» 04-09-2021 |
Escucho una noticia en la Sexta. Un gilipollas ha atravesado dos túneles con una avioneta a 250 Km/h. Hasta aquí lo normal de todos esos que buscan sus quince minutos de gloria (Warhol) escalando fachadas, conquistando cimas, funambulando entre rascacielos o simplemente filmándose en las más enormes (y dolorosas) estupideces para regocijo de los programas de Zapping. Pero lo asombroso no es que esas mierdas existan sino que la locutora (la redacción) las califique de “proeza”. Esa misma redacción que se pasa el día criminalizando a los jóvenes por los botellones, la confraternización y el desenmascaramiento, se regocija de que un descerebrado atraviese un túnel en avioneta. Son los mismos medios que crimimnalizan a los conductores que se autofilman a velocidades de vértigo en las carreteras españolas. ¿En que quedamos? O toda estupidez es noticia, o no lo es ninguna. Las noticias de casquería son cada vez más usuales en la TV… probablemente porque la política da asco. Que los jóvenes sean ajenos a la política no es un problema de ellos, sino de los políticos.
Todo el mundo puede salir en las redes e incluso tener un porrón de seguidores, pero los canales oficiales… son lo más. Son el lugar donde hay que salir. Y la gente arriesga la vida para lograrlo. Pero que los medios se hagan eco es vergonzoso. Sabemos que la F1 se hace nocturna o vuelve a los circuitos urbanos para aumentar el peligro y por tanto, el espectáculo circense. Hay muchas películas que lo dramatizan desde “los juegos del hambre” a “Roller ball”. El espectáculo necesita emociones cada vez más fuertes… y la más fuerte es la muerte. Porque la muerte se ha convertido en un espectáculo (como el sexo, como la disminución física). Como no recordar a Nieves Navarro azuzando a la audiencia al linchamiento de los asesinos de las chicas de Alcacer o el niño etíope perseguido por el cóndor. La guerra moderna (tan recatada) ya no es espectáculo. La primera guerra de Irak nos decepcionó: todo eran lucecitas pero no había carnaza. Solo el cine nos puede recrear toda la atrocidad de la muerte (nunca le perdonaré a Bigelow el panfleto que filmó sobre la operación contra Bim Laden). Los medios son los auténticos herederos del horror y no dejarán pasar la oportunidad. Cualquier atrocidad puede ser emitida si se advierte “las imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador”. En el 11-S se nos escatimaron la imágenes de los que se lanzaban por las ventanas. En la desbandada de Afganistán, nos las han mostrado prolijamente. Al fin y al cabo eran afganos.
Pero hay espectáculos de la muerte que no interesa publicitar. Nos machacan con los muertos en la carretera (que no llegan a 500 anuales) pero se callan como muertos (valga el chiste) de los más de 3.000 suicidados en España, con un aumento en los jóvenes de 250% en el último año. Claro que, los muertos en carretera son responsabilidad de los políticos y los suicidas, no. La política es salvar el culo y eso quiere decir que el estado de las carreteras, la (caótica) señalización, la prevención y la organización del tráfico, debe ser enmascarados en la estupidez de los conductores, los vapores alcohólicos de los borrachos, las locuras de los jóvenes y los desmanes de los despistados (mayormente telefónicos). Que más de 3.000 ciudadanos se suiciden es un fracaso clamoroso de nuestra sociedad, tan grande, por lo menos, como las seis veces menos muertos en las carreteras. Pero .como en los malos circos- nos crecen los enanos (enanos que, por cierto -en su versión taurina- están en peligro de extinción… pero eso es otro tema)… Cuando todavía no tenemos una sanidad capaz de operar en tiempo razonable (hasta dos años de espera) y como ha mostrado el caso de Olatz Vázquez (27 años), capaz de diagnosticar, resulta -que como denunció Errejón- tenemos que centrarnos en la salud mental.
Los suicidas seguirán sucumbiendo a sus problemas mentales porque nadie los ayudará. La muerte de un familiar (sobre todo si es joven) es una catástrofe emocional de la que probablemente no se puede salir. Cada suicida deja una familia devastada. La autoculpabilización es inevitable. Estamos acostumbrados a sobrecogernos con los parapléjicos víctimas del tráfico. ¿Podéis imaginaros esa misma reacción de unos padres cuyo hijo se ha suicidado? Era una pregunta retórica. Es imposible que os lo imaginéis, por que hay horrores que son inimaginables. Un suicidio es un enfermedad familiar, es una epidemia familiar. Y están solos.
El desgarrado. Septiembre 2021.