» 02-01-2022

Reflexiones tipográficas 344. Mentira, verdad, y otras ambigüedades intermedias.

La lógica -que desempeñó un papel indiscutible en nuestra metafísica- resumió el problema de la verdad en dos posiciones (¿digitales?): la verdad absoluta y la falsedad absoluta. Era una forma de simplificar, necesaria en su momento. Después apareció la verdad parcial (fraccionaria): la probabilidad): las cosas podía ser el 25% de la verdad, o cualquier otra cifra. La física cuántica dio un giro radical cuando incluyó la probabilidad como esencia de la micronaturaleza. La naturaleza no estaba dispuesta a aceptar aquella reducción drástica de la verdad a dos posiciones opuestas. Desde entonces la verdad superó su sustrato de los números naturales (o enteros… con largueza) para adentrarse en los números racionales (fraccionarios). Cuando nuestro afán por comprender el mundo recurre a las matemáticas puras para encontrar explicaciones no hay límite. La función de onda cuántica recurre a los números imaginarios (que tantos servicios habían prestado ya al electromagnetismo) para explicar su esencia, la geometría expandida recurre a la multidimensionalidad; los tensores (entes matemáticos) sustituyen a los conceptos (escalar, vector) como recursos de la explicación de la naturaleza. Nuestro afán de justificarnos es insaciable.

 

Pero no quiero centrarme -hoy- en la posible incompatibilidad entre nuestra mente y el universo (en el caso de que esa incompantibilidad pueda ser probada). Quiero centrarme en las ciencias humanas (esa otra manera de entender el mundo) y analizar -con la flexibilidad que las caracteriza- el juego de la verdad y de la falsedad. La libertad, la igualdad, el altruismo, la solidaridad, la hipocresía, la mentira funcional (¡por tu bien!) o la posverdad son mentiras sociales. No son verdades fraccionarias sino falsedades que quieren sustituir a la verdad… aunque no siempre del mismo signo. En otra ocasiones he hablado del altruismo y de la solidaridad como i-racionalidades. La razón no acepta esas actitudes. La naturaleza es un juego de intereses que solo cede algo a cambio de algo más grande. Es utilitaria. La evolución es profundamente utilitaria: la supervivencia del más apto. No hay más. Ni razones, ni emociones. Justo utilidades (el capitalismo supo done elegir). Resumiendo: el altruismo y la solidaridad reman contra corriente… si la corriente es la razón.

 

Evidentemente estas manifestaciones se producen sobre el sustrato de que somos profundamente sociales. La individualidad (el hombre, dijo Foucault) es un invento moderno. La sociabilidad aspira a limar asperezas porque su misión es… que la comunidad persista (el utilitarismo evolucionista es implacable). Y dentro de esas estrategias (que son múltiples) destacan la dialéctica y la hipocresía… sin ánimo de ser exhaustivo. Comencemos por la dialéctica. La dialéctica nació como método. Un método discursivo-dialogal que aspiraba a extraer la luz de la confrontación de argumentos (de ahí el nombre). El diálogo socrático fue su modelo: de la discusión nace la luz. Pero el aspecto de confrontación (tan afín al carácter masculino) acabó por imponerse a su fin natural, y dejó de ser un método para convertirse en un sistema: el sistema en el que la cosas se contradecían esencialmente (aquí se adelantaron a la cuántica). El mayor dialéctico: Hegel, decía que su sistema se oponía a la “ternura común por las cosas, que hace que éstas no se contradigan”. El carro se puso delante de los bueyes y el disenso (la contradicción) se opuso al consenso (la forma social más acendrada). La solución dialéctica era simple: nos enfrentamos, disentimos, porque el mundo nos hizo así. No podemos luchar contra algo que está inextricablemente grabado en nuestras almas.  Rancière recuperará el disenso como autonomía, revolución o  evolución, en contra del consenso que representa la dominación. Pero ese es otro tema.


Una idea tan radical como la dialéctica no podía persistir sin mayores apoyos. Las paradojas fueron su coartada. La lógica producía “naturalmente” paradojas. (“todo es relativo” es una afirmación absoluta y por tanto contiene su propia contradicción; hay más: inteligencia militar, razón religiosas, verdad política…). La inducción se oponía inexorablemente a la lógica (aquello que ha ocurrido un millón de veces no tiene porque ocurrir una vez más). Nuestro pensamiento como especie es paradojal y la dialéctica era una explicación, tautógica, pero explicación. La dialéctica se opone al principio de identidad (uno de los tres axiomas aristotélicos fundamentales: las cosa no pueden ser diferentes a sí mismas). La dialéctica se convirtió en una cláusula de cierre: a falta de otra cosa la dialéctica justificó lo injustificable, las contradicciones flagrantes.

 

La hipocresía es (provisionalmente), la otra. Pienso que la hipocresía es una forma de relación social… que subordina la verdad, en beneficio de la socialidad. La moral -como tanteas veces ocurre- en su afán de logizar (digitalizar) la realidad en dos posiciones antagónicas y excluyentes, convirtió la hipocresía en algo negativo. Pero también estamos en manos de la jerarquía… lo que es lo más importante. La jerarquía no solo es el orden natural de la sociedad, también es el orden de la dominación, de la prevalencia, de la importancia, del poder. ¿Es hipócrita el médico que  alarga la noticia de la muerte hasta que el interlocutor se haga al caso? ¿Es hipócrita la madre que dice al niño que santa claus (los reyes, el ratoncito, etc) existe? ¿Es hipócita la comadre que afirma la belleza del bebé? No. Son sociales. Tratan de no ofender, de conciliar, de agradar. La mentira piadosa. Esta mezcla de razón y emoción es la que han aprovechado los políticos para establecer ese engendro que es la posverdad. Nos mienten por nuestro bien, pero con un valor añadido: es para su propio beneficio y no para el nuestro. De hecho los políticos no solo han establecido la posverdad. Anteriormente habían establecido la mentira, la intoxicación, el “no sabe no contesta”, la cobra, la patraña, el contraataque, etc. Los políticos son los maestros absolutos de la manipulación interesada de la verdad: “Lo siento, me equivoqué, no volverá a ocurrir! ¡Ja, ja, ja!

 

El desgarrado. Enero 2022.

 




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