» 30-08-2024

Monólogos 8. El culo de los políticos.

Todo en esta vida tiene una cara y una cruz o, dicho mal y pronto: un culo. El trabajo tiene la cara: que se gana dinero, pero, hay que ir. Esa es la cara oculta, el culo. El matrimonio es una promesa de sexo sin fin pero a cambio hay que cuidar, alimentar y proteger a una familia, normalmente, toda la vida. Pensándolo bien… no, no es un buen ejemplo. Corta lo del sexo que estamos en horario infantil. Pero,  en el caso en que el culo cobra una importancia inusitada -excluido el caso de las Kardasian-, es en los políticos. Toda la vida de los políticos gira al rededor del culo. En primer lugar hay que encontrarle al culo el más mullido de los asientos: la poltrona. Esto es primordial pues -como todo el mundo sabe- el culo es el espejo del alma y si el culo sufre todo el organismo sufre: el bolsillo, la riñonera, la cartera, etc.. Solo tienen que mirar que cara se les queda de asesinos en serie cuando la pierden. 

 

Podríais pensar: ¡bueno: son sensibles! Pero la cosa llega más lejos. ¡El culo es lo primero! Sin culo no habría escaños. ¿Se imaginan a los políticos de rodillas? ¡Si. Como los puso Tejero! ¿Se los imaginan echando la siesta de pie o jugando al candy craft en posición de fórmula uno? Habría que cambiar aquello de “en sede parlamentaria”. ¡Hasta el lenguaje se resentiría!. Por el contrario la poltrona debería ampliarse a todo el cuerpo con toda clase de prebendas. ¿Que es un culo cómodo si el resto sufre calamidades y carencias sin cuento?: dietas para comer y viajar, coches oficiales para hacer recados, comisiones enmascaradas, jubilaciones doradas, puertas giratorias, puestos en consejos de administración, tráfico de influencias, acceso a información privilegiada, comisiones de servicio con querida incluida, etc. y sobre todo la exención total de responsabilidades por sus actos: legal, indultos, amnistías y aforamientos. Imaginen que de Guindos hubiera tenido que pagar de su bolsillo los casi cien mil millones de euros que costó -entre rescates y bancos malos- la estupidez bancaria de 2008. A los españoles no les iba a costar ni un euro. Al decir “los españoles” se debía referir a él mismo como representante del común de los mortales. Eso es lo que quiere decir representante político: que cuando se habla de los beneficios inherentes a todos los españoles, se refiere exclusivamente a él.

 

La segunda cuestión primordial para un político es salvar el culo. Hay que evitar a toda costa la responsabilidad sobre cualquier tema. No importa sobre quien se vierta esa responsabildad -aunque los ciudadanos son candidatos de primera- la cuestión es espantarse las moscas. Las formulas son variadas: ¡Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades! Si compraron preferentes y subordinadas fue por codicia, por afán desmedido de lucro. La culpa de la inflación es el desmedido afán de consumo de los ciudadanos. Los electores no saben votar y se equivocan continuamente. El problema del paro es la economía sumergida y la inmigración. Si no fueran provocando no las violarían. Salvar el culo pasa por negar todas las acusaciones -lo que tiene la ventaja de que, entonces, no hay que dimitir, que como todo el mundo sabe ¡es un verbo ruso! Dimitir es abandonar voluntariamente la poltrona lo que significa una doble afrenta contra el sacrosanto culo. Para evadir las responsabilidades el primer recurso es legislar “ad hoc”, es decir, de modo que se les exima de culpa (o sean las penas ridículamente bajas), se alarguen tanto las causas que prescriban, no se contemplen medidas de ejecución de sentencia, etc. Mediante el aforamiento se logra alargar la aplicación de la ley hasta que hayan dejado el cargo que les exonera y, ser juzgados exclusivamente por el tribunal supremo lo que simplifica mucho el control del poder judicial. Pero si todo esto falla les queda el indulto y la amnistía (que no solo es para políticos independentistas). Ambas fórmulas deberían adjetivarse “políticas” pues han sido aplicadas por los gobiernos casi exclusivamente a políticos condenados. ¡No se puede decir que ser político sea una profesión de riesgo!

