» 03-08-2020

Metafísica y futuro. “Gusto” Agamben.

La fractura metafísica en pares de oposiciones no siempre se adecua a la descripción de la realidad. En especial los pares verdad/belleza, conocimiento/placer, sensible/inteligible exigen al menos en tres situaciones intercalar posiciones intermedias: la estética, la filosofía y el amor. Así lo expone Agambem en “Gusto” Adriana Hidalgo, 2017. Las posiciones intermedias se substancian como diferencia/unidad en vez de “o lo uno, o lo otro” (aunque solo sea en el espacio, permitiendo el intercambio de las posiciones en el tiempo) que caracteriza a la metafísica. Hasta la filosofía de la diferencia, la posmodernidad y el feminismo sintético (con antecedentes como la fenomenología y la hermeneútica) no se aborda con rigor el problema de la unidad/diferencia o dicho de otra manera la no consideración del principio de no contradicción (que impide que las cosas se contradigan).

 

El SXX acaba con una filosofía, la metafísica, en la que los pares de oposiciones se mantienen irreductibles y excluyentes, en la que la unidad/diferencia es imposible y el principio de no contradicción (junto al tercio excluso y el fundamental principio de identidad) arsitotélicos, simplifica el mundo impidiendo su contradicción y apostando por la igualdad (identidad). El SXX empieza con la física cuántica que se aviene mal con el principio de no contradicción (localidad/globalidad, partícula/onda, posición/velocidad, constante/variable…) Ya el siglo anterior había introducido la mecánica estadística que proponía que entre la verdad y la falsedad se pueden establecer posiciones intermedias de grados decimales de verdad. El principio ergódico establece la equivalencia entre las experiencias probabilísticas en el espacio (tirar cien dados de una vez) y en el tiempo (tirar cien dados sucesivamente). Espacio y tiempos se convierten en experiencias equivalentes y la probabilidad (la estadística) en una experiencia de la verdad fraccionaria.

 

Los grandes universales obtenidos por abstracción (poda de la complejidad) como la cantidad, el  concepto, la verdad o la igualdad (ética-política o identitaria) -además de otros menos importantes pero no desdeñables como el género único propuesto por la teoría sicoanalítica, el dinero como equivalente universal del valor o la economía política (el valor de cambio como negación del gozo y la utilidad), se añaden a la filosofía (amor al saber), la estética (el gusto como saber que no sabe y placer que conoce), el amor (itinerario que va de la belleza corporal a la ciencia de lo bello para terminar en lo bello en sí: la idea de lo bello), la filología (centrando su saber en una hermeneútica de tipo adivinatorio y retomando la distinción semántico (de lo que se puede dar razón y señalar sujeto) y semiotico ( de lo que solo se puede reconocer sin señalarle sujeto) de Benveniste, el inconsciente (que se estructura como un lenguaje, un saber que no se sabe y placer que no se goza: el ello).

 

Increíble batiburrillo de verdad/belleza, conocimiento/placer, inteligible/sensible que hace que entre el Yo y el Otro se abra un abismo que la metafísica no es capaz de suturar. La posmodernidad anuncia el fin de la metafísica, del sistema de pensamiento abstracción-universalización-Ley y del inicio de la cibernética. El sistema de las bases de datos-la computación-retroalimentación cibernética. Anuncia también el fin de los pares de oposiciones irreductibles en el espacio dando paso a la unidad/diferencia y acabando por tanto con el principio de no contradicción, de identidad y del tercio excluso. La probabilidad-estadística se convierte en un sistema de verdades fraccionarias (y por tanto en convivencia con falsedades igualmente fraccionarias). La ciencia tal como la conocemos (subsidiaria de la metafísica) también desaparece pero solo para dar paso a una ciencia mucho más omnicomprensiva de todos los fenómenos (incluso las ciencias humanas). Una apertura de foco que ¡por fin! la extiende a todos los fenómenos. Se inicia una nueva era -para nuestra desgracia- perfectamente dominada por el capitalismo salvaje, la desigualdad y la explotación.

 

Tras veinticinco siglos de metafísica la perspectiva de una ciencia más amplia pero también más imprecisa, de un mundo más complejo por la ampliación de la identidad a la diferencia, de la desaparición de los pares de oposiciones reduccionistas, nos enfrenta a un mundo más complejo y no más vivible. El control de la cibernética por el capitalismo no augura nada bueno. Y en su reconocido estilo de no dar puntada sin hilo, se aprovecha de esa nueva justificación de la desigualdad (matemática, identitaria) para hacer desaparecer la igualdad ética y política, en esa nueva utilización de las bases de datos y la computación para aprovecharse de los datos de los ciudadanos, y de utilizar la cibernética para presumir de una nueva ontología del progreso, del lado de la mejora. Hasta la verdad se resiente del fraccionamiento para convertirla en posverdad. En una palabra: cualquier excusa es buena para aplicar la dominación.

 

¿Merece la pena avanzar en la cognición cuando el capitalismo ya ha establecido un plan para aprovecharse de cualquier situación? ¿Tiene sentido avanzar en la cognición por la cognición, cuando no será de utilidad para la igualdad, la solidaridad y el altruismo? Evidentemente cualquier tiempo pasado fue mejor.

 

El desgarrado. Agosto 2020.

 




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