» 26-11-2019 |
La prostitución no se genera en la necesidad física, ni en la síquica. Se genera en la prohibición moral. Como los cimpancés pigmeos, los bonobos (De Val) muestran, el sexo puede ser un modo de pacificación social, de intercambio utilitario de favores, de cambalache comercial. Si en su ejemplo debemos confiar, el intercambio de favores sexuales es un modo de favorecer la vida social, de evitar conflictos y fricciones, de favorecer pactos y acuerdos, es una moneda universal de cambio. El equivalente universal de valor para los bonobos es el sexo. Para los humanos no pudo ser así. La pronta aparición del simbolismo trajo consigo los espíritus y los dioses que a su vez impusieron sus “normas”. Pero no nos podemos dejar engañar. Esas normas, como nos explica Harris y la evolución por selección natural nos garantiza, fueron las que eran buenas para la especie (las malas condujeron a la desaparición), por lo que no solo los dioses establecieron las normas. También eran un camino (el bueno) hacia la evolución de la especie.
Hombres y mujeres no son iguales (lo que no implica que no sean iguales ante la ley) y en el sexo biológico es donde más diferencias se aprecian. Los intereses sexuales son distintos. El hombre trata de conseguir la máxima difusión de sus genes lo que lo hace promiscuo e irresponsable. La mujer quiere la viabilidad del nuevo ser y para ello quiere un compañero protector, seguro y solícito. Por eso el amor es irracional: para desactivar los potentes mecanismos biológicos que interfieren con la viabilidad de los hijos. Mediante un cóctel de hormonas (el amor) se crea un vínculo que para nada existe en lo biológico. Todo esto no justifica nada puesto que la pura biología no es la razón única de la existencia (como creen los fascistas). También existe la razón social y ahí aparecen el altruismo, la solidaridad, la lealtad, etc. La biología no es el todo, sino solo una parte. No se puede soslayar ni se puede acatar como única fe.
Pero aún queda otra cuestión que modela este trajín biológico-social. La dominación. La dominación por la fuerza (la violencia) no tiene futuro. Todo sistema de dominación que se precie debe cambiar la fuerza por el convencimiento. ¡Me vencerás pero no me convencerás! es el grito de la rebelión. El método de convencimiento por excelencia es el relato: hay que contar cuentos, armar historias convincentes, plausibles, verosímiles, lógicas, creíbles. Aristóteles analizó el relato y lo encontró: causal (como la vida), secuencial (ordenado), necesario (completo), verosímil (creíble). Además debía ser interesante: subyugante, intrigante, didáctico, como único medio de colocar el mensaje completo. Entre todos los relatos (de aventura, de viaje, de génesis, etc.) el relato del amor fue uno de los más gratificantes. El amor es la dimensión espiritual del sexo. Poco importa que esa dimensión espiritual sea el efecto de un cóctel de hormonas. La cuestión es que se desligue de la carnalidad en erotismo, fantasía, embriaguez, espiritualidad, etc. El amor es la felicidad.
El trastorno que el cóctel de hormonas produce en la razón era una base sólida para que la dominación entrara en juego. Solo hizo falta estructurar el sexo en amor y el amor en dominación. Solo dentro del sistema de la dominación tenía el amor sentido: el matrimonio. Religiosos para la religión; civil para la sociedad. Ni dios, ni la sociedad veían con buenos ojos el adulterio. De los diez mandamientos de la ley mosaica dos son sobre sexo (individual y social para que no se se escape ninguna opción). La sociedad civil se construye sobre el intercambio de mujeres (mano de obra y productoras de mano de obra).La dote es la medida de la mujer como mercancía. La prohibición del incesto es la garantía de indemnidad en el producto con el que se comercia: la fábrica de niños, y la indemnidad es la garantía de la paternidad. La propiedad privada reforzó la necesidad de la seguridad patriarcal. La dominación/represión sexual se hizo transitiva. El cacique o el chaman dominaba al pueblo a través del sexo y el hombre dominaba a la mujer, la mujer dominaba a los hijos. El sistema de dominación sexual era un sistema de orden, como el de los bonobos, pero con un matiz moral.
El relato no solo facilitó la dominació/represión del sexo sino que lo magnificó hasta el infinito como fuente de satisfacciones espirituales. Prohibido el adulterio (que conlleva una mancha moral) la prostitución se convirtió en el tráfico ilegal del amor y el sexo. Evidentemente su existencia ponía en jaque la dominación (solo a través del matrimonio se debería acceder al amor y al sexo) y por ello fue combatido. Pero es difícil combatir las pasiones en las que el propio dominador está envuelto. La prostitución perpetuaba la dominación sobre la mujer pero aflojaba la presión sobre el hombre. En un ejercicio de hipocresía infinita la prostitución, sin ser permitida, fue tolerada. La institución del chulo añadía un sesgo nuevo en la dominación. La prostituta debía doblegarse al cliente y al “empresario”, además de vivir en la clandestinidad de lo civil y lo religioso. Y así nació el desprecio civil y moral hacia las putas… que no afectó a los puteros.
Sin la dominación la prostitución podría haber sido una vía alternativa al amor y al sexo, pacto entre seres iguales y libres como lo es para los bonobos. Pero no pudo ser. La prostitución es un ejercicio de dominación de la religión, la sociedad y el hombre, hacia la mujer. Triple ejercicio de dominación que incluye proxenetas, mafias de trata de blancas, exclusión de la sanidad, explotación sexual, económica y social, etc. Como en las drogas se debería penar el tráfico pero no el consumo, a los explotadores y no a las prostitutas. Y así es en teoría, pero no en la práctica. Para los políticos es un tema tabú que saben que solo les puede traer sinsabores. Para las feministas no es un tema neutro sino sensible. Para el clero es dios y el demonio. Para todos, dominación. Y sin embargo en el inconsciente colectivo masculino sigue siendo un parque temático de ocio y diversión. Y si se le pudiera extraer la explotación, la dominación, podría serlo (moralinas, aparte).
Violadores, pederastas, manadas, perversos, sádicos, masoquistas, adictos al sexo, ninfómanas, frígidas, castos, las desviaciones del sexo son incontables. Nuestra sociedad ha convertido el sexo en algo sucio, innombrable, relegado a las cloacas de la misma. Parece que las cosas están cambiando pero cada paso adelante va unido a un retroceso en un u otro sentido. Y siempre es la dominación lo que lo emponzoña todo. El sexo es el campo de batalla. La decisión de ir a la guerra está en otro lado, en la dominación y la explotación. Todo lo demás es ruido.
El desgarrado. Noviembre 2019.