» 01-06-2022

Momentos de la historia del arte 8. Estética e igualdad.

Sabemos que la igualación (en sus diversas formas) es la operación dominante de la abstracción y por tanto de la metafísica. Parangonando los tres regímenes de identificación del arte de Rancière (arte ético, arte representativo y arte estético) estableceremos que corresponden a tres formas de igualación o equiparación: la similitud imaginaria, la representación simbólica y la suspensión (que podríamos entender como la asunción de la contradicción en la dialéctica hegeliana) de la conexión originaria entre las cosas y su representación. En la similitud imaginaria la igualdad está cogida por los pelos. La simple equivalencia (a cualquier nivel pero sobre todo imaginaria) es suficiente. No se trata de igualar sino de dar la apariencia, de encontrar la similitud. En la fase simbólica se trata de encontrar relaciones tipo metáfora y metonimia. De hecho nos encontramos en una fase del desarrollo de la inteligencia en la que lo imaginario da paso a lo plenamente simbólico y lo asimilable a lo representativo. Hegel entiende la representación como la desconexión entre la igualdad y la desigualdad, que dejan de ser los extremos de un par de oposiciones conectadas, a ser dos términos independientes… lo que se parece mucho a la suspensión de las conexiones originales entre la representación y las cosas. La relación de representación se hace heterogénea, disjunta, desaparece, pero conserva la memoria de lo que pierde, aquello a lo que sustituye, lo que le da (contra)sentido. La pérdida de un contexto común.

 

Este camino de lo imaginario (ético) a lo simbólico (representativo) y finalmente a la suspensión de la relación entre las cosas y su imagen artística (estética) es la historia de la estética o del arte. El arte imaginario se muestra en la magia (por contacto o por invocación, en presencia o en ausencia), en la religiosidad, en la mítica, en una cierta aspiración a la utilidad, aún cuando no sea real. Pero ya contiene algo que será definitivo en el arte: la naturaleza (incluso humana) como contexto, como espacio común que une al artista y al consumidor de arte. Evidentemente no necesitaba ser figurativo y la caricatura era su campo, lo que le permitía destacar determinados aspectos de la “igualdad”. La simbolización llega a ser tan compleja que finalmente se convierte en escritura. Pero los lazos entre la obra de arte (la representación) y las cosas se hacen cada vez más sólidos hasta que resultan inequívocos, es el arte representativo, arte clásico y neoclásico. Y en ese momento se inicia la deconstrucción de esta relación inequívoca en busca de la originalidad y lo sorprendente.

 

El arte clásico había coleccionado una serie de recursos para conseguir sus efectos de realidad: perspectiva, esfumato, fondo-figura, claroscuro, tema, efecto de apariencia, etc. y todos estos recursos son objeto de distintas subjetivaciones a lo largo de siglos. Llega un momento en que el artista decide anteponer su propia reacción a la naturaleza, que tratar de imitarla. Es el impresionismo, el principio de la irrupción del artista en el cuadro o en la obra de arte. El arte se aleja de lo natural-objetivo para adentrase en los personal-subjetivo. A partir de aquí el artista sobrepasa el concepto de genio para convertirse en dueño absoluto del control de la obra. El arte estético es un arte de artista hasta el punto que Duchamp afirmará que el arte es el producto del artista. La referencia al contexto natural se desvanece y el arte se hace incomprensible para los neófitos. La deconstrucción del arte clásico empieza por la percepción personal (impresionismo y expresionismo), el punto de vista (cubismo), la des-figuración (abstracto), la descolorización (simbolismo, fauvismo), el tema (futurismo), el inconsciente gamberro (surrealismo, dadá). La imparable caída del arte en lo no reconocible (y su consiguiente separación del público) es contraatacada con las tendencias de los años sesenta (y posteriores): pop art, land art, body art, art póvera, performance, instalación, hiperrealismo, transvanguardia, fluxus, Young english, etc. El arte recupera una cierta figuración a base de entregarse a temas, materiales, actitudes y técnicas inéditos en el arte.

 

Pero subsistía un elemento que nunca se puso seriamente en entredicho: el autor. La lección de Duchamp estaba bien asumida. Solo ciertos movimientos de arte social se refugiaron en el colectivo desdibujando al sacrosanto autor. Hasta hoy. El colectivo Bar pretende precisamente eso: hacer arte sin artistas o, mejor dicho, sin que estos sean las autenticas divas del arte como había ocurrido desde Dalí a Koons, Hirst o Barnett. No afrontan la idea de la misma manera; unos ocultan su rostro y otros no, unos ocultan su nombre y otros no, pero todos apuestan por un perfil bajo ante los medios y el desarrollo de un arte que valga por sí mismo. Emulando a Hegel y Fukuyama es el fin de la historia (del arte). El arte no ha muerto pero se ha hecho anónimo. El artista es el artesano del Arte.

 

El desgarrado. Junio 2022.




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