» 12-01-2022 |
He repetido muchas veces que la igualdad (como la libertad) no son ideas absolutas sino relativas, no son ideas fetiche sino ideas aspiración. También he repetido que la igualdad de género se damnifica de esa situación y se da a las mujeres la igualdad de ser iguales… a los hombres, porque el concepto de igualdad absoluta (en el vacío) no existe. Igual, siempre es ser igual a… Pero esa idea de igualdad tiene más ribetes, más sorpresas, y de eso os quiero hablar ahora.
En “El maestro ignorante” Rancière defiende una idea insólita: todas las inteligencias son iguales. Lleva la igualdad al terreno físico: la igualdad no es una ética sino una física (y por tanto, metafísica), un dato. Las apariencias parecen demostrar que todas las inteligencias no son iguales. Se les llama talento. Los talentos son variopintos (cognitivos, artísticos, físico-deportivos, utilitarios, etc.). Creo que hay que entender la afirmación de Ranciére en el sentido de que la suma de nuestras inteligencias parciales -en nuestra especie- siempre suma lo mismo. Los campos en los que la inteligencia se desarrolla son inmensos. Tratar de medir el cómputo de esas inteligencias parciales es imposible. La metafísica tiende a medir la inteligencia de acuerdo con sus propias jerarquías, dando prioridad a lo cognitivo-utilitario sobre otras consideraciones (humor, amor, candor) poco útiles para la economía. Sin embargo es habitual que detectemos que las personas que tienen un gran talento fracasan en otros talentos diversos. Picasso era socialmente inútil, Céline era fascista, Nietszche putero y Aristóteles o Leibnitz eran misóginos. Y no diré más porque no está bien hablar “mal” (es decir, disentir) de los muertos excelsos.
Y digo que la idea es insólita porque estamos absolutamente inmersos en la idea de la jerarquía. En el caso de la cognición es la idea del talento (solo pueden imponer sus ideas los sabios) y en el caso de la acción (ética, política) es la idea de la legitimación (solo pueden imponer su acción los legitimados para ello). Platón lo explicó muy bien. En el caso de la legitimación para gobernar dictaminó que ésta se estructuraba en la sangre, (la herencia), la experiencia (antigüedad), la fuerza y el saber, Asombrosamente añadió la democracia, la legitimación de los que no tienen legitimación (el pueblo). No lo hizo porque lo pensara sino porque la presión del pueblo estaba ahí. Así nació la democracia. Al margen de la herencia, de la fuerza, del talento y de la legitimación. Y así nos va.
La metafísica es profunda y esencialmente jerárquica. Nació en un momento histórico, hace 25 siglos, en el que la dominación asentada sobre la jerarquía, era ley de vida. Eran otros tiempos (no solo históricos sino cognitivos) que no tenemos porque aceptar. Lo que dice Ranciére no es que la igualdad sea una aspiración, un horizonte al que debemos dirigirnos. Para Ranciére la igualdad es una realidad, difícil de percibir pero no por ello menos evidente. Cualquier persona con la que te enfrentas es tan inteligente como tu. No sabes en que campo, pero tan inteligente como tu. Claro que entender la inteligencia como el talento o la legitimación no ayuda, pero no es ese el tema. Es fácil sorprenderse con la “inteligencia” de personas incultas, su practicidad o su inteligencia de vida, con el talento de los cómicos, la sabiduría de los niños o la “vivilidad” de las mujeres. Incluso podemos apreciar sin problemas la “inteligencia” de las mascotas. Sin embargo hemos defendido la inferioridad de los negros (y otros colonizados), de las mujeres, de los minuscapacitados, de los plebeyos o de los altersexuales.
Pero la dominación no es algo que haya mejorado con el tiempo. La dominación es una herencia biológica que no podemos soslayar. Aunque hemos soslayado las prácticas moderadoras que el mundo animal ha implementado para moderar el imperio de la dominación. Para los animales la lucha de los machos por las hembras está ritualizada: la dominación no acaba en exterminación. La enseñanza de la depredación es juego de cachorros. Las peleas acaban fácilmente en la rendición. La territorialidad es, muchas veces, la forma de evitar conflictos jerárquicos. Lo que la biología resolvió brillantemente, la inteligencia no siempre ha resuelto con la misma solvencia.
Lq igualdad no es una aspiración, una meta, un horizonte. Es una realidad física. Que sea difícil de ver, no quiere decir que sea menos real. Cada vez que nos enfrentamos a otro miembro de nuestra especie debemos partir de la idea de que es igual a nosotros. No en derechos o en oportunidades sino tal cual. Poco importa que sea más inteligente, más operativo, más deportista o mas gracioso. La cuestión es que somos globalmente iguales. Para que decir que su género, su color de piel o su manera de entender la sexualidad no influyen en esa igualdad estructural. Las autoridades se revisten de los símbolos de la superioridad jerárquica: jueces, parlamentarios, militares, jefes. Todos ellos jercen su liderazgo desde el postureo. Cada vez que te enfrentes a un congénere piensa que, aunque tu te creas mas inteligente, mas útil o más ingenioso, plantear tu relación como de superioridad solo te conducirá a no disfrutar de su diversidad. Y eso implica que no hay que despreciar ni menospreciarse. ¡Para mí querría la inteligencia emocional de un Down!
El desgarrado. Enero 2022.