» 01-09-2024

Monólogos 17. El orgasmo y la envidia del orgasmo.

Estos textos los he encontrado en internet en el blog de “ob-art.com" bajo los títulos de “Señoras y señores 61” y “Señoras y señores 63” colgados en 2020. Los transcribo literalmente.

 

Voy a tratar de dar una teoría del orgasmo que no tenga que ver con el sexo: el orgasmo es un (a modo de) muelle que acumula energía más o menos lentamente y la libera explosivamente. Para resumir: es un arma. Pensad en un puñetazo, el tirachinas, una honda, un arco, un mosquete, la bomba atómica o la de hidrógeno. La pregunta es ¿por qué existen mecanismos biológicos que operan de esa forma? no sufráis: se llama vida… aunque la vida suele captar rápido y liberar suavemente. La vida consiste en robar energía del entorno para liberarla en beneficio de una pequeña parte del cosmos: el individuo biológico, generalmente lentamente pero en algunos casos de forma explosiva. Observad lo pronto que hemos relacionado las armas y la vida (y el sexo… todo sea dicho). El orgasmo es la vida y la muerte (la pequeña muerte). También podemos entender el orgasmo como un caso de retroalimentación positiva (ampificador) explosiva.

 

Este proceso de acumulación liberación es muy común en las excreciones. Lento en el acumular, urgente en el excretar: salivación, vómito, orina, sudor, heces fecales. La angustia que produce la urgencia se convierte en placer por la liberación. Así se origina la asociación entre orgasmo y placer: el placer de la liberación, el placer de la cesación del displacer o de la tensión acumulada. Pero también se produce en otros proceso no habituales como el parto, la expulsión de una piedra renal, el estornudo o el eructo. Y con esto quiero decir que los orgasmos cotidianos son mucho más habituales que el sexo. Pero tampoco podemos minimizar la asociación que hay entre la excreción y el sexo: los mismos canales. Pero también es común en los procesos adrenalíticos (huida, lucha) caracterizados por que la adrenalina los opera para que la descarga de energía sea instantánea. En fin que la vida es el proceso de modificar la velocidad de adquisición liberación de energía de acuerdo con las conveniencias. En un caso es el metabolismo y en el otro es el orgasmo.

 

Bien, ya vamos ligando placer y dolor, acumulación y liberación, lentitud y velocidad. Vida y muerte. En fin: las relaciones entre placer, tensión, procreación, socialización, liberación, etc. son enormemente variadas entre especies y personales en los individuos.

 

Pero no vamos a soslayar el sexo. ¿Por qué el orgasmo femenino es mucho más recompensante que el masculino (aunque las comparaciones sean odiosas). Es evidente que el masculino es, mayormente físico (como glorifica el porno) y sin embargo el femenino es síquico. De ahí podríamos pensar que la mujer es superior al hombre (obtiene un placer más intenso), pero también puede no obtenerlo en absoluto, lo que en el hombre es (casi) imposible. Pero no es solo un pensamiento, es una realidad. Los orgasmos femeninos son sublimes, incomparables, y además repetibles hasta la saciedad. Mientras el hombre necesita recargar la pluma, la mujer puede enzarzarse en una experiencia múltiple interminable. He asistido (para los que penséis que esto no es un estudio de campo serio y concienzudo) a raptos místicos perfectamente equiparables a los de Santa Teresa o de Moncho de la Cruz, incluida la subida al paraíso. El orgasmo femenino es innecesario para la reproducción mientras el masculino es imprescindible (sin orgasmo no hay eyaculación). La estimulación prostática no está claro si es más o menos orgásmica que la estimulación del pene (la cosa va por barrios) pero parece probado que se puede obtener la eyaculación sin erección y sin orgasmo (por estimulación eléctrica como se hace con los sementales). El orgasmo femenino no tiene función reproductiva alguna. Se supone que era un mecanismo para inducir la ovulación que se quedó sin función cuando la especie humana pasó a e ser de ovulación estacional. El orgasmo se reorientó entonces hacia la beatitud y el agradecimiento (el panfilismo emocional) lo que cohesiona la pareja. De ahí viene lo de mal follada para la mujer agresiva y arisca.

