» 01-09-2024 |
El género único. Solo el nombre ya da miedo. ¿Quiere decir que la mitad de la población mundial tiene que operarse, hacerse transgénero? No. ¿Qué hay un género que sobra? Tampoco. Se trata de una fantasía masculina hecha realidad, que no se sabe cuando empezó a fraguarse, pero que cinco siglos antes del cero ya se había consumado. Por allá cuando Platón y Aristóteles fundaron una nueva manera de pensar a la que llamaron logos, en griego (razón para los amigos). Aunque la inteligencia había empezado mucho antes (Tardamos cuatro millones de años en separarnos de los chimpancés y constituir la especie actual), la elección de la razón como faro y guía no se consolidó hasta aquella fecha. En capítulos anteriores pasamos por varias especies intermedias con distintos grados de inteligencia pero sin un sistema de pensamiento como el actual. Piensen en todo lo que nos diferencia de los chimpancés y rellenen el lapso con sistemas de pensamiento cada vez más atinados, hasta alcanzar nuestra gloriosa razón. Esos eslabones perdidos son la evolución de la inteligencia a partir del instinto. Los sistemas de pensamiento. No sabemos como fueron pero tenemos algunas pistas si observamos a los grandes monos y los seres humanos actuales, pasando por las actuales culturas arcaicas… si todavía queda alguna que no haya sido masacrada por la civilización. Hubo un pensamiento arcaico y un pensamiento mítico y una evolución constante, si atendemos al continuo aumento de la capacidad craneal que muestran los fósiles. Cabe que no encontréis ninguna diferencia apreciable. En ese caso podéis salir de la sala y llevaros de paso a los creacionistas que no van a hacer otra cosa que sufrir durante todo el monólogo.
Antes de la razón la sabiduría residía en la mujer, en el género femenino. El hombre dedicaba todos sus esfuerzos a cazar (de eso sabía mucho) y a guerrear que era lo mismo pero con otros humanos en vez de con animales. En el reparto de funciones que la evolución había establecido el hombre se ocupaba de la alimentación de la familia y de su defensa, mientras que la mujer paría, cuidaba de los hijos, les enseñaba a todo menos a cazar -que como el caso de la elección de melones en el súper era cometido de los hombres- cuidaba de los enfermos y ancianos y del hogar (básicamente mantener el fuego encendido y, de paso, cocinar). Esa labor sedentaria le permitía observar la naturaleza y sus regularidades. También colaboraba a la alimentación con la aportación de bayas y frutos que encontraba en el bosque, en donde su función observatoria y clasificatoria aumentaba su saber. Pero ¿de donde había salido ese modelo de familia nuclear, que no existe entre los primates? (¡Tranquilos! Nada que ver con la fisión del átomo). Es una peculiaridad de nuestra especie que permite atender a las necesidades de hijos que nacen inmaduros -por los primeros cinco años- debido a que si su cerebro estuviera totalmente desarrollada en su cabeza no pasaría por el canal pélvico que atraviesa el coxis para el alumbramiento. Pero también tenía otra función: permitir que los embarazos se sucedieran casi cada año (los chimpancés paren cada seis)debido al aumento de cuidados, lo que permitió poblar el planeta a toda leche. Y otra aún: cada macho tenía el derecho a una hembra (con la que constituía la familia nuclear) mejorando el sistema de los grandes monos en que el macho alfa cubría a todas las hembras. Pensándolo bien: sí que era la bomba: era… la democracia sexual.
¿Que hemos aprendido? Lo que determina el éxito de nuestra especie no es la inteligencia sino la reproducción a toda leche. La especialización de género es enorme comparada con otros animales lo que redunda en el acortamiento del plazo entre alumbramientos. La familia -que muchos machos ven como la represión de la pansexualidad es en realidad la democracia sexual… a cambio de la fidelidad… exigida por el hombre para garantizar la paternidad de los hijos de la familia. Porque la mujer había adquirido el celo continuo (la disposición a tener relaciones sexuales durante todo el ciclo). De hecho, entre los grandes monos, la hembra es promiscua para que el “padre” no sepa si los hijos son o no suyos y no practique el infanticidio… para garantizar la propagación exclusiva de sus genes. La fidelidad de la mujer garantiza la seguridad en la paternidad del hombre. La promiscuidad de la mujer impide el infanticidio. La fidelidad del hombre estabiliza la unión familiar y la viabilidad de los hijos. Luego, la fidelidad de la mujer, no es imprescindible para la especie y la del hombre sí. No es difícil entender por que el hombre exige la fidelidad de la mujer y evade la suya. Naturalmente ningún hombre en su sano juicio se embarcaría en una empresa (la familia) tan larga y tan costosa. Hacía falta un vínculo que entonteciera a la pareja hasta perder el juicio y ese vínculo es el amor. Un cóctel de hormonas que dura lo que dura el adiestramiento del hijo para que pueda enfrentarse a la vida. Pero todas estas ventajas para la especie se producen a costa de la sojuzgación de la mujer ante la superior fuerza del hombre, debida a la especialización: los roles se fosilizan. Pero lo peor estaba por llegar.
