» 25-05-2020

Reflexiones filosóficas (dentro de un orden) 1. Dudar.

Hay tres momentos en nuestra genealogía como humanos de especial relevancia: la aparición del mundo, la aparición de la vida y la aparición de la autoconciencia. Y digo de especial relevancia porque nuestra razón (esa mezcla de intuición, inducción, deducción, afección y acción) zozobra en cada uno de esos tránsitos. El Bing Bang (la más reputada de nuestras teorías acerca del origen) tiene un pequeño fallo: no explica lo que pasó en el segundo cero. Lo sabe todo después, pero no sabe lo que pasó en ese preciso momento. El origen es el origen y por tanto se tiene que presuponer que antes no existía nada. El universo latido (ahora sí, ahora no) es una explicación… que lo que hace es negar el origen. El universo es eterno, ha sido siempre. De hecho la idea del origen es una idea antropocéntrica: no hay porque exportar nuestra realidad efímera al universo (y esta sería otra explicación). Hábilmente los científicos dicen que con el Bing Band se creó el tiempo por lo que antes no existía nada. Pero también dicen que la nada no está vacía. O una u otra. En definitiva, nuestra razón, no puede explicar el principio del universo.

 

Otro tanto nos ocurre con el principio de la vida. ¿Cuando una cierta combinación de elementos químicos empezaron a robar energía del entorno para perpetuarse? Porque eso es la vida: la antientropia (entendida la entropía como el caos -la paz- que nos espera al final del camino). Ir en la dirección contraria de la degradación de la energía. La idea principal es la membrana, la diferenciación, el aislamiento, pero de ahí a robar energía media un abismo. Y con la membrana empezó la idea de individuo. Pero antes tuvo que ocurrir la multicelularidad, es decir la comunidad de individuos. Individuos y comunes. Todavía estamos en el lío.

 

La vida se enzarzó en la evolución (el progreso biológico) mediante los mecanismos de la mutación, la selección, la genética, la recombinación (y después el sexo), la cooperación, la epigenética (y lo digo tal como los conocimos y no tal como ocurrieron) hasta llegar al homo sapiens. Pero antes tuvo que ocurrir otra catástrofe biológica: el autoconocimiento. Al principio pareció que eso era privativo de los humanos, pero no. La conciencia de uno mismo es una convergencia que ocurre a las especies más inteligentes. Fijémonos que no he dicho la inteligencia sino el autoconocimiento: la conciencia de sí. Pero no es la autoconciencia (que tanto le gustaba a Hegel) lo que nos caracteriza como eso que somos.

 

Lo que nos caracteriza como humanos es que por primera vez pertenecemos a una especie que no se fía de su razón. Dudamos. Pero no como dudaba Descartes (que simplemente identificó el pensamiento con la existencia: si no piensas no existes, un sistema de exclusión). Dudamos de que nuestra razón sea capaz de conducirnos al conocimiento, a la verdad. Desconfiamos de nuestra razón. Ningún animal desconfía de sí mismo (Agamben) de su instinto y de su experiencia. Desconfiar de uno mismo es un pecado contra natura, es desautorizar a la naturaleza, es matar a dios. Nietszche nos lo dijo, pero no le creímos. Dentro de nuestra mente está nuestro peor enemigo: el demonio (de  Maxwell o de la Biblia). Todo ocurre dentro de nuestra cabeza (en la simplificación habitual de que es nuestro cerebro quien comanda el barco).

 

Por si nunca lo habéis pensado, no fiarse de tu razón es no fiarse de ti mismo… si piensas que tú eres tu razón. De ahí aparecen teorías filosóficas como las de Husserl (fíate del fenómeno) y la de Meleau Ponti (fíate del cuerpo), pero sobre todo, no te fías de tu razón. O el existencialismo que te propone que olvides tu esencia y te centres en tu existencia. No citaré más, pero hay más. Seguramente volveremos sobre el tema porque las ideas son como los perros, nunca te abandonan. Pero no perdáis esta idea: lo que nos hace humanos es nuestra desconfianza en nuestro propio pensamiento. Ni razón, ni risa, ni cultura. Somos la especie que, como mínimo somos dos: yo y el otro. Somos la especie esquizofrénica… lo que no es peor que ser dogmática. Desconfiad de los que poseen la verdad. Ignoran su otro yo, simplifican. Llámense fascistas o ultraderechistas, limpios de corazón o simples, pragmáticos o utilitarios, iluminados o abducidos.  No se puede ser el culmen de la evolución y además ser simple.

 

El desgarrado. mayo 2020.




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