 

Hemos nombrado dos cosas que hubiera suscrito Spinoza: 1) el pansiquismo. Todo es un proceso energético por lo que todo es susceptible de “estar vivo”, de evolucionar. Todo tiene un impulso o un conatus (a su nivel de organización). Una simple piedra guarda en su interior la potencia de la transformación de su masa en energía según la famosa formulación de Einstein. 2) Y la jerarquía del conocimiento. Por encima de la abstracción (1ª forma de conocimiento… inadecuado), se producen las nociones comunes (2ª forma de conocimiento adecuado) que es una interacción entre dos o infinitos cuerpos (y almas) cuya conveniencia produce la felicidad y su desavenencia produce la tristeza, con la posibilidad de ser universal si afecta a todos los cuerpos.  Lo que está claro es que a lo largo de la evolución cada especie ha diseñado su propia estrategia de éxito reproductivo con derivaciones para la cohesión social y el placer personal, produciendo innumerables formas de clítoris y de penes, de ayuntamientos y de cortejos. La variedad es portentosa. En especial la interacción entro lo individual y lo social es particularmente interesante. Como decía el gallego del chiste, entre la masturbación y el coito la diferencia es que en el segundo “conoces gente”. ¡Algo es algo!

 

Si analizamos la historia de la humanidad es fácil colegir que el hombre ha dominado a la mujer de forma sistemática y pertinaz con una ferocidad que no siempre parece proporcionada. Brujas, histéricas, mujeres fatales, madres castradoras, vaginas dentadas, etc. Las mujeres nunca han estado en paridad con los hombres. Se les ha negado la inteligencia y a partir de ahí la igualdad. Tantísimas precauciones con un ser inferior físicamente (eso sí era verdad) e inofensivo, en el sentido de que sus intereses no colusionaban con los masculinos es más que sospechoso. Es por eso que quiero plantear la hipótesis de que lo que ha guiado al hombre en su relación con la mujer ha sido la envidia y en especial la envidia del orgasmo.

 

Todos conocemos la teoría de la envidia del pene establecida por el sicoanálisis. Las mujeres son seres capados que no poseen el pene y eso las frustra irremisiblemente. No son seres completos y pasarán la vida mendigando llevarse un pene a la entrepierna para completarse (la prostitución es una de sus perversiones) y además -en el delirio freudiano- el niño sustituirá al pene como única manera de que las mujeres se completen en su terrible castración. Semejante teoría parte de la idea del falo: la premisa universal del pene (es decir la idea de que todos tenemos un pene y si no está es que te lo han birlado). De hecho es la teoría de que solo existe un género: el masculino que en caso de castración produce un subproducto, un segundo género: el femenino. La ventaja de tener los medios de pensamiento es que te guardas la mejor parte para tu género. Pero la mujer está castrada (según la teoría) y por lo tanto no puede temer la castración. El temor de la castración es masculino. El hombre tiene el pene y por tanto puede perderlo. Lo que ha hecho es proyectar su miedo.

 

De hecho tiene poco sentido que el hombre tema a la mujer que: no tiene inteligencia, no tiene fuerza, no tiene género, no tiene pene, sufre de envidia congénita y solo a través de la maternidad puede compensar su pecado original. Ni siquiera tiene ese impulso hacia la gloria (guerrera, intelectual, empresarial, etc.) que caracteriza al hombre. Eso sin contar su propensión hacia vicios como la prostitución, su pasión por la apariencia, el coqueteo y la molicie. ¿De donde sale entonces esa paranoia de la mujer fatal, de la histérica, etc.? ¿De donde viene esa inquina contra la mujer? Una primera respuesta podría ser la envidia de la maternidad: dar vida: ahí es nada. Solo ahora el hombre empieza a interesarse por la paternidad. Durante años fue una cuestión económica (la herencia), social (las relaciones y apariencias), moral (el honor), religiosa (el dogma), etc. Es decir: la paternidad es un asunto reciente. Sin negar que esa envidia pueda existir (y cada vez más) me da la impresión de que si ni siquiera Marx se percató de que la reproducción de la mano de obra radicaba en la gestación femenina, a nadie se le  ocurrió ponerla en su lugar. Cabría también que -desde un punto de vista de racionalidad perfecta- perder los papeles por amor o por sexo le caiga mal al macho.