La llegada de la razón fortalece enormemente al hombre (hay que pensar que es un traje a medida que se hizo él mismo). El pensamiento especulativo se adaptaba perfectamente a su mente analítica, emocionalmente distraída. La mujer no aprecia la importancia del nuevo juguete del hombre y lo deja pasar, simplemente por desinterés. Su mundo no mejora aprciablemente con la llegada y asunción de la razón. Entonces el hombre decide dar un golpe de mano y desbancar a la mujer de su posición de dueña del saber, aprovechándose de los argumentos que el logos le proporciona. La tacha de i-racional y la expulsa del saber. Pero la mujer sigue teniendo la sartén por el mango en la cuestión de la reproducción. Ella es quien pare y educa a los hijos y por tanto posee la llave para conducirlos por donde quiera. El hombre conoce esa debilidad y decide romper ese vínculo madre/hijo. Hay que expulsarla del género, reconvertir su papel en la reproducción en simple funcionalidad. Los espermatozoides prefiguran los hijos en homúnculos que la mujer se limita a encubar. El hombre finge el embarazo en la figura de la couvade. Solo existe un género: el masculino que se caracteriza por poseer un pene. Si la mujer no lo tiene es porque lo ha perdido. Es pues un hombre tarado, capado, disminuido, de segunda categoría. Es la teoría (fantasía) del falo: la premisa universal del pene (todo el mundo tiene un pene) que recogerá el sicoanálisis en su momento. El papel de la mujer en la reproducción es secundario, complementario, auxiliar, pues solo existe un género y es el masculino.
Expulsada del saber (por irracional) y del género (por innecesaria) solo queda disponer de una cláusula de cierre que impida que de ninguna manera se cambien las tornas. Para ello se erige en maestro y condena a la mujer al de aprendiza eterna. El saber no solo pertenece al hombre sino que lo imparte en exclusiva. Pero hay algo que el hombre no logra solucionar y es la relación del hijo con la madre. Para el hijo la madre lo es todo, durante mucho tiempo, y se inventa el complejo de Edipo según el cual para conservar su pene tiene que renunciar a la madre (a la que desea sexualmente, el muy pillín) y aliarse con el padre (ponerse a sus órdenes, aceptar su superioridad), que en caso contrario procederá a caparlo. ¡El pene también resuelve el problema de separar al hijo de la madre! La prohibición del incesto sellará esta separación. ¿Ocurrió todo esto en realidad? No. Todo es una fantasía orquestada por el (o en el) inconsciente, una instancia inaccesible por medios normales que solo se manifiesta en los sueños, los actos fallidos y los chistes además de aparecer como síntomas en las disfunciones mentales. Durante milenios el relato había sido la forma de pensamiento y el relato siempre está en peligro de sustituir a la realidad. La fantasía es este relato distorsionado, ese inconsciente.
Las consecuencias de este golpe de mano masculino son harto conocidas pero se resumen en una: el machismo: la situación de inferioridad manifiesta de la mujer por un sistema de pensamiento (la metafísica) que la ha borrado del saber, del género, expulsado de la relación con el hijo y reducida a aprendiz eterna de un hombre cuya única diferencia es sexual y se escenifica en poseer un pene. Probablemente incrustado en el cerebro. ¿Es todo esto que les cuento real? Tampoco. Es un docudrama, una recreación fantástica, un (otro) relato. No tiene valor científico. Pero si la ciencia es una hipótesis que tiene que ser corroborada ¿Alguien ha falsado este relato como para que podamos sustituirlo por otra hipótesis alternativa? Alternativa que según la lógica metafísica masculina no es disyuntiva (no implica la falsedad de la hipótesis anterior). Si como en el sicoanálisis el diagnóstico se debe producir por los síntomas, bien pudieron ser las cosas así. O, no.
El desgarrado. Septiembre 2024.