» 16-03-2022

Reflexiones tipográficas 356 (o guerra en Ucrania 4). El pragmatismo fascistoide.

El 65% de las noticias de los medios sobre la guerra en Ucrania son noticias sensibles. Es decir, no pretenden informar sino emocionar. Con un talante amplio podríamos entender que la emoción es también información, pero lo que es difícil de entender es que la sustituya. Los medios no pretenden informar sino atraer audiencia, atrapar la sensibilidad de los espectadores. La tristeza, el pavor, los lloros y la injusticia son las estrellas de los informativos. No es difícil entender que los informativos no venden por lo que dicen sino como lo envuelven, como lo dicen. “Es el mercado, amigo” dijo Rato. Un informativo tiene un objetivo: informar, pero debe atenerse a una realidad vital: si no vende no existe. Es el pragmatismo, esa forma finalista de pensar que define al fascismo y que impregna -cada vez más- toda la política.

 

No es muy diferente la situación de los políticos. Si su fin es mejorar el funcionamiento de la sociedad (y quizás, de los ciudadanos) nada valen si no consiguen los necesarios escaños (poltronas) para ejercerlo. Los medios invierten los fines y -hoy- los partidos políticos son máquinas de conseguir votos. Esa inversión entre los fines y los medios es el pragmatismo, que el fascismo y la ultraderecha nos proponen como ideología. Es como si la biología defendiera que un ser vivo -y su destino, más menos trascendente-  no es el milagro evolutivo que esté en nuestro origen, sino la pasión por mantenernos vivos, sea como sea. Hemos sustituido la vivencia por la sobrevivencia. Y con ello no quiero decir que no se legítimo. Lo que digo es que no debería pasar a ser, jerárquicamente, superior.

 

Este es el pragmatismo que nos atenaza. Decía Harari que la ideología fue la ampliación del parentelalismo para unir, cada vez a más humanos, en las tareas comunes, fue el impulso definitivo de la sociedad ético-política… y tecnológica. Hoy ese impulso ideológico ha desaparecido sustituido por el pragmatismo, el utilitarismo. Podemos plantearnos que aquel idealismo ya no es funcional para nuestra especie pero también podemos pensar que la ideología era una cláusula de cierre (un segundo vínculo) que permitía una doble verificación de las intenciones y las promesas. El pragmatismo, el utilitarismo nos deja desguarnecidos ante las promesas, ante las falacias. Habermas dijo que ese pragmatismo es una de las características esenciales del fascismo (el utilitarismo sin verificación ideológica). La cruda realidad es que se ha convertido en parte de nuestra realidad. Simple y llanamente nos hemos convertido en una sociedad fascista.

 

Evidentemente el fascismo es tanto la seña de identidad del nazismo como del comunismo de estado, por más que la derechona quiera hacernos creer que el fascismo reside en la izquierda. Porque la propaganda es el fascismo de la palabra, la palabra utilizada como vehículo de convicción, de adoctrinamiento,  de engaño. Los políticos, hoy, no actúan sobre la realidad sino sobre el lenguaje: se conforman con cambiar el nombre a las cosas… y simplemente para intoxicar a los votantes. Y ahora estamos hablando de comunicación. Rancière nos habla de una estrategia de Estado, que centrada en la propaganda y en el terror a los otros, no desdeña la plutocracia, entendida como la convergencia de Estado, militares, economía y medios de comunicación, en la defensa de las tesis del pragmatismo de estado, es decir del fascismo. La razón se basa en la palabra y si la palabra se manipula la razón desaparece. Eso es precisamente los que hacen los políticos en todo el mundo. Ahora nos focalizamos en cómo Rusia manipula la información, pero no podemos olvidar (patriotismos y emociones aparte) que ese es le pan nuestro de cada día en nuestras “democracias” occidentales.

 

No vivimos en un mundo en el que solo las fake son moneda corriente. Vivimos en mundo en el que la manipulación informativa es la regla. Y eso no es patrimonio de Putín (cuya honorabilidad no voy a defender) sino que es la norma generalizada en cualquier partido político de tres al cuarto. Quizás hemos perdido la idea de la educación, del ejemplo. La política actual está corrompida por interese espurios e intenciones sesgadas. Ahora se nos dirá que la bicha es Putin pero la bicha son los políticos que, si no son iguales, son parecidos.  Rusia no hace algo insólito en la política. Hace lo mismo que los demás… solo que lo hace mejor o más eficazmente (pragmáticamente). Insisto: no defiendo a Putin, a Abascal o a Le Pen. Defiendo el derecho de los ciudadanos a conocer, a ser informados. A poder votar informadamente.

 

Esta guerra es la consecuencia de una clase política que utiliza todas las argucias rastreras posibles para conseguir sus fines Si Putin se ha pasado de la raya, no es por que haya hecho algo radicalmente distinto de lo que hacen todos los políticos del mundo, sino porque ha dado un paso más. Un paso insignificante para un hombre pero trascendental para la humanidad.  La guerra no se evita con armas sino con política y es evidente que esa política no es la de los políticos… sino la de los ciudadanos. No podemos esperar a que esa pandilla de subnormales diriman sus megalomanías a bombazo limpio. Debemos implicarnos. La política no es cosa de políticos. Es cosa de ciudadanos. ¡Póntelo, pónselo! ¡Siempre nos quedará la huelga! Hasta que la prohiban.

 

El desgarrado. Marzo de 2022.




Published comments

    Add your comment


    I accept the terms and conditions of this web site