 

En el sistema de pensamiento que el hombre urdió a lo largo de su historia el amor y el deseo sexual no tienen cabida. Responden a la poesía, a la literatura, a la música, pero no a la razón. La mujer vive el amor; el hombre lo sufre. No solo pierde su racionalidad sino que pierde su independencia. El único propósito de la mujer -piensa el hombre- es cazarlo, ligarlo al desarrollo de la prole. El único designio del hombre es mojar sin ser cazado. Son sus papeles biológicos. Lo asombroso es que aún no hayan sido superados. Si la inquina contra la mujer no sale de estas premisas ¿de donde sale? La envidia es peculiar. Parece que se envidia al que más tiene, al que tiene lo que uno mismo no tiene. Pero eso, ni siquiera quiere decir que siempre se envidie al superior. Se puede envidiar al inferior, aveces por la simplicidad de su vida pero también porque realmente posee algo que no se tiene. ¿Qué cosa los ricos guardan y los pobres tiran? Respuesta: los mocos. No siempre lo que se posee es valioso. Lo que los hombres envidian a las mujeres ¡ese ser inferior! es el orgasmo. Y no solo voy a a hablar del orgasmo sexual (que es evidentemente el más llamativo) sino de todas las explosiones emotivas que en la mujer son siempre superiores. 

 

Todas las éticas (masculinas… no hay otras) nos hablan de que las pasiones se reprimen con la razón. Evidentemente no siempre, pero suficientes veces como para que el hombre anteponga, a veces, la razón a la pasión. En una práctica inveterada podemos suponer que la evolución apagó, si no las pasiones si por lo menos las manifestaciones. La mujer no tiene que ver con esa práctica de represión de pasiones. La mujer adora las pasiones (virtuosas) pero sobre todo no comprende que las pasiones (el éxtasis) puedan ser reprimidas por las razones. No estoy diciendo que las mujeres sean desenfrenadas ni mucho menos. Las mujeres tienen otros medios de control de las pasiones que van de la virtud (el control), hasta el pudor (la represión de la ostentación). La pasión es en gran manera testosterónica por lo que la mujer no la desencadena como el hombre (aunque todo llega). Resumiendo este galimatías: la mujer está mucho más preparada para la explosión emocional (orgasmo) que el hombre, sin ser por ello depravada. 

 

La pasión del hombre es, como explica el bolero, una pasión de cornudos, es la pasión de sentirse dominado. Para alguien que ha procurado la dominación sobre todas las cosas, ser dominado es el clímax. Pero, además, es torrencial: cuando pierde la razón, es el carro cayendo por el pedregal. Es algo contenido por una barrera cuando la barrera cede. Perder la razón (la dominación) y de forma torrencial, es la característica del hombre. La pasión de la mujer es distinta: porque la dominación ya la ha tenido siempre, la pasión es liberación. Porque su autocontención no procede de la razón no es torrencial sino duradera, continua, sostenida. Lo que hoy deseamos los hombres es el orgasmo (la explosión de la emoción) femenina. Evolutivamente, tomamos el camino equivocado. Y ahora que mediante la divulgación sexual lo sabemos, la envidia nos corroe. Y como no podemos acceder a él… lo envidiamos. 

 

Pero no solo estoy hablando del orgasmo sexual (¡que no es moco de pavo!) sino de la mayoría de las pasiones femeninas. La mujer es romántica. ¿Qué quiere decir? quiere decir que vive el amor (no el sexo) apasionadamente. ¿Cuantas veces los hombres nos quejamos de la i-rracionalidad de las mujeres? innumerables. Los hombres canalizamos las relaciones (y sus fallas) a través de la razón. Las mujeres las canalizan a través de la emoción. Pretendemos hablar cuando las mujeres necesitan gestos (flores, caricias, cogerse de la mano, estar, respetar, colaborar, recordar las fechas significativas). Lo de la colaboración es dramático. Las mujeres entienden la colaboración como vivir acontecimientos juntos. Los hombres entienden la colaboración como la eficiencia en el reparto de funciones. Dos mundos. La vida entera en común es parte de la pasión para la mujer. El hombre racionaliza las situaciones y las divide en pasionales y la mayoría de las racionales. El resultado es que la pasión no se comparte y así se marchita el vínculo. 

 

Por una parte la mujer es envidiada por su explosión emocional que el hombre ve como extraordinaria. Por otra parte el hombre no sabe como participar de la pasión de la mujer, porque su razón le marca otro camino. Con todo lo difícil que es el sexo, parece que es el único campo en el que las dos maneras de pensar y vivir la vida se acoplan… mientras dura. Hasta que no entendamos que frente a la metafísica de los hombres existe la metaética de las mujeres y que, por distintos caminos, se llega a lo mismo, al conocimiento  y a la felicidad, no conseguiremos ni una cosa ni otra. ¡Señoras, señores. Los hombres son racionales; las mujeres son emocionales! ¿Está claro?

 

El desgarrado. Septiembre 2024 (remastered 2020)




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