» 09-07-2024

Los errores de la humanidad 6. La dominación como relación social única.

La célula -según Mergulis- es el organismo resultante de la colaboración de distintos orgánulos especializados que aúnan sus esfuerzo en la fusión de sus seres de forma definitiva. Es un mecanismo evolutivo y por tanto excede en mucho a la simple ayuda recíproca eventual de dos organismos en beneficio de ambos (simbiosis). Es una colaboración funcional estable y por eso cambia el curso de la evolución (cambio en el tiempo). La célula cambia el sistema de complejificación de unos individuos que se enfrentaban aisladamente (como especie) a los cambios del medio. La célula es una estabilización (irreversibilidad) dentro de la evolución (el impulso de cambio). La complejificación es un mecanismo de irreversibilidad en un proceso de cambio; indica una flecha del tiempo, una dirección privilegiada. Si no se opone a la segunda ley de la termodinámica (la energía se degrada) es porque el ámbito de aplicación de esa ley es el individuo más el entorno, y en ese conjunto la ley se cumple (lo que degrada a uno complejifica al otro). El quid de la cuestión está en la irreversibilidad y por qué la unión se hace estable (en un proceso de cambio continuo). Como en la rueda que al girar se mantiene en equilibrio, en ciertas condiciones, el movimiento estabiliza. O en el átomo que estabiliza su última capa de electrones adquiriendo o compartiendo electrones ajenos. 

 

En un conjunto de individuos que convienen un fin común (colaboran) se impone un reparto de funciones y una de esas funciones es dirigir. Sabemos por experiencia que no pueden mandar todos. Y sabemos que la función de dirigir no es una función como las demás. La eficacia impone que la función de dirigir, de indicar lo que hay qué hacer y cómo, sea clara y precisa. La colaboración contiene en sí misma la jerarquía (dirigir implica que uno manda y otro obedece). Pero no quiere decir que el mando sea siempre el mismo, que exista una especialización que sea mandar.  La dominación es precisamente eso: fosilizar la función de mando en una clase de individuos, que es la clase dominante. Porque tiene el título que lo legitima (edad, nobleza, fuerza, sabiduría, riqueza, azar…). Cuando una de las funciones involucra el poder sólo hay dos soluciones: o la dirección es rotativa o se le entrega al mejor preparado. Y en nombre de la eficacia se le entrega al mejor preparado (al sistema nervioso en el caso del organismo vivo). No así en política donde el poder siempre  es (debería ser) rotatativo… otra cosa es la postulación y la selección. La política está profesionalizada y por ello la rotación solo se da entre ellos. Dirigir produce seguridad pues las decisiones tomadas coinciden exactamente con nuestra percepción de la situación. No así para los que obedecen, que pueden diferir en esa apreciación. Resultado: el poder produce seguridad y el anhelo de poder, de dirigir, se convierte en una forma de aseguramiento. El esquema de la dominación ya está completo. 

 

La tendencia a la dominación es universal, entre los animales y entre las personas, La solución para que todos puedan dominar es dividir la vida en campos especiales en el que la dominación corresponda a distintos dirigentes: la especialización: el guerrero manda en la guerra y el artesano manda en la fabricación de instrumentos. Pero como nos hemos instituido a imagen y semejanza de Dios nuestra aspiración es a dominar en todos los campos: el hombre universal (una fantasía recurrente) y cada uno lo procura desde su especialización: la fuerza, la experiencia, la sabiduría, la riqueza, el azar… dando lugar a distintos modelos de sociedad. La dominación (como el capitalismo) está demasiado enraizada en nuestro modo de de ser como para ser abolida. Hay que atemperarla, conciliar, ordenarla sin suprimirla, y a eso se dirigen las normas de convivencia, a evitar que aparezca el tirano sin que se pierdan las dotes de dirección de cualquiera en cualquier campo. La dominación no es mala. Su ejercicio abusivo, si. 

 

¿Existe alguna alternativa? A la dominación, no. A su ejercicio abusivo, es posible. El bien común (el colectivo por encima del individuo): la solidaridad, el altruismo, la generosidad, la empatía. Es necesario desconectar los medios de los fines, quitar a la dominación su gratificante aseguramiento, su poder, su utlitarismo finalista. El ejemplo más significativo es el cuidado femenino de origen maternal. El cuidado implica dominación. No se puede cuidar de alguien sobre el que no se pueden aplicar los medios decididos unilateralmente, una dirección. Pero no implica aseguramiento, ni poder, ni soberbia, ni blindaje. No se cuida desde la superioridad (que evidentemente existe) sino desde el servicio, la entrega, el amor. El cuidado es la dominación desde el amor, desde la renuncia a cualquier ventaja dimanada de ello. Pero es dominación, capaz de colmar el ansia de dirección inherente a cada uno. Un bebé, un enfermo, un anciano son evidentemente seres indefensos sobre los que ejercer la dominación abusiva es simple: no tienen defensa. Pero no se ejerce por el efecto que se obtiene para el que lo da (seguridad, imprescindibilidad, soberbia, necesidad… autobombo) sino por el efecto que supone para el dominado: resolución de problemas inaccesibles para él mismo. 

