» 29-11-2019

Madre amantísima 2. Biología.

Voy en el metro. Una madre entra con sus dos hijos en el vagón. El mayor de diez años se desliza rápidamente hacia el único asiento libre. La pequeña de siete años se queda de pié con su madre. La situación es aceptada por madre e hija como natural: el chico sentado, ellas de pié. Cuando personas mayores y necesitadas de atención desfilan ante el niño, ni éste ni su madre, parecen reparar en ello. Lo que la madre amantísima acepta como natural: el más rápido o el más listo se queda con el asiento; la condición de niño varón prevalece sobre el de adulta madre, hembra y hermana pequeña; también sobre otros adultos mayores y merecedores de atención, responde a una escala de valores que trasluce un profundo machismo. La prevalencia del más listo (más rápido, más hábil, más astuto); la prevalencia del varón, incluso sobre personas adultas o merecedoras de un respeto especial.

 

Viajo en tren. Una madre entra con su hija de ocho años. La película infantil (ponen tres durante todo el viaje de las que la de en medio suele ser para niños) finaliza en ese instante. La madre se va a buscar al revisor y le pide que le ponga otra vez la película infantil. El revisor le explica que están programadas y que ahora, no toca… ni tocará infantil cuando proceda. El tren lleva 20 vagones, lo que no parece importar a la madre con tal de salirse con la suya. Cada vez que el revisor pasa la madre despliega todos sus encantos para conseguir que le pongan la película. El revisor no cede, pero finalmente lo hace y se repite la película para gran “alegría” de todos los adultos del tren. La madre es feliz. La niña es feliz. Han impuesto su santa voluntad a todo el tren. La madre amantísima ha cumplido su sagrada misión de obtener el máximo confort para su hija aún a costa del confort de todo el tren. La biología ha triunfado sobre la sociología.

 

La maternidad es una programación biológica y cultural. Los niños inspiran biológicamente ternura, impulsos de protección, cariño, etc. Lo llevamos en los genes, pero más las madres que los padres. Es una respuesta estereotipada que nada tiene que ver con sentimientos elevados de origen cultural. Lorentz demostró que el piar de los polluelos es el detonante del reconocimiento de estos por su madre. Las madres sordas se comen a los polluelos confundiéndolos con presas. Parece sórdido pero es la simplicidad de un mecanismo biológico de reconocimiento. Simple y efectivo. El mecanismo biológico se amplía a cultural cuando no solo las madres sino todas las hembras se sienten conmovidas por el estímulo infantil. De esa manera colaboran en el cuidado y la vigilancia de la prole ajena. Altruismo y solidaridad, los dos grandes mecanismos de la sociabilidad. Ambos en la dirección contraria del egoísmo individualista.

 

Sin embargo ambas madres aceptan el comportamiento egoísta individualista. La primera al consentir al niño apoderarse del asiento en detrimento de ella misma, la hermanita y los pasajeros con necesidad de atención especial. La segunda madre anteponiendo el confort de su hija y de ella misma al enchufarla a la pantalla para que no moleste. Altruismo y solidaridad pero aplicada al confort de sus hijos (o de algunos de ellos) en detrimento del resto. A los niños se les educa para ser hombres: astutos, rápidos, listos, implacables. Las características de quien tiene que sacar adelante a una familia. A las niñas para ser pacientes, sumisas, tiernas. Las características de futuras madres. La pregunta es ¿por qué entonces las mujeres ayudan sacar adelante a la familia sin que los hombre ayuden en el cuidado del hogar y la prole? Es evidente que los hombres han incumplido su pacto biológico con las mujeres al permitir que las mujeres hagan de madres… y de padres económicos. ¿Es por eso que tratan de que a igual trabajo no haya igual salario, justificando así el trabajo biológico del hombre de sacar adelante a la familia como un diferencial de cantidad en vez de un hecho estructural de calidad? ¿Es por eso que se empeñan en considerarla inferior cuando no instrumental de sus apetencias?

 

Si es así, y los hechos parecen indicarlo, las leyes deberían corregir esa desviación del hombre de su pacto biológico con las mujeres y los mecanismos subsiguientes de justificación: brecha salarial, jerarquía, cosificación, instrumentalidad, etc. Pero no solo las leyes, también la educación y los hábitos. Pero si las madres educan a los varones para ser machos (a pesar de que incumplen su pacto biológico) estamos en una contradicción, en un círculo vicioso. O se cambia la educación y los hábitos o se vuelve a la situación en que la mujer se reducía a su papel de madre y ama de casa como proponen los ultraderechistas. Lo segundo es económicamente imposible por lo que deberemos ir pensando en implementar lo primero. Los hombres (vergonzosamente) no apoyarán medidas que no les favorecen, por lo que deberán ser las mujeres las que emprendan los cambios y el primero es el fin de la educación machista. Ello supondrá ir en contra de su natural tendencia biológica. ¿Estáis dispuestas?

 

El desgarrado. Noviembre 2019.

 




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