» 20-08-2024 |
Vivimos en un mundo de palabras. Quizás “hechos son amores” pero lo cierto es que estamos absolutamente inmersos en un mundo de palabras. Palabras que -en un ejercicio de candor absoluto -nos creemos a pies puntillas. Decimos" No me vengas con cuentos" pero en realidad los cuentos nos entusiasman. Y no solo al cine y la literatura sino los chismes y las aventuras: viajes, situaciones, embarazosas reuniones, anécdotas, etc. No exigimos mucho de un relato para que nos guste: que sea coherente, que respete la causalidad y que esté ordenado. Pero todo esto solo es la cuestión formal, el cómo está construido el relato. Lo que le pedimos además -y esto ya no es cuestión de forma- es que sea creíble, es decir, que se parezca a la vida, y sobre todo, que sea esperanzador, que nos muestre un futuro apetecible. Pero la reina del relato es la intriga: la intriga es la zozobra de lo que va ocurrir, la presencia necesaria de lo inesperado, lo original, lo raro. El modelo de todo relato es la novela policíaca. El relato no solo es literatura es también la forma de trabajo de muchísimas profesiones. El abogado construye un relato en el que su cliente es inocente y el juez lo acepta en nombre de la duda razonable. La ciencia también construye relatos -obviamente basados en hechos -pero en los que los huecos se rellenan con fantasía (le llaman física teórica). Pero los reyes del relato son los políticos. Ellos hablan siempre de un futuro esperanzador que vendrá de la mano de su gestión, pero que nunca aparece, por qué su misión -que sería convertir el relato en realidad- resta siempre incumplida. ‘Diletantes!
Desde la más tierna infancia estamos inmersos en relatos. Además de los cuentos infantiles (de dudoso gusto la mayoría de ellos y trufados de violencia) los adultos también nos proveen de sus propios cuentos: Santa Claus, los Reyes Magos, de dónde vienen los niños y cómo se hacen, el ratoncito Pérez, etc. Son mentiras que cuando somos conscientes aceptamos mal y sin embargo los adultos las siguen usando, erre que erre. Evidentemente deben tener alguna utilidad para los adultos dado que no cesan de mentirnos. El relato del futuro es también habitual en la familia: “si estudias tendrás una buena profesión”, “si eres bueno irás al cielo”, “si trabajas bien el mundo te recompensará” etc. Esta causalidad del: sí… entonces, es tan efectiva que ha sido adoptada por la lógica y por las matemáticas. Pero hay un relato que sea posiblemente el que más nos ayuda a bregar con la vida: la fantasía. La fantasía es un autorrelato (y no hay mejor mentira que la propia), es el relato que nos construimos nosotros mismos de cómo será (desearíamos que fuera) el futuro. Es un relato de esperanza pero también de deseo. A estas fantasías les llamó Freud: el inconciente… por qué no tuvo narices de afirmar que semejantes insensateces pudieran residir en la razón. Entre las fantasías más conocidas está la del superhéroe, la del súper ganador, la del súper follador etc. Es decir la fantasía del súper. (nada que ver con la cesta de la compra). Nos pintamos un futuro en el cual nuestro triunfo es la principal cuestión. De estas fantasías personales (aunque compartidas por toda la sociedad) se aprovechan las llamadas “ideologías” para hacernos creer que pueden ser realidad.
