es fundamentalmente especulativo es decir analítico, y se aviene de maravilla con las condiciones del pensamiento masculino, en oposición al pensamiento femenino al que le importa un pimiento. No es casualidad esta coincidencia puesto que el pensamiento racional fue desarrollado por el hombre. Hasta entonces el papel de la mujer en el pensamiento arcaico y mítico había sido estelar. Las características de la mujer hacen que su peso en la sociedad arcaica fuera importante. Mientras el hombre caza la mujer socializa con las otras mujeres, con los ancianos y con los niños. En esta fase del pensamiento el pensamiento subjetivo y la topología dominan la verdad. Se podría decir que ésta reside en los lugares y en la experiencia (los ancianos) pero también en la comunicación, en el intercambio de opiniones, en el debate de ideas. La mujer inventó la agricultura, la conservación (primero de de alimentos y posteriormente de cualquier cosa), la recolección de bayas y frutos (es decir el respeto hacia la naturaleza), el intercambio de ideas como socialización. Lo mismo se recogen bayas que conocimientos y la mujer acumulaba la sabiduría social mientras que el hombre lo hacía en el campo del saber técnico: la caza y la guerra.  Su talante cuidadora y conservadora acumulaba conocimientos y sabiduría. El hombre tuvo que borrar a la mujer para poder ir solo a la Asamblea, fue su particular idea de la emancipación. Cuando la especulación indica que la verdad no es subjetiva sino objetiva, que no depende de las personas sino de las cosas y finalmente de las razones, el papel de la mujer decae. Si la verdad está ahí fuera y la mujer está confinada al hogar, la verdad pertenece al hombre.

 

El rechazo de la mujer a participar en el pensamiento especulativo, empodera al hombre que finalmente asalta el género para quedárselo: borra a la mujer de la ecuación. Borrarla del saber era fácil por cuanto desde el racionalismo su saber es i-racional. Otra cosa supone borrarla de la maternidad, del proceso de creación de “socios”. Para ello, se la priva de su subjetividad aprovechando que es irracional: no es un sujeto en el género sino un medio, un instrumento. La progenie ya está prefigurada en los homúnculos que contienen los espermatozoides. El papel de la mujer es el de recipiente de la gestación, un papel accesorio, segundo, instrumental. Se crea la teoría fálica: todo el mundo tiene un pene pero las mujeres lo han perdido, lo que las convierte en hombres capados, sin capacidad de reproducción, supeditadas, segundas. Y borradas en cuanto género diferencial. Quedan flecos pero nada que la especulación no pueda salvar. El intenso vínculo que une a la madre con el hijo hasta los dos años, que hace que el niño no sea capaz de diferenciarse de su madre, es resuelto por el padre mediante la amenaza d ela castración en la resolución del complejo de Edipo. El niño ante la eventualidad de perder su pene, acata la ley del padre y renuncia a la madre para siempre. El niño conservará a la madre en su afecto pero no en su razón. Como los afectos han sido expulsados de la razón se acentúa el borrado de la mujer a través del borrado de la madre. Para Irigaray la torpe resolución del vínculo del niño y la madre marcará al hombre toda la vida y a través de ella a todas las mujeres que serán para siempre, objeto de dominación… animales. 

 

Al igual que los blancos esclavistas entregaban sus hijos a las criadas negras, el hombre entrega los niños a la educación femenina. Para ello debe aumentar el borrado: la mujer debe ser convencida de cuál es su papel supeditado al hombre. El papel de maestro, de poseedor del saber, cuadra perfectamente con este cometido que el hombre se ha reservado. Y así se compone el cuadro de la expulsión de la mujer del género: irracional, ignorante, castrada, cuidadora sin ser madre (expulsada de la maternidad) y educadora sin transmitir valores. Es el cuadro de la dominación que se reproducirá hasta hoy. ¿Por qué no se revela la mujer? En primer lugar porque la rebeldía no está en su vocabulario, su talante es conciliador y tolerante, poco o nada agresivo, le gusta construir y no destruir y construir una familia -por más que el hombre no le reconozca ni tan siquiera el género- es gratificante. Además el hombre es violento y más fuerte, en un mundo de por sí violento. Por otra parte el pensamiento especulativo no lo interesa. Su mundo es de sentimientos y emociones, sintético (holístico), concreto. No le hace falta un pensamiento propio sistematizado. Y por último está intoxicada por la razón del hombre que -en su papel de maestro perpetuo- no para de impartir doctrina. El hombre se blinda con una serie de instituciones que condenan a la mujer díscola, y además crea el estereotipo (la fantasía) de la mujer fatal (para el hombre) capaz de arruinarlo, como si su relación fuera en plano de igualdad. La mujer se queda metida en una ratonera sin salida y opta por el micropoder, por el poder en los pliegues, por aquello que el hombre no quiere o desprecia. De esa manera alcanza la cuota de poder que todos necesitamos para sobrevivir. Como para el hombre todo lo femenino es deleznable la mujer se crea un mundo en el que lo femenino es determinante. Algo que el hombre no puede romper porque no puede entender: la femineidad.

 

La gota que rebosa el vaso es que, en una última vuelta tuerca, el hombre (empujado por el capitalismo) pone a la mujer a trabajar fuera de casa, rompiendo el pacto tácito que incluía el trabajo externo entre los cometidos del hombre. Trabajar fuera de casa no es gratificante pero si informativo: la mujer conoce otras formas de vivir y de entender la vida, sale de su jaula. Una mujer, más culta, más informada y más unida inicia el movimiento de liberación que el hombre entenderá como un reto, como un desafío a su natural superioridad. Probablemente hoy en día (independencia, cultura, hartazgo, unidad) se dan las condiciones para que la mujer aspire a un pensamiento femenino propio, lo que supondría la guerra definitiva de los sexos. Es el momento de revisar el machismo y pensar en un pensamiento común, capa de devolver el género a la mujer y de acabar con la ignominiosa dominación en la que hemos injustamente vivido. Y aunque los errores de la humanidad se dan en cascada, éste quizás sea el más vergonzoso y descomunal de cuantos han existido. La labor no será fácil ni mucho menos porque el machismo lo impregana todo: el 60% de los hombres y el 30% de las mujeres (la mitad de la humanidad) piensan que el feminismo está acosando al hombre. ¿Alguna consideración más?

 

El desgarrado. Julio 2020.




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