» 12-09-2024 |
Permitirme que les llame viejos porque no practique esa huida hacia adelante en la que el retrete cada poco tiempo cambia de nombre, por que el vigente ha tomado connotaciones escatológicas, de las que hay que huir. Comuna, letrina, mingitorio, water, meódromo, servicio, baño, aliviadero (rest room), reservado. Con los viejos pasa lo mismo. De pronto aparece la mala conciencia (probablemente no por lo que se dice sino por lo que se piensa) y cambiamos a: ancianos, mayores, gerontos, tercera edad, etc. como si el cambio de nombre presupusiera más respeto o reconocimiento. Por la misma razón algunos homosexuales reivindican la palabra maricón, porque el desprecio va incluido en cualquier palabra que se use y la inocencia de la escueta palabra es evidente: cualquier palabra vale para denostar. Probablemente el tono o el adjetivo es mucho más importante. Así que voy a hablar de nuestros “entrañables” viejos (léase como si nos deshincháramos al llegar a la j), con el nombre de siempre. Entre negro o afroamericano la primera me parece menos hipócrita que la segunda. Llamadme tikismikis pero así lo siento.
Quede claro que hablo de los viejos desde la vejez, es decir, con conocimiento de causa. Aunque no os lo parezca soy viejo, bregado, atrotinado, vetusto. Si no me gastara una fortuna en cosméticos tendríais que mirarme con filtro. Pero no quiero hablar de la apariencia sino de la esencia. Ser viejo es una cosa objetiva: a partir de cierta edad, lo eres. El problema es que esa edad también envejece y cada vez somos viejos… más viejos. Mi abuela ya era vieja a los cincuenta años. La menopausia (y los nietos) marcaba el momento de hacerse moño, vestirse con estampados gama-grises, a juego con el cabello, erradicar los colores, ponerse una dentadura postiza y sentarse a la puerta de casa a ver pasar la vida. La vejez era una exclusión Quizás usar el tiempo pasado es atrevido. Hoy se sabe de algunos especímenes que a los noventa no son viejos sino maduros: se tiran en paracaídas, mastican turrón, bailan o hacen gimnasia sin mearse encima, se agachan como si tal cosas compitiendo incluso con los nietos. La TV estás llena de ellos. En fin, un poco como lo de la compresa que servía para montar a caballo, hacer gimnasia, nadar ir en bicicleta, etc. Las niñas adoraban la regla, que les permitía hacer cosas que -fuera de ella- eran difíciles o imposibles. Un viejo, hoy en día no es viejo… si puede hacer todas las estupideces que hacen los jóvenes. Incluso conviene disimular la experiencia adquirida… que hace mayor. Afortunadamente el mundo gira a tal velocidad que cualquier conocimiento no dura más de unos días. Quién se acuerda del fax, del teléfono de macuerna, de la tarjeta monedero o del talonario. ¡Casi no nos acordamos ni de como eran los empleados de banca! ¿Tenían pantalla y botones o el botones estaba para sostener la puerta?
Pero me desbordo. De lo que quería hablar es de la pérdida de facultades: memoria, entendimiento y voluntad. Creo que se abusa de las causalidades simples, a veces, simplísimas. La causa es la edad. ¿Así sin más. Sin una mala explicación de que quiere decir eso de la edad? ¿Alguien sabe como funciona la memoria como para que pueda lanzarse a teorizar sobre el tema? La memoria es como una definición o un concepto pero al revés: empiezas por un conjunto de relaciones, imágenes, situaciones históricas y les pones un nombre: María. De viejo te falla la palabra-resumen (pero has recordado todo lo demás). Y todo lo demás es mucho, prácticamente todo lo que de importante tiene tu relación con María. Puedes olvidar el nombre de tu nieto pero no tu historia con él, lo que lo aprecias y como lo clasificas. Puedes olvidar la fecha de su nacimiento pero no lo que sucedió aquel día. Es evidente que no has perdido la memoria sino la palabra clave que resume esa relación. Y al decir clave me refiero a santo y seña, a contraseña. Que levante la mano el que no haya olvidado alguna contraseña. Bien. Así me gusta. Un público entregado. Esa palabra clave no está en la memoria sino en el cerebelo: es como andar en bici: cuando se ha aprendido a guiarla con el cerebro se almacena en el cerebelo, sin explicación alguna, como una contraseña, una orden: ¡conduce! Hemos olvidado la mecánica del equilibrio que sustituimos por un automatismo. ¿Que es la torpeza?: lo mismo . La pérdida de los automatismos. Seguimos sabiéndolo todo sobre cómo hacer las cosas pero nos falla el piloto automático. ¿Quien en su sano juicio descartaría un avión porque le falla el piloto automático? Os lo diré: un vago, alguien que no quiere hacerse cargo conscientemente de lo que es más cómodo que sea automático. Ahí está el problema. No hemos perdido la memoria sino el automatismo. No se ha estropeado el cerebro sino el cerebelo… que ni de coña esperaba que duraras tres veces más de para lo que te había programado la evolución.
Las facultades que le fallan a un viejo no son las racionales sino las mecánicas. Ves peor, oyes peor, te equilibras peor… y tu cerebro tiene que hacer un sobresfuerzo para suplir esas carencias. Sobresfuerzo que detrae de la memoria cerebelar. Y a eso además hay que añadir la presión de que esas carencias se retroalimentan: no oyes porque estás viejo, pero estás viejo porque no oyes… y así hasta el arrinconamiento. Y arrinconar a alguien que tiene en perfectas condiciones sus facultades intelectuales es ¿un crimen? La presión produce angustia y estrés que a su vez produce mayor torpeza e inseguridad. ¿Por qué los abuelos se llevan tan bien con los nietos? Según los padres porque los consienten, los malcrían, los maleducan; y viceversa: porque tienen inteligencias inmaduras parejas. ¿No será porque se respetan más? El nieto encuentra en el abuelo, paciencia, comprensión, un aliado contra el enemigo común; el abuelo encuentra en el nieto… exactamente lo mismo. La torpeza los une, pero no sólo. Y digámoslo una vez más: la torpeza es mecánica, no intelectual… ni en uno ni en otro. Tu viejo nació una generación después que tú. No conoció el mismo mundo, pero en aquel momento era el mejor mundo posible y tu padre (el abuelo de tus hijos) se desenvolvió de modo que tu y tus hijos estéis aquí, despreciando tu pasado. La modernidad que te hizo superior a tu padre es la misma que te hará inferior a tu hijo.
La cultura de usar y tirar, de destruir en vez de conservar, de no reciclar, es una cultura masculina, pero que como todo, permea a unas mujeres que, de fábrica cuidan, conserva, remiendan, pero que por contacto se unen a la turba de los destructores, de los reconstructores, de los guerreros. Y ese contagio es nefasto. El mundo es un basurero porque es masculino. Las mujeres nunca habrían llegado al punto al que hemos llegado. Y echamos a la basura a los viejos porque viejo quiere decir inservible, como lo quiere decir enfermo. Evidentemente la misión de cuidar enfermos y viejos recae sobre las mujeres. Los hombres están en contra de cuidar, lo consiente pero no lo practican. Viejo quiere decir hoy: contrario al ideal masculino de destruir para reconstruir. ¡Que grande ser joven… y que efímero! ¿Os pensabais que os ibais a reír? Pues habéis tenido suerte porque mi abuelo quería venir a deciros cuatro palabras. En vez de tantas artes marciales mejor nos iría si aprendiéramos de los orientales a respetar a los viejos… en oriental: venerables ancianos.
El desgarrado. Septiembre 2024.