» 02-02-2022

Reflexiones tipográficas 351. La sociedad viciosa 1. La mentira.

No. No se trata de esos vicios, sino de los vicios como lo opuesto de las virtudes. La ética/moral que caracteriza nuestra sociedad siempre ha defendido que son las virtudes las que tienen que prevalecer para que nuestra sociedad sea viable (a los ojos de Dios). Pero sin embargo, los vicios también ayudan. No defenderé que debamos pasarnos a la sociedad de los vicios pero quizás la demonización que hemos hecho históricamente de los vicios ha sido un poco exagerada. No es lo mismo la ética (filosófica) que la moral (religioso-social) lo que condujo a que la masturbación (el amor propio) fuera condenada como vicio (y lo que es peor: la castidad fue elevado a la categoría de virtud). La sociedad tenía razones, pues aquello era un despilfarro respecto a la reproducción, pero la religión solo lo prohibió por controlar, ante un placer que no estaba en el cielo pero sí en la tierra (el Islam corrigió la carencia).

 

Hace sesenta años (aprox.) Diaz-Plaja escribió una serie de libros sobre los pecados capitales de diversas naciones. En pleno fraquismo, fue un pelotazo pues hablaba de vicios desde una clasificación religiosa. Evidentemente los españoles resultamos notablemente favorecidos por la comparación. Tratar de sistematizar los vicios de diversas nacionalidades se nos presenta hoy como una empresa poco científica, pero el rigor nunca fue una virtud de la dictadura. Mi intención no es tan ambiciosa. Os mostraré unos cuantos casos en que los vicios resultan ser -paradójicamente- beneficiosos corroborando el refrán que dice que “no hay mal que por bien no venga” y no os riáis de los refranes que durante muchos siglos fueron la forma preponderante de pensamiento y antecedente de nuestra racionalidad: la tópica. ¡Un respeto!

 

Democracia. Cuando Platón analizó los sistemas de legitimación del gobierno (la antigüedad, la jerarquía, la sangre, la fuerza, el saber) añadió, enigmáticamente, la democracia. Él no creía en la soberanía del pueblo, pero es evidente que, en su tiempo, debía haber una cierta conciencia de que el pueblo era un candidato a la legitimidad, para que la incluyera. Probablemente se refería a los patricios como si del pueblo se tratara. La democracia griega no era tal. Si bien había ampliado la base legítima: los patricios en Asamblea, la palabra demos se quedaba corta pues excluías a las mujeres, los esclavos y -de facto- a los trabajadores libres. Era una oligarquía de los propietarios (en nada diferente a la que constituyó los USA) pero respecto a la dictadura o la monarquía era un avance. ¿Por qué el pueblo sonaba a candidato para la legitimidad del pode? Por exclusión. Descartado Dios, el rey y el dictador, lo único que quedaba era una base amplia: el pueblo… entendido como una partición de lo sensible (una clasificación de quien entraba y quien no) se realizara como se realizara. La democracia nació pronto, pero la partición de lo sensible tardo siglos en incluir a todo el pueblo.

 

Porque la democracia no es el gobierno del pueblo (eso sería la asamblea universal) sino el pueblo como legitimación (como coartada) del poder. Tampoco Dios gobernaba (o gobierna, en la actualidad, la Iglesia católica,) pero legitimaba a los reyes (“por la gracia de Dios”). Es la democracia representativa. La soberanía del pueblo pero sin el pueblo. Esa es la voluntad política, pero ¿cómo obtenerla?: mintiendo. La actitud universal para luchar contra las legitimaciones espurias, desde la edad hasta el saber, es la soberanía del pueblo. Pero ¿Algún salvador de la patria tuvo alguna vez la intención de dar el poder al pueblo? No. Ninguno. La soberanía del pueblo es como la responsabilidad del jefe del estado: nula. Pero esa mentira ha sido beneficiosa para los ciudadanos porque -aunque mínimamente- las promesas deben ser parcialmente cumplidas y suponen el hecho diferencial con otras facciones en litigio. La soberanía del pueblo que tenemos hoy (representativa) es consecuencia de los calentones electoralistas de los políticos. Nunca jamás un político quiso otorgar al pueblo ningún derecho que no le beneficiara a él mismo. El sufragio de las mujeres se otorgó en la seguridad de que era un voto conservador. Nunca un político pensó que el pueblo tuviera las mínimas condiciones para participar en el gobierno. Pero gracias a aquellas mentiras tenemos hoy estos mínimos derechos. La democracia representativa legitima a los políticos para gobernar en nombre del pueblo al que se consulta una vez cada cuatro años. Platón no previó que los políticos se convirtieran en profesionales de la redención.

 

Las mentiras piadosas. El origen de la verdad es la certeza. El homínido necesitaba certezas para sobrevivir y a esa certeza se la llamó la verdad del mundo. No es difícil saber por qué. Dios (sus representantes en la tierra) también quería que su palabra fuera certeza para todos y se inventó la verdad revelada. Los reyes se erigieron en descendientes de los dioses. Toda la política se ha teñido siempre de esa verdad que no es certeza pero que se avala por el respaldo de Dios. La verdad es la certeza teñida de trascendencia, avalada por instancias superiores. El racionalismo quiso limpiar la certeza de aquella contaminación pero no renunció a la palabra verdad. La convirtió en verdad científica. Pero la certeza ha quedado irremisiblemente contaminada por externalidades ajenas. Para los sajones la mentira en política es la máxima transgresión, el perjurio es un delito grave. Pero se jura en nombre de Dios, o sobre la Biblia. La mentira, en las culturas meridionales- es la defensa del pícaro. El pícaro es un disidente del poder que no solo desconfía, sino que lo esquiva y lo combate. La mentira es su arma defensiva y en España simpatizamos con el pícaro, y como consecuencia con la mentira. Que un político mienta es lo normal. La mentira es un mediador social.

 

La mentira piadosa es una componenda entre la razón y la emoción. La metafísica (nuestro sistema de pensamiento occidental) no contempló las emociones y las pasiones. Como consecuencia siempre se las trata con parches pues el sistema no las contempla. Se falta a la verdad (razón) para respetar la emoción, para evitar el sufrimiento al otro. La mentira piadosa suple la carencia de la metafísica con respecto a las emociones. Cuando la verdad (razón) será ciertamente dolorosa, los médicos se buscan familiares para no enfrentarse al enfermo. Mentimos a los niños sobre papá noel o los reyes magos, sobre el ratoncito Pérez o las hadas, para preservar su mundo imaginario, su candor, su engaño. Les mentimos para que la mentira del mundo no aflore o mejor dicho, para que se retrase. Cuando la verdad aflora el niño se resiente: su confianza ya nunca será la misma. Ya no será absoluta. ¿Lo hacemos por piedad o lo hacemos por miedo a enfrentarnos con el dolor? les mentimos (o por lo menos lo obviamos) sobre el  sexo, a sabiendas de que lo que les digan por ahí será peor que lo que nosotros les hubiéramos dicho, pero nos ahorramos el trago. Como decía Massota: “Cuál es el misterio con el sexo: ¡todo el mundo lo hace! Las mentiras piadosas solo nos benefician a nosotros… pero lo hacen.

 

El desgarrado. Febrero 2022.




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