 

Pero lo que distingue a los políticos sobre todas las cosas es el teorema del culo que reza así: “a los amigos el culo; a los enemigos por el culo; y a los indiferentes la legislación vigente”. Es esta una declaración de radicalidad: “fuera de mi… el desastre”. No se admiten medias tintas: o estás conmigo, o estás contra mi. Si te alineas tendrás todo el apoyo, en caso contrario serás considerado enemigo. La coletilla del “al indiferente, la legislación vigente” oculta la afirmación que “al enemigo, ni agua”. El teorema marca la ausencia de conmutatividad: no es lo mismo yo respecto a ti, que tu respecto a mi. Todo político aspira a moverse en la ambigüedad, (entre el culo y la ambigüedad la cosa se está poniendo interesante) en el espacio en que mejor pueden evadirse las responsabilidades. Pero -en ausencia total de reciprocidad- exige de los demás una exquisita definición. La exigencia más común hacia los opositores es: “…que se defina sobre…”, “… que se pronuncie acerca de…”. La exigencia plantea las cosas como si las posiciones fueran absolutas, blanco o negro, sin que existan las diversas tonalidades de gris. Esta posición radicaliza la política y conduce a la crispación. Afirmaciones como “la izquierda no sabe desarrollar políticas económicas y sube siempre los impuestos” o “la derecha recorta las prestaciones sociales y aplica políticas regresivas”, son parte integrante de cada campaña. 

 

¿Por qué esta polarización, esta ausencia de grises, de posturas no radicalizadas? Porque los políticos piensan que somos idiotas y que si las opciones se alejan de la polaridad más simple (si/no, derecha/izquierda, conservador/progresista) los electores nos hacemos la picha un lío. Pero esa estrategia no es aprovechable para ellos mismos que en su afán de cazar votos, sobre cualquier otra consideración, tratan de aparecer como partidos de centro que es donde convergen el mayor número de votantes (y sobre todos, los indecisos… esos canallas). Evidentemente si las cosas son así y nos desorientamos cuando se abre el abanico de las opciones, es exclusivamente por la opacidad en la que nos sumen, con tal de aparentar lo que no son. Esta situación, que se podría llamar de esquizofrenia radical, implica que no saben donde tienen el culo, en que ideología se asientan. Las continuas derivas de la izquierda hacia las políticas de Estado en detrimento de las clases más desvaforecidas y de la derecha hacia políticas sociales contrarias a la desigualdad estructural capitalista, así lo confirman. De tanto buscar las políticas del culo han perdido el asiento ideológico que los distinguió en el pasado.

 

Seguro que pensaréis que estoy olvidando un aspecto del culo de gran importancia: los políticos toman las decisiones con el culo. No otra explicación tiene que la caguen continuamente. Así es, pero ¿por qué? ¿No sería más lógico que se esforzaran por acertar en sus decisiones con tal de ganarse el favor del electorado? La cuestión es que el problema no se plantea igual para los políticos que para los demás. Para cualquiera, la meta es resolver la situación de la mejor manera, para obtener los resultados evidentes: lo mejor para los ciudadanos, el bien común. Para los políticos el objetivo no es ese, o por lo menos no es el prioritario. ¿Cuál es, pues?: el máximo perjuicio electoral para el contrincante y el mayor aumento de votos para él. Un político no persigue el bien de los ciudadanos sino el éxito electoral (y la consiguiente debacle de sus contrincantes). Si coincide con el bien común:  perfecto; si no: mala suerte. Para el ciudadano hace las cosas con el culo, pero no para sí mismo y sus intereses electorales. Recapitulemos esta relación privilegiada entre el político y el culo: 1) no perder la poltrona (buscar y mantener el mejor asiento para su culo); 2) evadir toda responsabilidad (salvar el culo); 3) radicalizar la política y magnificar la crispación (al enemigo por el culo); 4) la deriva hacia el centrismo (alejar el culo del asiento ideal); 5) perseguir objetivos distintos del bien común (hacer las cosas con el culo). Ante esta situación kafkiana de alejamiento de sus objetivos naturales bien podemos decir que el político ha caído en “Confundir el culo con las témporas”. ¿O, no?

 

El desgarrado. Agosto 2024.




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