» 20-11-2020

Reflexiones tipográficas 271-2. La metafísica de los medios de comunicación 2.

Como continuación del blog anterior (Reflexiones tipográficas 271) sobre las relaciones del periodismo y la verdad, de tintes metafísicos, en el que llegábamos a la conclusión de que no hace falta matar al mensajero (la reivindicación más repetida por el periodismo) porque la estructura metafísica de los medios de comunicación permite que sus relaciones con la verdad sean nocivas para el propio periodismo. El periodismo tiene la piel muy fina y tiene los medios para defenderse a mano. Otras veces hemos comentado que la muerte de un periodista no solo es una catástrofe personal (como para cualquiera) sino una catástrofe nacional. Los panegíricos y las elegías alcanzan la consistencia de lo sublime. Evidentemente, como pasa con el gorrino, la mejora tras la muerte es sustancial. No digo que no pase con el común de los mortales, pero en el caso de los periodistas es superlativo.

 

La introducción del periodismo de opinión (los tertulianos), más allá de lo discutible que resulta que la opinión (personal y particular) sea confrontada con los hechos (universales y presuntamente independientes) ha provocado la aparición de casuísticas absolutamente novedosas y nocivas para la difusión de la información veraz. Las “opiniones” de los periodistas alineados con las distintas facciones son tan dispares que las cadenas democráticas se ven en la obligación de convocarlos por parejas para que el espectador pueda confrontar las distintas visiones de la realidad. Evidentemente las plataformas menos democráticas pueden componer sus mesas de tertulianos monocolores. Este aspecto ya quedó recogido como el sectarismo periodístico en el anterior blog pero ahora quiero enfocarlo desde otro aspecto.

 

Un periodista no solo se debe a la verdad. Como se decía en el juramento de las películas USAnas se debe comprometer con “la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad”, es decir sin posible ambigüedad. No es eso lo que ocurre. Oigo a una tertuliana en la SEXTA. Ante la pregunta de las investigaciones o demandas que Podemos sufre en los últimos días la periodista aclara que hasta ahora no han prosperado, pero que eso también les ha pasado a otros partidos. No aclara ni a que partidos ni cuantas veces, ni que en situaciones. Es una verdad parcial y por tanto ambigua, que pretende equiparar la situación a la de otros partidos cuando lo único que se podría considerar información sería puntualizar los extremos. ¡Misión cumplida! Se ha embarrado el campo de juego pero no desde los políticos sino desde los periodistas políticos.

 

No voy a discutir que los periodistas -a veces- son la única defensa que tenemos los ciudadanos ante los abusos de los políticos (Aunque en USA ha desaparecido el periodismo de investigación), pero eso no justifica que el desmesurado gremialismo periodístico impida (como ocurre en el caso de los políticos entre los que pillan y los que no pillan) que los buenos periodistas denuncien a los “malos”. El pacto de no agresión es evidente desde el momento que Inda sigue trabajando. Semejante conducta no lleva sino a pensar que los que no denuncian, no descartan la posibilidad de estar en el futuro en la misma situación que los denunciables. Los terulianos son personas pública (si no famosos, por lo menos objeto de famoseo) y como la mujer del Cesar no solo tienen que ser honestos sino, además, parecerlo.

 

Otro caso que he denunciado en otras ocasiones es la utilización de imágenes de archivo sin fecha para ilustrar noticias de actualidad. El simple hecho de que sean imágenes de archivo, no declaradas como tales, conlleva una tergiversación de la información. Durante la pandemia se han emitido innumerables imágenes de políticos sin mascarilla lo que puede entenderse como difamación. Pero los ejemplos son innumerables. Con ilustrar una información verbal con unas imágenes contradictorias se opera su desautorización en la seguridad de que la penetración de la imagen es muy superior a la del sonido. Y para qué hablar de la publicidad a la que se le consienta todo tipo de desmanes. Y hablar de la publicidad viene a cuento porque los periodistas participan en anuncios (publicidad viral) que se emiten en el propio programa en el que participan. Me parece nocivo, pues la información se confunde con la publicidad y esa confusión los hace indistinguibles. La utilización de la imagen femenina de brazos desnudos, minifalda, taconarros, escotes, grandes ojos, no solo atrae la atención de los hombres sino que “modela” un estereotipo que transmite veracidad de acuerdo con la metáfora entre enseñar = informar.

 

En resumen: ¡gracias por vuestro trabajo… pero hay mucho que mejorar! No tiene sentido que tengáis la piel tan fina como para que os revolváis airados cada vez que se os critica… y os aprovechéis de vuestro poderoso canal de comunicación. Si los políticos tienen el desmesurado privilegio de legislar sobre sí mismos, vosotros lo tenéis de publicar sobre vosotros mismos y sobre vuestra profesión. Dicen -aunque es mentira- que un gran privilegio supone una gran responsabilidad. Sabemos que los políticos son irresponsables (inviolables, aforados, amnistiables, induntables…), ¿son los periodistas iguales? ¿Se les ha pegado la irresponsabilidad con el contacto? Sé que no, pero  ¿no debería ser público y notorio?

 

¿Continuará? Espero que no.

 

El desgarrado. Noviembre 2020.




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