» 02-09-2024 |
Les sonará la cosa: una motera, vestida de cuero negro, macizorra, de mirada torva y cara depravada se enfrenta a la cámara y dice ¡Busco a Jacs! Que ahí hay tomate es evidente. Este planteamiento de novela negra esconde a una chica extremadamente dependiente de su desodorante, lo que con el atuendo de cuero no es de extrañar. ¿Quién es Jacs? me he preguntado siempre? ¿Quién fuera Jacs? he deseado secretamente. Pues bien, años después de ser sacudido por este mensaje de pasiones odoríferas y trasfondo de sexo duro, he sabido -por fin- quien es Jacs. Pero antes les pondré en contexto. Jubilado -aprovechando que no tiene las obligaciones de su sexo y condición con respecto a los hijos de sus hijos, como: llevarlos al colegio, cangurearlos, entretenerlos, malcriarlos… - decide escapar de la gran ciudad e irse a vivir a un pueblecito de la costa junto a la playa y al mar. No es el único en tener esa idea. La colonia con la que se encuentra es un grupo de jubilados, alcohólicos, cardiacos y separados (Jacs por su acrónimo) con los que es fácil hacer amistad dado que la soledad es su denominador común y el alcoholismo les reúne día tras día en los bares de la playa. Son como el grupo de “Verano azul”… pero, ahora, es decir, 65 años después.
En España hay más de ocho millones de jubilados lo que los convierte en la mayoría oprimida más grande del Estado… después de las mujeres. Si formaran un partido político arrasarían. Desgraciadamente la edad nos hace conservadores por lo que sospecho que el partido sería de extrema derecha. ¡Mejor no tocar el tema! Intereses comunes no les faltan, de los que los intereses postlaborales -léase la pensión- destaca sobre todos los demás, aunque no es único. Los jubilados siguen pagando impuestos -de unos ingresos que ya pagaron impuestos en su día al ser generados, o sea que re-pagan impuestos. La condición de separados (la S) incluye la de solos, abandonados por su pareja por decisión propia o por malfucionamiento vital. Todos tienen su vivienda, fruto de los réditos de su pasado laboral. Para muchos fue su segunda residencia en urbanizaciones ilegales y ahora se ha convertido en la primera tras ceder la residencia urbana a sus hijos trabajadores. También -a la a de alcohólicos- podríamos añadir la de abandonados, pues esa es su realidad respecto a su hijos y nietos. La antigua función de los hijos (debería decir de las hijas) de cuidar de los padres ancianos ha desparecido por causas naturales y la vida moderna es incompatible con ese cuidado. Pero es que hasta el contacto parece haberse superado. Los hijos poseen la verdad pedagógica y saben que los abuelos son una mala influencia -constatada de primera mano- La mayoría hablan de su nietos con nostalgia como si hubieran emigrado a Australia (otra a). Su horizonte próximo es acabar en una residencia cuyo natural horror les lleva a ocultar celosamente sus torpezas y sus carencias. Todos presumen de autonomía y suficiencia.
El alcoholismo no es un problema específico de este colectivo sino de toda la sociedad y ahora que la igualdad ha permitido el acceso a las mujeres a la “cultura” del botellón, el futuro se presenta esplendoroso. El alcohol es la droga oficial de nuestra sociedad, amparada por los gobiernos y aceptada como hábito común en nuestra sociedad, que defiende sus propiedades (sociales, terapéuticas, sicológicas) con desparpajo. El tabaco no ha tenido la misma suerte y hoy se ha guetificado. Cuando se prohiba en las terrazas la suerte estará echada, pero mientras haya suficientes fumadores como para constituir un contingente electoral importante, su continuidad está asegurada… igual que el alcohol. Vivimos en la moral electoral: es vicio lo que no tiene repercusiones electorales y así lo ha decidido la santa madre iglesia. Los curas fuman y beben lo que indica que no es un vicio. ¿Cómo iba a serlo? Fuman y beben hasta los sanitarios en una curiosa intelección de en que consiste predicar con el ejemplo. La única tacha de asocialidad, el único castigo que se aplica a los bebedores es -a parte de los impuestos específicos- la negación del trasplante de hígado. La gran aportación de los médicos a la erradicación del alcoholismo es la indicación: ¡no fume, no beba! que se ha convertido en un chiste, dado que ellos mismos no la cumplen. Los sanitarios deberían pasar una ITV alcohol-tabaco y ser suspendidos en caso de dar positivo. Amparar el consumo de drogas a sabiendas, es prevaricación, un delito. El vino es más barato que la leche ¡y más ecológico! La publicidad ha resuelto el problema acusando al consumidor de irresponsable. El cine americano incita a las mujeres al consumo de vino como marca de distinción. En resumen: la sociedad incita al consumo de alcohol y el ciudadano -obediente- se alcoholiza.
