» 25-08-2022 |
Al llegar al super me aborda una encantadora muchacha y me espeta: ¿Tiene un minuto? Como gato escaldado que huye hasta del agua fría le digo: Tenia tres minutos libres pero los he perdido. Y con la presteza que da la edad me adentro en el paraíso del consumo. Pero no había otra salida y cuando recojo mis viandas la chica -sabedora de su encanto- insiste. Le digo que sé que no será un minuto a lo que ella replica inmediatamente que se lo cronometre. Es mi turno de réplica en el que le digo: te escucharé por que es tu trabajo pero -si me vas a pedir dinero- la respuesta es no. Contraataca la muchacha preguntándome si colaboro con otras asociaciones. Asiento y noto el brillo en sus ojos. Va por buen camino; sabe que el milagro es posible. Es de una asociación contra el cáncer. Escucho sus logros y la labor de redención de su organización frente al pérfido gobierno que nos quiere a todos muertos. Palabras. Todo sería perfecto si me mostrara o me redirigiera a donde esos datos se materializaran.
Varios minutos después acaba con la expectación de haber conseguido un nuevo proeselito. Le pregunto: ¿cuanto de lo que recaudáis va a los cancerosos y cuánto a la propia organización? No lo sé, dice. Noto que su compañera necesita involucrarse y se aproxima. Es evidentemente el poli malo (curiosamente es la rubia) y entra como un elefante en una cacharreria. Noto su tensión, estamos en otro escenario. Ella ha decidido que yo no soy candidato y, por tanto, lo único razonable es librase de mi. Me reafirmo en que ya había anunciado que me iba a negar. Su argumento es: ¡los trabajadores cobran, pero los directivos no! Más palabras. No se trata de demostrar sino de convencer. Sigo preguntando que cuál es la proporción entre lo que perciben y lo que gastan en autoconservación. Contesta que hace muchos años que existen. Era difícil ponérmelo más a huevo: vuestra pervivencia demuestra que han sabido repartir bien entre sobrevivir y redimir. Y entonces el poli malo me despacha con cajas destempladas: ¡no pierda más tiempo con nosotros! Eso había dicho al principio pero su entrenamiento les había dicho que toda voluntad se puede doblegar con chicas bonitas, educadas, redentoras y con una palabrería adecuada. Nos despedimos abruptamente, yo a lo mío y ellas a lo suyo.
Pienso que es curioso como se puede pasar del cielo al infierno en pocos minutos. He pasado de ser un julay a ser un estorbo. Pero pensaréis: ¿porque esa desconfianza por mi parte? Hace unos años estuve en Katmandu y el conductor del taxi que nos llevaba al hotel dijo cuando pasábamos por una zona residencial al estilo europeo: aquí es donde viven los colaborantes de las ONG: viviendas aisladas, piscina, coches y servicio. No discutiré que todo trabajador se merece un nivel de vida digno. Pero si conocéis Katmandu sabréis que es un desastre urbanístico descomunal. Comprendo que los esforzados trabajadores de la redención quieran vivir como vivían en sus casas europeas o norteamericanas. Pero todo tiene un límite y ese límite es convertirse en elite. Hasta ese momento pensaba que las ONG eran una forma alternativa de hacer política (como los directivos del deporte, de la organización gremial, etc.). Y desgraciadamente hacer política consiste en aprovecharse de los ciudadanos. Bien mirado esas políticas alternativas no son más que políticas interesadas. No pretendo que todos sean Teresa de Calcuta o Vicente Ferrer (que por cierto perdió la fe institucional en el ejercicio de su redención) pero creo que todas las ONG (empezando por Cáritas) deberían tener unas cuentas transparentes, públicas y convenientemente divulgadas.
No pretendo decir que todas las ONG sean corruptas, pero parece razonable que todas las mejor situadas en el ranking de la honestidad publicaran bien claras sus cuentas. o ¿no tenemos derecho a saber a quien regalamos nuestro dinero, a quien hacemos objeto de nuestra caridad? Porque no se puede olvidar que el estado del bienestar vela por nosotros a cambio de nuestros impuestos. ¿Qué sentido tiene la caridad en un estado social y económico de derecho (la Constitución dixit)? Un estado en el que la caridad debe nivelar determinadas desigualdades no es un estado de derecho. La caridad es un invento de la religión pero no tiene nada que ver con el estado de derecho. La caridad lo que demuestra es que el estado del bienestar no funciona y esa aseveración le viene como anillo al dedo a la religión (la católica, por supuesto) y a la ultraderecha, cuya conexión con la religión es más que evidente. ¡Quizás debería haber dicho simplemente la derecha!
Las ONG son una forma de poder, alternativo pero poder. Y deben someterse a los mismos controles democráticos a los que se someten (con escaso éxito) los poderes institucionales. Quizás ahí reside el problema. Al poder institucional le viene de perlas que otros poderes teóricamente más soft (sindicalismo, gremialismo, deportismo, ecología, animalismo…), más “limpios”, se revuelquen en el fango como ellos mismos. La ecología no tiene que defender al planeta (que se defiende solo). Lo que tiene que defender es a los humanos (de sí mismos). En cuanto desaparezcamos la tierra florecerá, porque el cáncer que la acucia es el hombre. En un estado de derecho las ONG no tienen sentido. Es la justicia la que defiende los interese particulares de los ciudadanos más desfavorecidos. Esa justicia mediatizada por los partidos políticos. Amén.
El desgarrado. Agosto 2022.