» 14-01-2022 |
Se dice que le papel lo aguanta todo. Por eso los políticos prefieren la literalidad a la acción. Que -por cierto- es menos proclive a las verificaciones. Vivimos en una democracia de papel, de palabras, de gestos. Nadie actúa, pero todos hablan, publican, red-socialean… sobreactúan. No es difícil saber por qué. Los políticos prefieren lo virtual a lo real: su impotencia para actuar, para resolver, para gestionar les lleva a un delirio en el que lo real ya no tiene importancia. En ese sentido son yonkis. Todo lo que hacen se dirige al electorado, al que no hay que ofender, soliviantar, inquietar de ninguna manera. Los políticos son máquinas de recaudar votos. Y lo de recaudar no es casual. De ahí, a la mentira como arma política no media mucha distancia. Una vez establecidos en el electoralismo, el paso siguiente es intoxicar al electorado para que entiendan la situación de la forma más ventajosa para sus intereses. No se trata de informar sino de de intoxicar, engañar, despistar. En ese sentido son camellos. Los buenos votantes son los viscerales, los incondicionales, los que no necesitan saber lo que hacen los políticos sino lo que son: de los nuestros. Drogados, por un lado, y camellos, por el otro, no es de extrañar que persigan con tanto ahínco a los narcos: son la competencia.
Una de sus artimañas más extendida es la de renombrar las cosas con otros nombre que los que la RAE pensó para ellas. Llamar libertad a tomar copas, sacerdocio a la pedofilia, igualdad a lo que predica -sin cumplir- la ley, justicia al elitismo, totalitarismo al socialismo, liberales a los conservadores, democracia a la desigualdad flagrante, ecología al desarrollismo, creacionismo a la evolución, política a la dictadura, economía a la estadística media, nacionalismo al separatismo, etc, es cambiar el nombre de las cosas por otras más convenientes, con el resultado de intoxicación. Si a eso añadimos la desafección (desinterés, desencanto) de los ciudadanos por la política, la polarización de los medios informativos, la manipulación de las instituciones, el resultado es: la mediatización del voto, la intoxicación del electorado, la ruina de la democracia.
Y, tras el habitual preámbulo, vamos al tema. Para los USAnos (un estado federal) el estado central es el estado federal y los estados miembros son los estados nacionales. Para ellos Texas es una nación inserta en un estado federal. Para los suizos (otro estado federal) las naciones que lo componen se llaman cantones… pero es una cuestión de nombre. Son naciones unidas por la institución del referéndum (el bueno, el vinculante, no el de España). Los alemanes no alcanzan a la categoría de federales, pero sus Lander tienen una autonomía, muchas veces históricamente superior a su autonomía dentro de la nación alemana, que los asemeja a naciones. En España -saliendo de una dictadura- se acuñaron conceptos como “estado de las autonomías” y nacionalidades”. Eran eufemismos para ocultar que España no es un Estado federal sino un estado imperialista. Los problemas con la lengua, la tradición, la historia, etc. demuestran que lo que subyace es una cuestión geográfica. Cuestión que el imperio entiende como independentismo.
En nuestro país -al revés que en USA- las naciones son los nacionalismos y la Nación es el estado de las autonomías. Pero todo esto son nombres, la nomenclatura del poder. Cualquier “nacionalidad” se puede sentir nación y cualquier nación… imperio. Es imposible (desde la democracia) pensar que cualquier nacionalidad deba pertenecer a la “federación” por obligación. La federación es una cuestión electiva. Por eso España no quiere ser una federación. La unidad es un dogma, una imposición. No hay ninguna razón para que, en el capitalismo, esperemos la solidaridad de las nacionalidades. La aspiración a ser independientes es perfectamente legítima. Pero ese planteamiento teórico tiene muchas trabas prácticas y la principal es la ambición de los políticos. No es lo mismo dirigir una autonomía que dirigir un país; no es lo mismo dirigir una UK dentro de la UE que hacerlo en un país independiente. Pero los ciudadanos deberíamos ser cautos. No se puede confundir el destino de una nación con la ambición de unos políticos que lo que no quieren de ninguna manera es que los supervisen.
La federación es un “quid pro quo” en el que la adhesión es voluntaria. Puerto Rico entra y sale de la federación USA cada dos por tres. Nadie en su sano juicio pertenecería a una federación en la que aporta -económicamente- más de lo que recibe. La solidaridad no es un concepto metafísico y, todavía menos, capitalista. El ejemplo es Gibraltar: cuando los llanitos (andaluces) pudieron escoger entre ser españoles o británicos… escogieron ser británicos. Gibraltar no es una colonia, es una declaración de independencia de unos ciudadanos que han decido arrimarse al sol que más calienta. Eso es lo que nos propone el capitalismo: que luchemos siempre por nuestra mejor situación personal. ¿Se puede ser capitalista y comunista a la vez? Eso es lo que nos proponen: que aspiremos a deshacernos del Estado para acceder al máximo liberalismo, pero que seamos comunistas a la hora de pertenecer a una “federación” que se rige por la solidaridad. ¡Así son ellos: ambiguos!
Pero ¿es todo economía? Si, ya sé la respuesta. Formularé la pregunta de otra manera ¿Debemos decidir nuestro destino como nación sin haber calibrado nuestras opciones?. Los británicos se han equivocado. Johnson es un payaso que supo convencer pero que no sabe gobernar. Votar se ha convertido en una fiesta (de la democracia… dicen), pero es más. Es la elección de nuestro destino y los políticos no son nuestros amigos. Tienen sus propios intereses que divergen -en general- de los de los ciudadanos. Más arriba he dicho que son como drogadictos. Son más: corruptos, mentirosos, embaucadores, desleales, taimados, falsos, traidores… Antes de sucumbir a los cantos de sirena (La Odisea) de los políticos, pensaos bien si queréis dejar vuestro destino (a veces irreversible) en manos de ellos. ¿Si no dejas conducir a cualquiera tu coche, por qué dejas que el coche de tu vida (y la de los tuyos) lo conduzca un irresponsable (constitucionalmente) cuyos intereses han sido repetidamente determinados y que no coinciden -ni de coña- con los tuyos? El que algo quiere algo le cuesta.
El desgarrado. Enero 2022.