Las dos ideologías más conocidas son el capitalismo y el comunismo, que más allá de teorías económicas o sociales son relatos. Relatos de cómo será el futuro de una sociedad que se avenga a los principios de cada una de ellas, lo que se ha dado en llamar: modelos de sociedad. El comunismo es el relato de la igualdad. Es un relato difícil de construir por cuanto la desigualdad esta impresa en nuestros genes; la fantasía del súper es una fantasía de desigualdad. Hoy podemos decir que esta fantasía ha fracasado… por lo menos en su versión de Estado. A nivel personal, la fantasía de la igualdad es la fantasía del inferior: todo lo que está abajo pretende subir arriba. ¿Qué? No, no, sin comentarios. Evidentemente, el superior, no está por la labor. Cómo hay muchos más inferiores que superiores, en cualquier sociedad es ésta una ideología mayoritaria. Todos sabemos por qué fracasó el comunismo: por qué no suprimió la clase dirigente, la principal desigualdad que puede darse, y esa clase dirigente perpetuó la desigualdad. Otra ideología -la triunfante sin lugar a dudas- ha sido el capitalismo. El relato del capitalismo no es la igualdad sino que todos podemos llegar a la desigualdad de superar a los demás. Lo que nos propone el capitalismo es el triunfo individual, la fantasía del súper en su estado puro, la esperanza máxima. Evidentemente es una ideología tramposa en el sentido de que es imposible que todos podamos ser superiores a todos. La superioridad es un juego de suma cero en el que los que triunfan lo hacen a costa de que otros fracasen. Cómo es una ideología individual (en el sentido de que lo que propone es un futuro individual) los ejemplos de su cumplimiento son ejemplos vivos, los tenemos todos delante de los ojos: ¡hay gente que triunfa! (El comunismo nunca puedo ofrecer ejemplos de la igualdad excepto en la utopía). Por tanto una ideología de esperanza -falsa esperanza -pero esperanza. Como cualquier juego piramidal no tiene futuro pero como la historia la escriben los vencedores es un relato que se autoperpetua. ¡tenemos capitalismo para rato!
El relato no apunta a la verdad absoluta, -entendiendo como verdad absoluta la verdad sin fisuras, la verdad 100% verdad-. Ese tipo de verdad queda para la ciencia y para la filosofía pero no para la vida cotidiana. El relato debe ser verosímil es decir con apariencia de verdad, como sí… fuera verdad. Abre así la puerta a la manipulación de la verdad como modo de corroborar el relato. Los hechos son tercos pero el relato puede tergiversarlos. Desde el principio de los tiempos la verdad ha tenido mil caras: igualdad, identidad, equivalencia, similitud, proporcionalidad, simetría, etc. No son graduaciones de verdad sino formas de mentira. Los animales superiores -que disponen de un lenguaje corporal tan simbólico como nuestro lenguaje verbal- también mienten: Disimulan, despistan, se jactan (aquí se insertan ejemplos de entrañables animalitos haciendo monadas). Engañar es una una estrategia de éxito, es mejorar nuestra verdad empeorando la verdad del contrario. Evidentemente los reyes de la mentira son también los reyes del relato, es decir los políticos. La política no operan en el mundo real, no es una ciencia ni de datos ni de hechos, es una ciencia de relatos y por lo tanto, una ciencia de mentiras. Dicen que la estadística es una mentira científica. Deben ser así puesto que la política la utiliza profusamente. Como la estadística no es una ciencia exacta el profesional estadístico interviene manipulando los resultados en la falacia de ajustarlos a la realidad pero -que de hecho- es una manera de ajustarlos a sus expectativas o a las de sus patronos. Le llaman “cocina” (aquí se insertan un símil).
Pero hay otras formas de engañar. Por ejemplo manipular los datos, es decir partir de premisas que ya no se corresponden con la realidad y que por supuesto darán lugar a resultados alejados de esta. También en esto los políticos son expertos se llaman bulos, fakes o serpientes de verano. (aquì se inserta ejemplo jocoso del repertorio del monologuista). Se dice qué una mentira repetida mil veces no será más verdad, pero lo cierto es que al hacerla cotidiana, habitual, se la hace pertenecer a la verdad, a la realidad. Por supuesto la perversión de la lógica -en la qué la deformación del razonamiento consiste- conduce a resultados extravagantes. En los últimos tiempos se ha procedido acuñar el término de Posverdad, es decir a tratar de dar una apariencia científica a la mentira: La mentira es la verdad de los tiempos que corren. Al poner en tela de juicio la mentira, como opuesta a la verdad, su tacha moral se diluye. Pero la mentira favorita de los políticos es la mentira adjetiva, la mentira predicado, la mentira cualidad, la mentira sentimiento, algo no verificable. Esta mentira no necesita corroboración, es un arma arrojadiza que pretende exclusivamente hacer daño y para nada mostrar una verdad; es la mentira calumnia, la mentira pedrada, la mentira zapatazo (Kruschef, Bush). Por desgracia esta mentira tiene consecuencias catastróficas para la convivencia política pues crispa las relaciones al convertir el diálogo en un intermbio de insultos. Ni que decir tiene qué -más allá de su caracterización moral -se aviene perfectamente a sus intereses.
Quizás todo esto les parezca un cuento. ¡Aaaaaah!
El desgarrado. Agosto 2024.