 

El cuidado es una misión que en nuestra sociedad recae sobre las mujeres. El cuidado -hacia otros individuos de la sociedad- que realizan los hombres, se reduce a la defensa y alimentación del núcleo familiar (¡que no está mal!) pero que viene impreso en sus genes. La fantasía del superhéroe añade la defensa de damiselas en peligro de ser ingeridas por encendidos dragones y de inocentes acosados por la tiranía o la maldad. El bebé es un trabajador inútil y los enfermos y los ancianos guerreros amortizados igualmente inservibles. La razón (la forma de pensamiento masculino) utilitaria, solamente puede que despreciarlos. Solo desde los sentimientos y las emociones pueden ser considerados útiles y sabemos que la razón y el hombre se llevan mal con ellos. Pero el cuidado llega más lejos. Hasta la tierra y sus criaturas. Para el hombre el medio ambiente es el escenario del desarrollo y del progreso… y le trae sin-cuidado. Para la mujer, llega hasta los objetos que nos rodean, lo que hace de las mujeres :conservadoras, no en el sentido de preservan lo que poseen frente a la codicia de los demás, sino como respeto hacia un entorno al que se ama. Si entendemos la metafísica como el sistema de pensamiento (logos, razón) occidental masculino, la metaética, podría ser el pensamiento femenino: el pensamiento del cuidado, de la generosidad de la dominación.

 

La dominación no es lo opuesto del cuidado. Responden al mismo principio: la dirección,  pero con distintos matices. La dominación se centra en el fin: la superioridad, mientras el cuidado se centra en los medios: la ayuda. La necesidad de dirección es la misma. Por eso los oprimidos aguantan la dominación, porque de una u otra manera encuentran el medio de ejercer la dirección, sin abusar de ella, mediante el cuidado y sin manifestaciones ostentosas: el micropoder. El micropoder no necesita oponerse a otros poderes, puede vivir en la sombra. Siempre se ha dicho que quien manda es la mujer. Sobre todo por los hombres que son conscientes de que la batuta la llevan ellos pero la mujer se las arregla para arrimar el ascua a su sardina. Pero no es su sardina: es la sardina común, el interés de la pareja. La mujer -tradicionalmente, hoy las cosas serían diferentes- no discute las órdenes pero, en lo que es una labor de cuidado de la unidad familiar, maniobra para llevar al hombre al camino -que su evaluación i-racional- le dice que es el mejor… no para ella sino para todos. Esa evaluación reside en la empatía, el altruismo, la solidaridad, la generosidad características del pensamiento femenino. La mujer practica la caridad porque la desigualdad es penosa lo que le lleva a compadecerse del otro; El hombre practica la caridad en un cálculo racional de conveniencias (“La caridad bien entendida, empieza por uno mismo”). La Iglesia (la religión) hace lo mismo: la caridad que practica no es la misma que la que pregona. ¡Y no hablemos de las ONG!

 

La sociedad es un juego de dominaciones dividido en campos de especialización: lo militar, lo religioso, lo jurídico, lo económico… Pero hay un campo que es la dominación de los dominadores, la ultradominación: la política. La política es la autoencargada de proponer los ideales: económicos, militares, jurídicos, religiosos, lo que convierte al político en el metadominador, el mandamás, el abusón. Y para ello no necesita ni conocimientos ni formación (dice la Constitución). ¡Con un partido, basta! El político es una clase que solo como excusa se presenta como de derechas o de izquierdas: dos políticos de distintas orientaciones son más parecidos que un político y un ciudadano.  Tienen los mismos métodos (la dominación) y los mismos objetivos (el poder). Toda la escenificación de confrontación en defensa de sus correligionarios es puro teatro. Son la clase única porque han borrado todas las otras y lo han hecho a base de engaños, de trapacerías y de delitos. Y su estrategia ha sido tomada de la religión: el pecado original: el pueblo es intrínsecamente malo: ignorante, voluble, egoísta, vicioso, irresponsable, etc. Cuando las cosas vienen mal dadas el argumento surge en toda su crudeza: ¡habéis vivido por encima de vuestras posibilidades! Fue la insensatez de los sanitarios y la rebeldía de los ciudadanos la que convirtió a una gripe en pandemia mundial. Fue la avaricia especulativa de los abuelos la que causó la hecatombe de las acciones preferentes y las subordinadas. Es el consumismo desaforado del pueblo el que produce las crisis económicas. Son los inmigrantes o la economía sumergida, los que producen el paro. Son los jóvenes los que no quieren trabajar… y por supuesto: ¡no sabemos votar! La política es hoy dominación pura y dura. Y semejante error no se arregla sino atacando todos los otros errores.

 

El desgarrado. Julio 2024.




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