» 04-09-2024

Monólogos 16. La igualdad y el poder.

La revolución francesa (una revolución de la burguesía contra las oligarquías de la nobleza, en al que el pueblo iba de figurante) Expuso tres metas, tres objetivos a alcanzar: libertad, igualdad y fraternidad. La metafísica (tan ontológica ella) las entendió como estaciones a las que había que llegar, porque tenían materialidad, sustancia, ser. Y los político (tan oportunistas ellos) pregonaron que esos fines se habían alcanzado, que ya no debían proponerse como aspiraciones sino como logros (resultado de sus denodados esfuerzos, obtenidos precisamente por ellos, ¡faltaría más!). Esta sustancialización de unos ideales ha sido desde entonces moneda de cambio, valor de uso, bandera. Empecemos por las condiciones de posibilidad de la igualdad: ¿Puede nuestra mente entender la igualdad? Pensar es clasificar y clasificar es jerarquizar. Pensar es pues ordenar el mundo por sus características de desigualdad. Pero vayamos antes, a la biología, al principio de la vida. ¿Que es la vida? ¿Fácil verdad? La vida es desigualdad. Es lo que es desigual en un contexto de igualdad, lo que se diferencia, se individualiza, se distingue. Da lo mismo que para ello utilice una membrana (que acota ciertos contenidos) o un gradiente de energías u orden que permita estabilizar una zona de mayor o menor energía u orden (es decir: desigual). Probablemente el universo se originó en una separación espontánea y estable entre materia y antimateria. En lógica dos cosas indistinguibles no son dos cosas sino una. La existencia es distinción. En la naturaleza no existe la igualdad o peor: no es  detectable. La economía de la energía es la existencia de la vida. La vida es una parte separada del todo, que extrae energía del medio -y estabiliza esa diferencia- para complejificarse y mantener una existencia independiente. Cómo extraiga esa energía es irrelevante: la parasite, la sintetice, la comparta. 

 

Pero en matemáticas sí existe la igualdad, nos pasamos la vida igualando ecuaciones utilizando el signo igual. Es cierto. En matemáticas la igualdad es un método, un medio de descubrir que dos cosas aparentemente distintas no lo son. La igualdad relaciona dos apariencias, no dos esencias. Porque en esencia los dos términos de la ecuación son el mismo. Si abandonamos la distinción platónica esencia/apariencia la igualdad no existe, porque es un subterfugio para justificar que dos esencias iguales pueden tener distintas apariencias. ¿Qué significa A=A? Que la A de la derecha es igual a la A de la izquierda, es decir que dos A, en distintas posiciones… son iguales, lo que es imposible… si la posición es una de las propiedades de las Aes. A no ser que hayamos abstraído de todas las propiedades de la A su magnitud y desechado su posición en cuyo caso solo hay una A y la fórmula es un desdoblamiento imposible. Resumiendo A=A es un artificio para resaltar que -por razones pedagógicas, instrumentales u otro- estamos usando un simbolismo imposible con tal de hacer aparente lo que de otra manera no estaría expresado o explicado. Es un artificio retórico. El principio de identidad en lógica es: solo A es A. Que en matemáticas sería: solo A=A. Es una exclusión de todo lo que no es ella misma… incluso de su doble.

 

Bonito trabalenguas ¿verdad?  Si esta noche no podéis dormir, me llamáis. Estábamos en que la igualdad no existe excepto como apariencia, retórica, artificio pedagógico. El mundo es desigualdad y por lo tanto la igualdad no puede ser otra cosa que una aspiración, una meta, un objetivo. Algo insustancial. Esto es lo más importante que voy a decir o sea que atentos. El mundo es sustancialmente desigual. La igualdad es un ideal. Igualdad y desigualdad no son opuestos porque son de distinta sustancia: material (apariencia) uno, ideal (esencia) el otro. No son homogéneos. No son transformables, oponibles tal cual, a no ser que cambiemos su sustancia a idealidad o viceversa. Hemos de abandonar la ontología (el ser) para abrazar la dinámica (el devenir). En una palabra: cambiar de metafísica.