Todos los jubilados tenemos -como los aventureros- un pasado de infarto. Todos hemos sido remendados con bypasses o stenes dependiendo de la formación del cirujano que nos atendió de urgencias, cuando el corazón se declaró en huelga. Nos distinguimos por las cicatrices. La que más mola es la que cortó el esternón desde el cuello hasta el plexo, para abrir la caja torácica como si fuera un sagrario. No es la única disfunción circulatoria. También están los arterio-disminuidos por stress, tabaco o colesterol. Unos y otros forman las columnas de muertos vivientes (zombies) que pueblan el paseo marítimo provistos de distintas armas: bastones, muletas, gallatas, taca-tacas, sillas de ruedas (desde las de paralítico hasta las de fórmula uno). Seres de caras pálidas y tristes, que arrastrando los pies y a baja velocidad, uniformados con ropas juveniles (tejanos o bermudas que delatan su pasado pitillar, camisas de cuadros, calcetines estampados y sandalias de cartujo), deambulan parándose cada pocos metros a saludar a compadres de paseo y cardiopatía, con quien hablar un poco de nietos y de pastillas. Muchos de ellos se complementan con un perro cuya función es: sacarlos a pasear a diario, convencerlos de que son más inteligentes que las personas, demostrarles quien manda… obligándoles a recoger sus mierdas (aunque algunos se rebelan y se niegan), y sustituyendo a los nietos que nos les tocaron en el reparto de separación. A cambio, y en justa reprocidad, les dan el tratamiento de hijos: consentidos, defendidos a ultranza y justificados pues, a juzgar por sus dueños (o tutores i-legales), ninguno ladra, muerde, o nada. Muchos jubilados complementan estos estigmas con muchos otros, lo que origina -a menudo- concursos de pastillas o de dolencias en variedad y cantidad.
Muchos conservan sus parejas originales (o repuestas de larga duración) y muchos otros son viudos, separados, divorciados, abandonados (repudiados, en general), la mayoría en contra de su voluntad. Incluso diría que resabiados. Aunque mantener una buena relación con tu ex hace moderno, la verdad es que es difícil simpatizar con quien te ha dicho -normalmente de malas maneras: ¡hasta luego Lucas!). La posibilidad de reanudar una relación estable es remota (creo que en las residencias es más usual (el roce hace el cariño). Como decía un compañero: las que me gustas a mi… yo no les gusto a ellas y viceversa. ¡Nadie quiere a un viejo/a por pareja aunque sea lo que te corresponde! Naturalmente los que se encuentran en los bares son los que viven solos y que se reúnen en una muta de machos asilvestrados curtida en la misoginia y en el negacionismo sanitario. No suelen tener perro por que -si te sientes como un perro abandonado- ¡con uno basta! y las comparaciones son odiosas.
Los Jacs somos el objeto de deseo de múltiples colectivos. Los vendedores de almohadas y colchones nos adoran. Incluso nos montan excursiones en las que regalan un jamón. Las energéticas y las telefónicas también. Incluso nos llaman de Colombia o Ecuador para interesarse por si nuestra actual compañía nos tima. Y lindando con estos están los timadores -mayormente por internet/móvil-, siempre dispuestos a apropiarse de nuestros datos bancarios. Y hablando de bancarios ¿qué banco que se precie no ofrece, vajillas, cristalerías, cuberterías etc. para que regalemos a nuestros hijos… ¡que buena falta les hace! A cambio de depósitos mal remunerados y peor explicados. ¡Somos la reserva material (en cash) de occidente! Con la J de julais. No comprendo cómo la TV no se ha fijado en nosotros (excepción hecha de Telecinco que bien pudiera llamarse tele-residencia o tele-viejos). Un colectivo como el nuestro es una audiencia asegurada. Recuerdo aquella serie: “Las chicas de oro” Simplemente el título me llegó al alma: ¡qué manera tan sutil de definir a los viejos: “Golden girls” jovenes de oro. Joven + oro = viejo. Eso es poesía, pero denota por otra parte la mierda del lenguaje políticamente correcto en el que estamos inmersos. Hoy debería llamarse “Las chicas/os de oro”. De lo correcto a lo inclusivo. Cuando el diablo no sabe que hacer, se espanta las moscas con el rabo.
El desgarrado. Septiembre 2024.