» 21-08-2021

Reflexiones tipográficas 250. La delgada línea (roja) que separa el terrorismo y el dogmatismo

Los últimos en marcar esa línea imaginaria han sido los talibanes afirmando que ellos ayudarán a que el terrorismo no actúe ni en su solar ni en los de otros. Los talibanes aspiran a un integrismo para nada diferente del que practican las naciones de la península arábiga (Arabia saudí y emiratos): integrismo islámico. Occidente dice que han mentido a la espera de mostrar su verdadera faz, pero no es cierto. Respecto a la represión contra sus opositores no olvidemos los juicios de Nuremberg o el tribunal penal internacional de los Balcanes. Dijeron que contaban con las mujeres pero bajo la dirección de la Sharia, es decir, el integrismo islámico. La hipocresía de Occidente que se alarma ante la represión de las mujeres afganas cuando consiente idéntica represión en la península arábiga es escandaloso. Y por supuesto que quiero la libertad (más allá de la igualdad) de las mujeres, pero también quiero una política libre de dogmatismo y, parece, que lo tengo crudo.

 

El terrorismo es la continuación de la oposición por medios ilegales y, en general violentos. Nada diferente de la la guerra que es la continuación de la política por otros medios (violentos y humanísticamente ilegales). Las organizaciones político-terroristas proliferaron en el SXX: Tupamaros, IRA, ETA,  FARC, Sendero luminoso, GRAPOS, Guerrilleros de Cristo rey, Falange, Blacj Power, Baaden Maienhorf, etc. La ecuación es muy simple: la oposición a un régimen dogmático (dictatorial o no) por medios violentos. La cantidad de violencia es variable (pero siempre ilegal): no es lo mismo manifestarse que atentar, pero todas las organizaciones, que acabaron en el terrorismo, empezaron en la oposición pacífica o parapacífica. Las “Riot girls” -siguiendo la senda de lady Godiva o Cicciolina practican  un “terrorismo” moral-sexual. No siempre la violencia se dirige contra el estado dogmático. Los bonzos, los kamikazes o los huelguistas de hambre dirigen la violencia contra ellos mismos.  El detonante de que una organización de oposición al dogmatismo se convierta en terrorista (violenta) es la evidencia de su impotencia para luchar por medios pacíficos.

 

La democracia plena es una aspiración, una meta. De una u otra manera todos los estados son dogmáticos, más o menos torvos, pero dogmáticos… y en ese grado radica la diferencia. El terrorismo es una organización que descarta la participación política como medio de combatir al estado dogmático. Hoy en día los jóvenes también han descartado ese tipo de participación y de alguna manera -aunque esporádicamente- aplican la violencia contra el poder, desde la confrontación con la policía, hasta la desobediencia civil, como los botellones o el desafecto político. Ese “terrorismo” sanitario que muestran respecto al COVID no es sino eso. Y ese desafecto se lo han ganado a pulso los políticos que manejan (manipulan) el estado dogmático. Pero el estado dogmático no se conforman con criminalizar a los terroristas sino que -de vez en cuando-  pasan a la acción: el terrorismo de estado. Los españoles lo sabemos bien pues contemplamos atónitos como un presidente del gobierno dirigió uno de estos batallones contra ETA.

 

Pero aparte de este terrorismo de estado existen modalidades más tenues, pero no menos antidemocráticas, como la manipulación del poder judicial, el contubernio con los poderes fácticos, la corrupción, el despilfarro, la mentira generalizada, la intoxicación de la opinión, la financiación ilegal, la manipulación de las elecciones, la ley “ad hoc”, en una palabra, el quehacer cotidiano de los políticos. Cuando los pillan les queda el aforamiento, la amnistía, el indulto, la prescripción… y el terrorismo de estado light, tipo el que aplicó el PP para resolver el caso Bárcenas: utilizar los recursos del estado con fines partidistas o solucionar los problemas mediante medios delictivos (robar, amedrentar, espiar, perseguir, etc.). En el fondo el terrorismo -venga de donde venga- es el recurso a la violencia para resolver los problemas. Esa violencia que fue la primera norma de convivencia y que -aunque teóricamente superada- es el recurso al que se acude -una y otra vez- en caso necesario. Y no olvidemos que el recurso a la violencia (pena de muerte, cárcel, multas, represión institucional, etc.) es privilegio del estado democrático. ¡That’s live!

 

La felicidad (ya lo decía Aristóteles) no es un fin sino un medio. Es el camino hacia el fin anhelado lo que produce la felicidad y no la posesión de la meta perseguida. A la democracia le pasa lo mismo. Quizás porque es una forma de felicidad… ¿inalcanzable? Como diría Machado: “caminante no hay camino, se hace el camino al andar”. La democracia no es una meta que nuestros políticos nos servirán en bandeja sino el esfuerzo que hagamos por conseguirla… y en librarnos de los políticos. No se vive en una democracia; se trabaja para obtenerla. Pero los eslóganes políticos han intoxicado a los ciudadanos afirmando que ya hemos llegado, que democracia es lo que ellos nos dan. No es así. Lo que nos dan es humo y solo nosotros podremos acercarnos a ella… trabajando por ello.

 

Merkel ya ha dicho que hay que dialogar con los Talibanes. No hay razón para que no se les conceda lo que las península árabe ya tiene… con la connivencia de Occidente: el integrismo islámico. Integrismo que atenta contra los derechos humanos a más y mejor. Desengañémonos: los derechos humanos van por barrios. ¿Consentirá Occidente, como ya lo ha consentido en la península arábiga, que los talibanes reduzcan a las mujeres a la reproducción, castiguen los delitos con tortura, instauren la desigualdad civil (quiero decir mucho más que la que nosotros sufrimos), apliquen la ley divina a las cosas humanas, etc.? La respuesta es sí. Biden ya ha dicho que su misión no es llevar la democracia a los países a donde llevan la guerra económica. A partir de ahora USA deberá buscarse otra excusa que ser el gendarme moral de Occidente.

 

Dentro de la extrema gravedad de la situación, consecuencia -no lo olvidemos- de la intervención de Occidente, podemos congratularnos de varias  cuestiones: 1) lo de llevar la democracia (como nosotros llevamos la religión y la cultura al nuevo mundo) a países subdesarrollados políticamente, ya no es excusa para esquilmarlos. 2) Se deslinda el terrorismo del integrismo, pero solo en los países subdesarrollados, porque en Occidente eso ya existía desde hace año, en los que entre el dogmatismo del estado-Iglesia y el terrorismo opositor, ya estaba perfectamente deslindado y dogmatizado. 3) el integrismo es perfectamente asumible incluso si lo detentan países pobres o cuyo único valor es geoestratégico y deja de ser privilegio de los árabes ricos.  El integrismo se ha vuelto democrático. O al menos va a recibir la bendición de las democracias occidentales. ¡Amén!

 

El desgarrado. Agosto 2021.




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