 

Aspirar a la igualdad es aspirar a algo que el mundo nunca ha sido, por lo tanto un cambio radical… y sin disponer de modelo. Pero sobre todo significa un cambio contra natura, contra la naturaleza del mundo. ¿Por qué, entonces. Qué sentido tiene? Es una forma ideal de suavizar las diferencias (desigualdades) naturales para salvar la socialidad. La individualidad es profundamente desigualdad. Vivir es desigualdad y el individuo lo que pretende es (sobre)vivir aunque para ello deba causar la muerte del otro. Dominar para situarse en la posición de seguridad. Someter para garantizarse que el otro no se revolverá. Todo esto está inscrito en la esencia del individuo. Para la socialidad la situación es la contraria (excluida la servidumbre voluntaria). El modo de que exista paz social es que ninguno sea más que otro, nadie domine, ninguno someta a otro. La colaboración (esencia de la igualdad) exige la igualdad, debe ser justa. Y aún así deberán establecerse jerarquías. En el trabajo colaborativo no pueden mandar todos. Es el principio de eficacia.  Uno debe mandar, pero sin que eso lo convierta en superior. Nace el concepto de saber mandar: sin arrogancia, con humildad, como servicio a la comunidad, sin retribuciones especiales. Incluso con castigos. En las sociedades arcaicas se pensaba que el poder corrompe por su mero ejercicio y se ajusticiaba a quien lo había ejercido. Porque se le consideraba irreciclable, perdido para la convivencia. Mandar tenía un precio: la muerte. Sin embargo el modelo común es la dominación, la jerarquía del mando, incluso la necesidad de que haya siempre un inferior al que mandar, de modo que todos puedan ejercer el poder sobre algo en una cadena que incluso puede aspirar a la circularidad. La patada a la piedra tras la frustración indica que hasta lo inanimado puede servir para ejercer el poder.  

 

Otra posibilidad es la complementariedad, que requiere diversos campos de poder de modo que quien manda en un campo, obedece en otro: “A dios lo que es de dios y al cesar lo que es del cesar”. Política y religión se han llevado muy bien en el reparto de competencias: para ti lo material y para mi lo espiritual. Es una manera de aprovechar al máximo las habilidades de cada uno, lo que implica la existencia de desiguales habilidades y obtiene la eficiencia. La especialización trabaja en esta dirección. El reparto de poder en el hogar -aunque desigual- es un buen ejemplo. Los campos de poder se dividen y se adjudican y cada uno lo ejerce en su esfera. La división tradicional del hombre a la defensa y la alimentación de la familia, y la mujer al cuidado y a la educación, es harto explicativa, sobre todo, si se aplica con cierta flexibilidad, que permita intercambiar los roles en caso de necesidad. Estamos en un caso de asunción de la desigualdad y de obtención de la igualdad por compensación. En otros casos el sometido maniobra para obtener compensaciones, aunque sean insignificantes. Es el caso del micropoder, en el que ya no se trata de encontrar la compensación aritmética sino una compensación que salve el honor: haber ganado una vez aunque no sirva para compensar en el baremo total. El derecho al pataleo. La variedad de ejercicios del contrapoder indica lo importante que es la igualdad por más que sea imposible. Un poco de poder es mucho. 

 

De alguna manera el poder es la situación de posesión de la energía suficiente para doblegar la resistencia, la energía diferencial es la vida y por tanto, el poder es la vida. Lo que suele escenificarse con frecuencia literalmente, pues el poder comporta a menudo, la decisión sobre la vida y la muerte. Darle el poder a los políticos es como darle una granada de mano a un niño. Puede pasar cualquier cosa… pero todo malo.

 

El desgarrado. Septiembre 2024.




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